El episcopado ante el segundo piso de la 4T
Para Contar
En el diccionario de la Real Academia Española la palabra “comandanta” pareciera tener definición con tinte machista porque de manera simple dice que se trata de la “mujer del comandante”. En cambio, cuando se refiere a “comandante”, le da connotación militar.
Prácticamente es un hecho que a partir de 2024 será mujer la que gobierne México y no habrá mayor problema en llamarla presidenta. El mismo diccionario habla de presidenta o presidente con igual valor.
El tratamiento es distinto en el caso de “comandanta” y adquiere mayor relevancia el tema cuando está a la vista el esfuerzo mundial por garantizar la paridad e igualdad entre hombres y mujeres.
Por primera vez en la historia de México, no solo habrá presidenta, también comandanta (comandante) suprema (supremo) de las fuerzas armadas.
La Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos habla de “comandante supremo de las fuerzas armadas”.
Mera cuestión semántica.
Incomoda y hasta duele que para el diccionario de la Real Academia Española “comandanta” sea la “mujer del comandante”.
Los tiempos son otros, México no sería el primer país que tiene al frente de sus fuerzas armadas a una mujer. En la mayoría de las naciones la presidenta adquiere ese rango.
En nuestro país, el dominio de los varones en las instituciones militares ha sido absoluto.
La mayoría de los cargos superiores los ocupan hombres, explicable en una sociedad mexicana que por muchos años relegó a tareas caseras a las mujeres, como en muchas partes del planeta.
Hasta ahora, no hay ninguna mujer Generala (general) de División ni tampoco Almiranta (almirante), los grados más altos en el Ejército y la Marina.
Sin embargo, cada vez hay mayor promoción en la milicia para que las mujeres participen y asciendan.
El que una mujer llegue a la presidencia y se convierta en la comandanta suprema de las fuerzas armadas, podría contribuir a favorecer la escalada femenil en la jerarquía militar.
Hay cambio en la mentalidad de los varones hacia las mujeres. No ha sido fácil revertir la inercia en los diferentes ámbitos, la costumbre es poderosa. Todavía la plena paridad está lejos.
Por esa disciplina que caracteriza a la milicia, sin discusión aceptará que una mujer se convierta a partir de 2024 en presidenta y comandanta suprema de las fuerzas armadas.
Habrá que llamarla comandanta, porque eso será al frente de todas y todos los soldados, marinos, integrantes de la fuerza aérea y guardia nacional del país.
Ya los legisladores se encargarán de modificar las leyes militares, para que incluyan el término “comandanta” o cambiarlo por “jefa”.
Y es de esperarse que la Real Academia Española revise su diccionario y el significado que le da a “comandanta”, valorar si debe seguir igual o actualiza la definición.
Nada bien suena que “comandanta” sea la “mujer del comandante”.
Seguro que a las mujeres que compiten por la presidencia de la República las tiene sin cuidado este tema, porque su prioridad es lograr la mayor votación en las elecciones del próximo año.
De cualquier manera, no sobra ni es ocioso procurar el uso de términos correctos.
La paridad en el lenguaje es necesaria, contribuye a seguir en la línea de adaptar al mundo a la nueva realidad.
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