Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 22 de noviembre de 2019.- Cuando amenazó con salirse de Morena y crear un nuevo organismo partidista si seguían las rencillas internas entre las tribus, el presidente López Obrador estaba definiendo la estructura del poder de su presidencia: el Ejecutivo unitario y no repetir el modelo del PRI como partido-sistema.
La diferencia ente Ejecutivo unitario y partido-sistema también forma parte de las definiciones de lo que sería o quisiera ser la 4T: una estructura de ejercicio del poder ajena a las corrientes políticas.
El partido-sistema es un modelo de sistema político definido por el politólogo canadiense David Easton. El sistema se define como el espacio físico de distribución autoritaria de valores y beneficios, dándole a ese espacio la noción de caja negra. El PRI fue el sistema, en cuyo seno el presidente de la república como poder superior dirimía conflictos y distribuía valores. El funcionamiento de la caja negra mexicana fue fácil al aglutinar en el PRI a las clases productivas, los trabajadores y campesinos como sectores corporativos y los empresarios como sectores invisibles.
López Obrador ha reorganizado el sistema político, no lo ha incluido en su partido Morena y todos los acuerdos y conflictos se deciden y resuelven en las oficinas presidenciales. Este modelo se conoce como Estado unitario.
Morena seguirá como partido del presidente, pero sin asumir ninguna función vinculada a decisiones del ejecutivo. Por eso las órdenes presidenciales de aprobar la iniciativa de presupuesto 2020 “sin cambiarle una coma” o sacar a como diera lugar el nombramiento de la presidenta de la CNDH o los recortes a organismos autónomos del Estado forman parte del estilo institucional de gobernar del presidente López Obrador: el Ejecutivo central. En este primer año de gobierno Morena como partido no contó para nada, la presidencia de Yeidckol Polevnsky fue irrelevante y el relevo en la presidencia del partido servirá sólo para elegir a un administrador de la organización.
Lo mismo está ocurriendo con el gabinete presidencial, como nunca sometido al mando del Ejecutivo unitario: México no tiene ministros y tampoco ya secretarios de Estado; se ha regresado al modelo de la Constitución de 1857 de secretarios del despacho presidencial, inclusive cortándole presupuestos para contrataciones que ahora se hacen en la Oficialía Mayor de Hacienda.
Morena nació como una estructura electoral para impulsar la candidatura presidencial de López Obrador después del fracaso del PRD como partido electoral. El candidato quedó atado en 2006 y 2012 a las tribus perredistas. Como necesitaba de una estructura electoral funcional, fundó Morena y jaló al aparato electoral del PRD, pero ya bajo el mando lopezobradorista.
Morena servirá para seleccionar candidatos a legisladores, alcaldes y gobernadores afines al modelo lopezobradorista; es decir, se constituye sólo como un aparato electoral. El proyecto ideológico y político de gobierno lo define el líder López Obrador; así ocurrió en el 2018 y por eso el presidente sólo solicita lealtades presidenciales a los legisladores, no representaciones de clase, de grupo o de tribus ni desequilibrios internos.
Lo que se juega la elección de nueva dirigencia de Morena es el modelo de partido para el Ejecutivo unitario. Polevnsky se ajustó a esa estructura de centralización del poder, pero quiso construir un liderazgo propio dentro del partido con incondicionales. Mario Delgado representaría los intereses del canciller Marcelo Ebrard Casaubón para la candidatura presidencial del 2024 y Bertha Lujan reproduciría el modelo anticlimático de partido.
Los enojos de López Obrador contra Morena se basan en que el partido podría reproducir los vicios del PRI: un partido para corrientes internas y construcción de grupos de poder y de presión que pudieran reducir margen de maniobra al presidencialismo unitario. La disputa por partidas presupuestales para organizaciones campesinas y grupos políticos contradicen la propuesta de López Obrador de evitar que el partido y sus representaciones legislativas disminuyan sus apoyos al presidente y busquen consolidar corrientes parciales. La crisis en la votación aprobatoria del presupuesto “sin quitarle una coma” radica en que legisladores morenistas quieren partidas para sí y no para el presidente. Y ahí han fallado Polevnsky y Delgado, los dos jefes políticos del partido y de la bancada.
El presidente necesita solucionar ya la crisis de Morena y evitar que se extienda hasta mediados del 2020. Polevnsky ya cumplió su etapa y Palacio Nacional requiere de otros mandos partidistas que enfríen la configuración de tribus para evitar el colapso en el 2021 que afecte el 2024.
Política para dummies: La política es, al final de cuentas, la centralización del poder.
@carlosramirezh