
México no se arrodilla ante EU, ya está postrado ante el narco
CIUDAD DE MÉXICO, 10 de mayo de 2020.- La batalla histórica desde la crisis financiera del 2009 ha sido salvar el modelo de neoliberalismo de mercado –no el liberalismo ideológico de valores– del acoso del populismo de Estado. En México esa hostilidad tiene fechas históricas coincidentes: en 1988 López Obrador se salió del PRI y se pasó al grupo populista del cardenismo y en 1988 tomó posesión Carlos Salinas de Gortari como presidente del neoliberalismo de mercado.
La crisis económica provocada por el frenón productivo del confinamiento enfrenta en cada país sus propias conflagraciones. En Iberoamérica será otra oportunidad para confrontar decisiones de mercado o propuestas sociales. Luego de treinta años, el neoliberalismo fue derrotado en el 2018 en las urnas por el populismo. Y las puertas de salida de la crisis están cerradas y nadie sabe con exactitud qué hay detrás de cada una de ellas.
El 1 de mayo el expresidente Ernesto Zedillo publicó su texto Una inmensa tragedia llamando a la puerta de América Latina, que le sirvió de base para participar en un manifiesto de personalidades mundiales pidiendo soluciones realistas a la crisis. A Zedillo le tocó en 1995 su propia crisis financiera: el 20 de diciembre de 1994 devaluó el peso, en 1995 subió tasas de interés bancarias arriba de 100 % y bancos y acreedores enfrentaron el colapso de quiebra. La estrategia de Zedillo fue salvar a los bancos comprándoles deuda incobrable, pero afectó a los deudores que perdieron hasta la camisa, en tanto que los bancos privilegiaron a sus accionistas. Además, Zedillo subió el IVA de 10 % a 15 %, bajó el gasto social y deprimió el PIB a -6.3 %. Los mexicanos perdieron alrededor de veinticinco años de bienestar.
El presidente López Obrador ya dijo que no salvará a los bancos y que dedicará los fondos a proteger a los sectores marginados. El domingo 3 de mayo publicó su texto: Algunas lecciones de la pandemia Covid 19, y convocó no sólo a no obedecer las recomendaciones del FNMI, el Banco Mundial y la OMC, sino que llamó a cambiar el enfoque de pensamiento económico ortodoxo y neoliberal de esos organismos.
La batalla neoliberalismo-populismo –conceptos que se asumen sólo para sintetizar enfoques– se está dando alrededor de las propuestas anticrisis económica. El PIB del primer trimestre de México fue de -2.4 respecto al mismo periodo de 2019 y amenaza con un decrecimiento anual de -8 % a -10 %, una cifra sólo comparable con el -14.8 % de 1932 por el efecto del crack de Wall Street. Luego del colapso devaluatorio, el PIB de 1995 de Zedillo fue de -6.3 %.
La crisis económica del 2020 es el campo de batalla entre el neoliberalismo de Carlos Salinas representado por Zedillo y el populismo de López Obrador. El texto de Zedillo deja ver la mano negra en el último párrafo, luego de sugerir antes que la estrategia anticrisis debe salvar a bancos y empresas y a empleos con subsidios fiscales. La propuesta de Zedillo es sensata, pero llevaría a un regreso al neoliberalismo de mercado. Y las decisiones de López Obrador no atienden a la recesión-depresión que está encima de México.
En todo caso, Zedillo quiere derrotar al populismo, luego de que éste ganara las elecciones en 2018 con un impresionante 53 % de los votos, en tanto que Zedillo ganó la presidencia en 1994 con el 48 % de las votaciones. La frase de Zedillo es un campo minado: no recurrir “de nuevo a métodos populistas que han utilizado en el pasado para su éxito electoral”. Es decir, revertir la victoria electoral populista con un paquete neoliberal anticrisis. A lo mejor ninguno de los dos paquetes anticrisis dará los resultados necesarios, pero no se puede, no se debe, condicionar un resultado electoral con una crisis económica.
Lo que falta, en todo caso, es que el gobierno de López Obrador no se concrete sólo a entregar subsidios directos sectores localizados de marginados, sin que ese dinero se convierta en factor multiplicador de actividad económica ni dinamice la demanda efectiva. La grave crisis del Estado mexicano, en tiempos populistas y neoliberales, es su crisis fiscal para financiar proyecto. La carga fiscal mexicana es de 22 %, cuando debería ser arriba del 35 %. Y el problema fiscal es la tozudez empresarial para pagar impuestos.
La batalla
neoliberales-populistas de México viene desde 1982. Los primeros llegaron al
poder con el grito de: “queremos realidades, no promesas”, pero luego de un
ajuste de enorme costo social y empobrecimiento generalizado la gente cambio el
grito de batalla: “queremos promesas, no realidades”.
Pero entre una y otra, lo que se va a debatir en México –aunque sin solución final– es el enfoque de política económica inflexible: neoliberales de mercado contra populistas de gasto público. El pensamiento económico mexicano se ahogó en esa discusión, sin avanzar hacia nuevas soluciones inclusive mixtas.
El problema de México, desde la vieja crisis petrolera de 1973, radica en un modelo de desarrollo populista, con política económica neoliberal y una planta productiva sobreprotegida que no ha sabido aprovechar el Tratado de Comercio Libre porque el componente nacional en las exportaciones bajó de 58 % en 1993 a 38 % en 2019. Y a pesar de tantas crisis económicas, modelo de desarrollo, política económica y planta productiva siguen igual, que es estar peor. A pesar del Tratado, el 57 % de la población económicamente activa lo hace en la informalidad y el 80 % de los mexicanos vive con una a cinco carencias sociales.
La crisis de proyectos que ha provocado el Covid 19 será arena de lucha entre neoliberales y populistas, pero no el desafío a pactar para México un nuevo modelo de desarrollo más allá de las ideologías.
@carlosramirezh