Cortinas de humo
CIUDAD DE MÉXICO, 20 de junio de 2019.- Extraído de un sistema unipersonal José Narro Robles rompió las reglas del juego y se aisló para siempre de su partido de 46 años, al renunciar; su salida cimbró lo que queda del PRI.
Se le olvidaron los años de rectorado en los que fungió como el dedo supremo y todavía, en la Secretaría de Salud, donde su voz mandaba a miles de dependientes, a muchos de los cuales introdujo en sus negocios extraños sobre la compra de medicamentos. La voz cantante está perdiendo a muchos, no solo a él.
El hundimiento electoral que desplaza del poder, provoca en los integrantes de un partido, la desesperación por la pérdida de lo que es real: el dinero y las canonjías.
Nadie se pone a idealizar cuando lo que está en juego es la desaparición del dinero fácil, de los salarios jugosos para propios y amigos, la utilización con extender la mano al dinero del presupuesto, los viajes, las grandes residencias -esas casas blancas-, los lujos que provee el dinero que no es propio pero está al alcance.
Perdido todo eso, la mente se agiliza y ¿cual es la manera de recuperar todo lo perdido?: una reforma. La búsqueda de actualizar al partido para volver a ejercer el poder. Eso es lo que planteaba José Narro Robles en su incierta carrera por dirigir al PRI y volver a lanzarlo a la cúspide de un sistema.
El señor venía de una universidad en la que el rector aplica los mismos esquemas que se ejercen en el poder ejecutivo en México, la primacía de un poder sobre los otros.
El rector es el centro y pivote de todas las casas de estudios, por más que haya un aparato colectivo, los consejos universitarios, que por su integración, riqueza de propuestas y conocimiento más fresco de la universidad, deberían de ser los que la conduzcan realmente. En la práctica no es así: son los rectores los que dicen la última palabra.
LA BÚSQUEDA DE UNA REFORMA ENCUMBRÓ A NARRO ROBLES Y OTRA LO PERDIÓ
La renuncia de José Narro Robles a su partido el PRI después de 46 años de militancia, implicó de su parte muchas acusaciones al vacío, producto, quizá, de su propia desesperación por la pérdida del sueño que tenía: reformar al PRI.
Se lanzó a diestra y siniestra y sin recato, con acusaciones a AMLO, EPN, al presunto favorecido Alejandro Moreno Cárdenas y contra los que resucitaron el pasado y la regresión Tomó como argumento a sus pocas posibilidades de triunfo, el raro aumento del padrón de ese partido en los últimos tiempos. Pero Narro no es ajeno a eso.
En 46 años tuvo que vivir esa experiencia de alteración muchas veces, en su partido y en los triunfos de candidatos, como los conocidos de Carlos Salinas de Gortari y el de Felipe Calderón, avalado por su partido.
El fue parte de un movimiento en el que sirvió como puente extremista del rector Jorge Carpizo en la promoción de 26 medidas y una serie de cambios que auguraban, de acuerdo al Consejo Estudiantil Universitario (CEU), el fin de la educación gratuita en las universidades. Dos de esas medidas, la 18 y la 19, planteaban el gravamen de cuotas especiales y dio como propuesta acabada un reglamento general de pagos de 20 puntos, con una serie de incisos, definiciones y cantidades fijas a partir del salario mínimo.
La UNAM se cotizaba. José Narro como vocero radical del rector trataba de apabullar con sus argumentos al estudiantado, que estalló una huelga a principios de 1987.
El diagnóstico de Carpizo que generó las 26 medidas para Las Modificaciones Académicas en la Universidad Nacional Autónoma de México ( Ediciones UNAM septiembre 1986) al crear un enorme conflicto y la huelga, condujo a lo que fue el Congreso Universitario. Algunas de las 26 medidas se aprobaron.
Narro director de la Facultad de Medicina, se había aposentado y años después fue electo rector (2007-2011), y reelecto posteriormente (2011-2015). La reforma propuesta por Carpizo, que lo encumbró, lo condujo al intento de otra reforma, la del PRI, que se le acaba de frustrar. Al menos en sus intenciones.