El episcopado ante el segundo piso de la 4T
El presidente Andrés Manuel López Obrador, en su tradicional conferencia de prensa matutina del viernes 9 de agosto, mostró cierta indignación porque el gobierno de Estados Unidos no les compartía información sobre la detención de Joaquín Guzmán López e Ismael El Mayo Zambada.
Señaló que hasta el momento no conocen cosas tan básicas como la forma en que llegaron los dos narcotraficantes a Estados Unidos; de hecho aún no saben de dónde despegaron, fue el propio Alfonso Durazo, gobernador de Sonora, el que desmintió que despegaron de Hermosillo; también se desconoce quiénes piloteaban el avión.
En condiciones normales serían dudas diplomáticas muy válidas, pero hasta el momento, lo que tal vez se demuestra es una falta de confianza entre autoridades, y es que hay algo muy cierto, el Presidente López Obrador no puede asegurar en este momento, que su gobierno está blindado de corrupción, y la información que pide es muy delicada y peligrosa en las manos equivocadas.
Hay muchas razones por las que tal vez no participó el gobierno de México.
Conocer el nivel de infiltramiento de criminales en la estructura de gobierno, es casi imposible, cuando el discurso oficial no se cansa de negarlo, y así no es posible que exista una coordinación en un escenario de confianza.
Un operativo de esta magnitud no se hubiera podido concebir sin tener control de todas las variables; así que, al parecer, hubiera sido un riesgo incluir a un gobierno cuya estrategia se basa en el respeto a los delincuentes, y en abrazar sus derechos humanos, y que tiene como resultado el 98 por ciento de impunidad.
Tal vez también recordaron el capítulo del General Salvador Cienfuegos, quien fue aprehendido a finales de 2020 en Estados Unidos, provocando una reacción del gobierno de López Obrador, hasta el grado de dejarlo en libertad, pero como dicen algunas voces en aquel país, jamás se hubieran atrevido a hacer una detención de tal magnitud sin pruebas contundentes; sin embargo, al final la versión del ex secretario de la Defensa fue que se trató de “un plan para perjudicar a México”.
Posiblemente también recordaron el “culiacanazo”, momento en el cual tenían detenido a Ovidio Guzmán, y ante las amenazas del grupo criminal que comandaba, de generar caos en la población, la decisión fue dejarlo libre. Dos años después, el presidente comentaría “Yo no sé qué hubiese hecho otro gobernante, pero tengo mi consciencia tranquila”.
Otro caso que ya hemos mencionado, es la masacre contra mi familia en 2019, en aquel entonces, el presidente Donald Trump ofrecería ayuda, y amagó con llamar terroristas a los cárteles, y de nuevo, desde el gobierno mexicano, se hizo lo necesario para evitarlo.
Después de todo esto, ¿aún se puede extrañar López Obrador el porqué no le informan? La variable confianza es importantísima en cualquier relación binacional, pero se gana.