La Constitución de 1854 y la crisis de México
El culto a la personalidad es un modo de necedad que se ha dado en todas las épocas, pero que quizá no estuvo tan extedido como hoy: Marguerite Yourcenar
La imagen del zócalo de la Ciudad de México hoy para festejar el tercer aniversario de la asunción de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia es perfecta para analizar el fenómeno que representa el amado líder de la Cuarta Transformación, quien en forma imprudente convocó a sus seguidores a celebrar en grande su victoria.
Y ellos, los morenistas, esperanzados aún se arremolinaron en la Plaza Mayor dispuestos a ofrendar la vida, pese a los llamados de la Organización Mundial de la Salud para evitar aglomeraciones debido a la aparición de Ómicron, una nueva cepa de Covid 19, que aún no se sabe si es más mortífera pero sí que es 500 veces más contagiable que las anteriores.
Cuenta la Biblia que el rey tiránico de Babilonia, Nimrod mandó construir la Torre de Babel para llegar al cielo y desafiar a Dios; en el caso de nuestro mandatario, su fe en las transformaciones emprendidas y capacidad verbal para convencer a sus correligionarios de la grandeza de sus fines, lo colocan también en la cima. Aunque se usa esta parábola también para describir actos de ambición y soberbia de quien no sólo se rebela contra Dios, sino quiere convertirse en él.
Gobernar no ha sido fácil para el jefe del Ejecutivo, sin duda, pero este periodo ha sido más difícil para los ciudadanos no morenistas –la mayoría de la población–.
El pueblo en general ha padecido las «transformaciones» prometidas en campaña de combartir la corrupción, acabar con la inseguridad y desmilitarizar al país, porq ue un análisis objetivo da como resultado que en el trienio aumentó la corrupción al manejar discrecionalmente los recursos públicos, otorgar la mayoría de las obras públicas en forma directa sin licitación; no se quieren rendir cuentas del gasto a ejercer declarándolo indebidamente de «seguridad nacional» y dándoles más poder, recursos, atribuciones y concesiones sin precedente a los militares.
A la hora de los resultados no podemos dejar de mencionar a quienes no pueden protestar, me refiero a los 449 mil muertos a causa del Covid, –segun cifras oficiales y del Registro Civil–, lo que nos ubica en el primer lugar en América Latina, con más muertes por millón de habitantes, según la Universidad Johns Hopkins.
¿Cuántas de esas personas –niños y adultos– murieron porque los servicios médicos colapsaron no sólo por lo impredecible de la pandemia, sino por la decisión de destruir la infraestructura existente en materia de salud y el suministro de medicamentos o de imponer al frente del combate y la vacunación a un seudocientífico incondicional al jefe político?
¿Más víctimas que no pueden alzar la voz ni celebrar con mariachis en el zócalo? «Abrazos no balazos» ya demostró que no es una estrategia eficaz para combatir la inseguridad; la inclusión de militares en estas labores, tampoco. La omnipresencia del crimen organizado y del narcotráfico y su poder destructivo crece al igual que la desconfianza en un gobierno que insiste inexplicablemente en no frenarlos.
En lo que va del sexenio se han cometido 104 mil 200 homicidios, casi el doble de los consumados en los seis años del gobierno de Enrique Peña Nieto. Los feminicidios siguen en un promedio de 10-11 diarios, también las desapariciones forzadas –involucrada algún elemento de las fuerzas de seguridad–, por cierto recién nos visitó un Comité de la ONU y declaró incapacitado al Estado mexicano para resolver este flagelo.
Seguramente AMLO ya cambió aquella opinión que dio a los seis meses de iniciada su Administración: «no es difícil gobernar», ya que «lo más importante es el sentido común».¿Será?
Cómo explicar la aprobación de alrededor del 60% –según varias encuestas– para un gobierno que ha hecho crecer el número de pobres en alrededor de 5 millones, según cifras oficiales de Coneval; que cerrará el año con más del 7% de inflación, la más baja en 20 años; con una caída en los ingresos del 6,.7%; la deuda pública, esa que aseguró no crecería, aumentó en 2.1 billones de pesos: actualmente en 13.3 billones de pesos, lo que significa más del 50% del PIB.
Cierto que el salario mínimo creció a un nivel sin precedente, pero la inflación ha dejado sin cambio los aumentos. El dólar interbancario cayó de 20.17 en diciembre de 2018 a poco más de 21.00 pesos hoy; la gasolina magna pasó de 18.2 a 20.79 pesos, esto último pese las promesas de que no aumentarían los precios.
Son inquietantes las descalificaciones un día sí y otro también a través de las conferencias mañaneras, de científicos, historiadores, periodistas, analistas, exgobernantes, empresarios, organizaciones sociales, órganos constitucionales, partidos de oposición, Ong´s, bueno de cualquiera que no comparta el «proyecto» de López Obrador u ose manifestarlo libremente.
Los asesinatos de 148 periodistas y defensores de derechos humanos durante este trienio, con 95% de impunidad para los culpables es también un tema que nos habla de las incapacidades del Estado y del gobierno de la 4T para garantizar el respeto a la libertad de expresión y proteger la vida de quienes cumplen una labor social.
Su obsesión por el poder no tiene límites al grado de que intenta tripular a las instituciones encargadas de impulsar la libertad de pensamiento, la ciencia y el análisis como son la UNAM, el Conacyt y el CIDE, en este último impuso un director a modo, violando la normatividad interna, causando la protesta –con paro incluido– de estudiantes, académicos e inclusive del INE y la Secretaría de Energía, que son parte del Consejo Directivo.
Andrés Manuel es todo un caso, ha llegado al extremo de desconocer públicamente a sus antes aliados poniendo en duda su respetabilidad, sólo porque ellos demuestran actuar de forma independiente.
Dos días antes del gran evento para conmemorar tres años de gobierno, arremetió en contra de la periodista Carmen Aristegui y la Revista Proceso, ambos se atrevieron a difundir un reportaje auspiciado por Connectas/Plataforma Periodística para las Américas, y realizado por los investigadores Tania Gómez y Sergio Rincón, sobre los beneficios de «Sembrando Vida» para la fábrica de chocolates Rocío, propiedad de su hijo, Andrés Manuel López Beltrán.
AMLO dijo que ambos medios nunca han estado a favor de su movimiento ni hacen periodismo a favor del pueblo, sólo faltó agregar «el pueblo soy yo». Claro, la periodista se defendió con un «Tranquilo, moreno», y lo invitó a leer el reportaje que ocasionó su enojo, y remató con recomendarle investigar la actividad empresarial de sus hijos.
Francamente, no hay mucho que celebrar, y sí mucho por lo cual preocuparse.