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La falta de reconocimiento de un conflicto en un cuerpo de leyes, la ausencia de un “entramado institucional” que permita hacer efectiva la justicia, pero también la incapacidad de un Ministerio Público o de cualquier actor del sistema judicial conducen a los “no-lugares” de la justicia, coincidieron el jurista José Ramon Cossío y el antropólogo Claudio Lomnitz, ambos miembros de El Colegio Nacional.
En el Aula Mayor de la institución y de manera remota a través de redes sociales, los colegiados intercambiaron puntos de vista, cada uno desde su terreno de estudio, como parte de la mesa La justicia como un “no-lugar”, que forma parte de las Jornadas de Antropología y Derecho, coordinadas por los dos especialistas.
A un cuestionamiento de Claudio Lomnitz, el jurista José Ramón Cossío consideró que el mundo vive un momento en el que muchos problemas no encuentran un lugar para ser resueltos judicialmente, debido a que la justicia aún “no ha concebido ese conflicto” y no cuenta con elementos para tratarlo.
La pregunta “interesante” de un no-lugar, señaló Cossío, es «¿en dónde?, ¿en qué lugar del espacio de la justicia, y más allá, en el espacio del Estado, se pueden llevar ciertos problemas, ciertas situaciones, ciertos casos para ser resueltos? Y creo que estamos enfrentando una época —no es la única en la historia de la humanidad—, en donde no hay un espacio para que los problemas se puedan llevar”. ¿Por qué razón?
—Porque la justicia no ha concebido ese conflicto, esa situación como un problema de la justicia, no es justiciable un problema, no hay algún problema. Y otro, que cuando esos problemas, estoy hablando también de temas muy generales, se llevan al espacio de la justicia, la justicia tampoco tiene las mejores herramientas para enfrentar ese caso, modelarlo, construirlo y, desde luego, mucho menos, resolverlo.
Lomnitz se refirió al concepto de los “no-lugares” propuesto por el antropólogo francés Marc Augé, quien los definió como espacios vacíos de significado emocional e identitario, como, por ejemplo, los centros comerciales, los aeropuertos o el metro.
“Entonces, el no-lugar del que se hablaba en la antropología se caracterizaba por ser un espacio fácil de navegar, que estaba hecho justamente para que la gente que no conociera el lugar pudiera transitar y llegar de un lugar al otro y, en cambio, esto de la justicia como un no-lugar es un poco más kafkiano entiendo yo. ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de la justicia del no-lugar?”. Cossío respondió:
—En la actualidad tenemos muchos conflictos de distinta naturaleza que la justicia no los reconoce como problemas de la justicia, por ende, no los justicializa, si se puede decir así, o no los puedes judicializar. Y aquella persona que tiene ese padecimiento, ese dolor, como lo queramos denominar, pues se queda con ese padecimiento porque no lo puede llevar a estas instancias.
“Si yo quisiera entrar a la justicia y no la encuentro, porque no está reconocida esta acción, no puedo entrar a la justicia. El juez no puede dirimir el conflicto entre alguien y yo, cualquiera que sea el conflicto. Consecuentemente, algo que sigue siendo un conflicto humano, un conflicto social, se queda fuera del derecho. El derecho no lo reconoce como un plan jurídico, no lo reconoce como un plan jurisdiccional y el conflicto se queda allí guardado, o se resuelve por vías de justicia por propia mano, por vías violentas. Entonces, ahí hay un primer lugar, digamos, de gran diseño sobre la justicia y, creo, ahí se convierte, entonces, en un no-lugar”, explicó, Cossío.
Una situación más para considerar la justicia como un no-lugar, enfatizó, tiene que ver con la incapacidad de los actores del proceso: “Las personas no pueden hacerse, en materia penal, justicia de su propio mano, tienen que ir con una fiscalía, un agente del Ministerio Público, no nos metamos con los nombres porque hay distintas denominaciones en el mundo y en México. Pero se ponen los hechos en conocimiento de un juez o de un agente del Ministerio Público, de un fiscal”.
“Este hace las investigaciones y llega a una idea: ‘yo si pienso que se cometió el delito, yo si pienso que esta persona puede ser el responsable’. ¿Qué pasa si ese Ministerio Público no tiene las capacidades de llevar a cabo una acusación adecuada para lograr convencer o, al menos, plantearle una hipótesis seria al juez para que lleve a cabo la condena de esa persona que atentó contra él o contra un familiar, lo que sea? Otra vez se va a convertir en un no-lugar”.
Porque “el agente del Ministerio Público nunca tuvo las capacidades técnicas de sus conocimientos jurídicos, del apoyo de peritos, etc. Entonces va a plantear las cosas de un sentido tan malo que el juez va a decir, ‘oiga, como usted, el acusado, la persona que le están imputando el delito, tiene una presunción de inocencia, yo no puedo más que dejarlo en libertad, no porque tenga la seguridad que es culpable o es inocente, sino porque usted, señor agente del Ministerio Público, hizo las cosas tan mal que no puedo yo hacer eso. Entonces esto otra vez, en esta metáfora, se convierte la justicia en un no-lugar, no hay posibilidad de configurar responsabilidades, de sanciones, asignar penas”, sostuvo el jurista.
Tiempo de especulación
Fenómenos actuales como la definición de una identidad o de género, así como los cambios que se han producido en el concepto tradicional de familia, están provocando que el derecho especule y trabaje en un ejercicio de “ensayo y error”, afirmó durante la mesa el colegiado José Ramón Cossío.
“Hay una gran cantidad de problemas y se está especulando ahí un poco, lo digo con el mayor respeto, de ensayo y error. Se da una solución, se ve y ahí se están presentando estas cosas. Entonces sí hay grandes incertidumbres que se presentan cíclicamente”, dijo.
“Ahora tenemos el caso, los nombres cambian, no voy a ofender a nadie, de que, si son vientres subrogados, vientres de alquiler, madres sustitutas; entiendo que hay muchos nombres y no me meto en eso, pero se tiene respuestas para eso y el derecho no. El derecho hoy está especulando que si la madre es así, que si el embrión fue así, que si se tomó el semen, que si el semen era de un hombre muerto”, explicó.
Siendo ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, recordó el jurista, “estaban llegando muchos problemas nuevos de derecho familiar: matrimonio entre personas del mismo sexo, sociedades de convivencia, familias de distinta naturaleza, que el Conapo en aquel entonces, si no recuerdo mal, tenía 12 modelos de familias y distintas cuestiones”.
“Me percataba que el modelo de familia es un modelo histórico, un modelo de papá, mamá, dos niños, una camionetita, una hipoteca, un perro, cosas de esa naturaleza, decía un amigo mío: un modelo muy idealizado. Y después este modelo tenía puntos de fuga como el concubinato, pero no mucho más que eso”.
Ese concepto “inicia en los años 70, cuando comienzan a llegar casos a la Suprema Corte y la verdad es que no teníamos experiencia. Llegamos a una situación límite, es decir, vienen las personas para que les resolvamos problemas y es que la verdad, no están en el Código. Y nosotros, hay que decirlo también, pues no tenemos los elementos sociológicos, antropológicos para entender estas cuestiones”, rememoró.
Las Jornadas de Antropología y Derecho continúan el miércoles 3 de mayo con la mesa Las personas desaparecidas desde el punto de vista del antropólogo y del jurista; el 9 de agosto con Relación soberanía-Estado; y el miércoles 4 de octubre con Antropología de los archivos judiciales.
El diálogo en torno al tema La justicia como un “no-lugar” se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.