Exhiben multipremiada cinta La Soledad de María Conchita Díaz en FIC
“Que un cirón le ofrezca en la pequeñez de su cuerpo partes incomparablemente menores, piernas con articulaciones, venas en sus piernas, sangre en sus venas, humores en esta sangre, gotas en sus humores, vapores en estas gotas; que, dividiendo todavía estas últimas cosas, agote sus fuerzas en estas concepciones …” Blaise Pascal. Pensamientos.
Para el filósofo Blaise Pascal (1623-1662), el hombre se encuentra inscrito entre dos infinitos.
El que nos circunda desde lo alto, con sus grandes esferas celestes, tejiendo constelaciones e insondable negrura; el otro, es el hogar de insectos, musgos y muertes invisibles. Este último, será nuestro tema. ¿Cuántas vidas, historias y portentos caben en una gota de tinta? En el cuento, El espejo de tinta de Jorge Luis Borges, se nos narra un conjuro formidable: acunar las manos y derramar en ellas -después de varias operaciones de índole mágica- un chorro de tinta azabache, donde se reflejará, todo lo que el usuario quiera ver; ya sea del pasado o futuro, muerto o vivo.
Podemos apuntar que, el grabado genera esta misma ilusión y, que emparenta con tal artilugio. En primer lugar, todo queda al alcance de la mano, dentro de sus falanges y palmas se genera la hechicería de reproducir infinitos mundos, además de preservarlos del corrosivo tiempo. Esta dinámica se concretiza en los grabados de pequeño formato.
Este tipo de gráfica rememora la liturgia de los miniaturistas medievales, quienes en el scriptorium copiaban e ilustraban desnudos pergaminos. Ya que, a diferencia de un grabado
en gran formato, donde se requiere tensar el cuerpo, prolongar los brazos. En concreto, danzar con la materia.
El grabador de lo pequeño, se agazapa como devoto orante, susurra a la materia; motivando un pequeño fuego pronto a tornarse incendio. El grabador no prohíbe la errata, la toma como la inserción lógica de los avatares de la transformación; el grabador sabe que toda materia muda; todo grabado es eco de las charlas entre la materia y la mano.
El taller de grabado Burro Press (Oaxaca), sabedores de esta tradición. Han apostado por aquello que muchas veces se ignora: los inicios.
Todo artesano, comienza por una iniciación. Donde existe un gremio que le guía y procura saberes y un terreno de aprendizaje. Actualmente se galardona a las trayectorias ya añejas, dejando al descuido a nuevas generaciones.
Ante este contexto, surge el concurso de Miniprint. En esta, su tercera emisión, se consolidan sus principales motivaciones: acompañar y motivar al gremio grabador, principalmente al emergente.
La muestra recopila sesenta trabajos de distintos puntos de la república, donde la destreza y riqueza visual se hace manifiesta. Señalando esta labor de apertura hacia nuevos modos de ver y sentir la realidad.
Narrar desde lo minúsculo, implica conversar con las sombras y fantasmas; ecos imperceptibles; una levedad donde las cosas transmutan entre la memoria y el olvido. Contemplar los grabados de esta muestra es introducirse a la pupila del artista, a su ojo escudriñador y a sus manos de taumaturgo.
Es incorporarse de la cotidianidad que todo engulle, aquella que no deja huella de los portentos que nos rodean. Invitándonos a ser, la feligresa de estos milagros emparedados en las fronteras de un papel.
Atentos los oídos, para presenciar los diálogos de la tinta y la nada. Y al terminar su recorrido, sin miedo, dirijan la mirada al firmamento, quizá encuentren otros ojos que los estén mirando y una mano que este trazando su destino.