¿Cómo afectaría la desaparición del INAI a los derechos ciudadanos?
Cecilia Perezgasga Ciscomani
Existe infinidad de estudios que analizan cómo se producen y se interceptan las desigualdades de género, etnia y clase, pero no se sabe bien de qué manera se reducen, pues en general no es una categoría de análisis, reveló el doctor Luis Reygadas Robles Gil, profesor de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Al dictar la conferencia inaugural del Coloquio internacional Dialéctica de la desigualdad. Aproximaciones a la reproducción y reducción de múltiples asimetrías, organizada por el Departamento de Antropología y el Posgrado en Ciencias Antropológicas de ese campus, afirmó que incluso Pierre Bourdieu, quien redactó cientos de páginas explicando cómo se producen las disimilitudes, que analizó cómo por medio de la cultura y de una serie de mecanismos y dispositivos se reproducían, escribió muy poco sobre cómo se podrían aminorar.
Pocas veces se vislumbran los procesos que se llevan a cabo para disminuir las asimetrías, y al no ver esa otra mitad, éstas se naturalizan como si se reprodujeran de manera automática por los factores que las provocan. Las resistencias a las diferencias se analizan poco o quedan como categoría residual.
La desigualdad es resultado de muchos factores, entre ellos la propiedad, la cultura, las relaciones de poder y las instituciones, que tienen que ver con las acciones de millones de personas y no debido a decisiones individuales. Sus niveles dependen de la interacción entre actores que la promueven y luchan contra ella, o a veces de acciones que no tienen un propósito, pero actúan sobre ella.
El investigador del Departamento de Antropología señaló que los niveles y tipos de asimetría dependen de una dialéctica entre actores y factores que la generan y la reducen, en la que hay procesos estructurales y otros microscópicos que son provocados por millones de individuos.
Expuso que Claudia Goldin, Premio Nobel de Economía 2023, acuñó el concepto de ‘Revoluciones Silenciosas’ para referirse a los cambios que acontecieron a lo largo de un siglo, desde finales del siglo XIX, cuando la producción industrial aceleraba las técnicas productivas y las mujeres eran excluidas del trabajo remunerado, hasta su papel activo en el mundo laboral en la segunda mitad del siglo XX.
Las mujeres empezaron a estudiar, a prepararse, a salir a trabajar, a jugar otros roles dentro del hogar, procesos denominados fases de evolución, cambios lentos y paulatinos. Entonces llegó la revolución de finales de los 60 del siglo pasado, con cambios más profundos en los que una gran cantidad de población femenina entró al mercado laboral.
A principios del siglo XX las mujeres que trabajaban eran generalmente de clase baja, con poca escolaridad, la mayor parte de ellas era soltera, es decir, laboraban antes de casarse. A partir de los años 30 aumentó su escolaridad, lo que les permitió desempeñarse en otros sectores, como de cuidados, de educación, en oficinas, entre otros.
Ese cambio revolucionario de finales de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado trajo grandes puntos de inflexión en torno al matrimonio y la enseñanza universitaria y, por tanto, en las expectativas laborales para las mujeres. De manera cotidiana, millones de ellas incrementaron sus niveles de estudios, postergaron la edad promedio del matrimonio y la maternidad, disminuyó el número de hijos y aumentó su participación en el mercado de trabajo.
Esos pequeños cambios que cada mujer fue haciendo en su vida provocó que una de las desigualdades de más larga data en la historia de la humanidad se modificara, se redujera, porque hoy en día hay mayores oportunidades educativas y laborales para este sector de la población.
La brecha de género en la alfabetización también se ha aminorado; hacia finales del siglo XX en México, ya se registraba una paridad en la matrícula universitaria entre varones y mujeres, e incluso en la actualidad hay más féminas que hombres en la formación superior.
Están, por otro lado, las revoluciones estruendosas, las visibles, que se refieren a las protestas y movilizaciones, y/o eventualmente a cambios en las leyes. Gracias a las manifestaciones y a las acciones de los grandes actores, aunado a las pequeñas acciones de millones de personas, se han limitado algunas desigualdades. Sin duda, queda mucho por hacer.
La relación que hay entre las revoluciones silenciosas y las estruendosas es que en general se apoyan mutuamente, mas siguen ritmos diferentes y puede haber fracturas y desencuentros. En las transformaciones cotidianas participan millones de mujeres con un amplio espectro ideológico, mientras que en las movilizaciones participan grupos más pequeños con líneas de pensamiento similares.
“Pese a que persisten enormes disimilitudes en la labor de cuidados y se ha incrementado la violencia hacia las mujeres, lo que ha ocurrido en los últimos 100 años con el trabajo femenino remunerado muestra que es posible que se reduzcan de manera sustancial desproporciones estructurales profundamente arraigadas, porque las personas tienen agencia e intervienen en la dialéctica entre igualdad y desigualdad”, concluyó el doctor Reygadas Robles Gil.