Día 22. Palacio perdió dominio de la agenda de la crisis
El ya muy descalificado Plan B de López Obrador no es una estrategia político-electoral de MORENA; no es sino un capricho más de los que caracterizan el talante presidencial cada vez que cualquier evento no le resulta de su agrado.
Las encuestas siguen dando un amplio respaldo popular al presidente. La oposición representada por una posible alianza de partidos contrarios a Morena, no tiene un líder visible capaz de hacer un gran llamado nacional para sacar a López Obrador y a su partido del poder.
De ninguna manera hay que desestimar la concentración del domingo pasado en el Zócalo de la CDMX y en varias importantes ciudades del país.
Representaron esas concentraciones un claro rechazo de las clases medias al actual régimen, esas mismas clases medias que llevaron en el 2018 a López Obrador al poder. Una decisión que, hoy por hoy, son un rechazo a la forma de ejercer el poder que hacen los integrantes de lo que se ha llamado ya coloquialmente como la pandilla de la 4T.
Es pertinente hacer dos puntualizaciones: Primero: las concentraciones realizadas el pasado domingo fueron en defensa del voto ciudadano y de la democracia y no a favor de lo que hacen y ganan como grandes sueldos la gavilla que encabeza Lorenzo Córdova.
Segundo: El nuevo actor, que será definitivo en el destino que finalmente tenga el alocado Plan B de los morenistas, es la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ese colegiado ha dado ya muestras de una clara independencia del Ejecutivo y de tener una personalidad bien firme que no se doblegará ante las presiones del poder del presidente.
Festinar los números de asistentes a la concentración de ciudadanos en el Zócalo como una sentencia de muerte de López Obrador y de la 4T es no solo una apreciación ingenua, sino que parece una actitud de política infantil que confunde, al decir del recordado Jorge Ibargüengoitia, lo grandioso con lo grandote.
El gobierno debe entender que el rechazo de las clases medias a su estilo personal de gobernar sigue siendo creciente. En el 2018 López Obrador ganó con 30 millones de votos en números cerrados. En los comicios intermedios del 2021 el partido del presidente apenas consiguió apenas la mitad de esos sufragios; y el ejercicio de la Revocación de Mandato fue un fracaso tan sonoro como lo fue la pérdida por Morena de la mitad de las alcaldías de la CDMX.
El destino de nuestros procesos democráticos parece ser, inevitablemente, la apatía ciudadana expresada en las urnas marcando cifras históricas de abstencionismo.
Por allí anda la cuestión.