¿A quién corresponde defender?
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de diciembre de 2019.- El presidente López Obrador no desperdicia una palabra, un signo, una forma de hacer política. Cada día construye el personaje más fuerte del país, la leyenda viva que va mucho más allá de Palacio Nacional. Fiel a sí mismo, a todo aquello que ha conformado su fuerza social, no da un paso fuera del esquema que construyó durante muchos años.
Lo interesante de todo esto es la autenticidad. Que no haya un gesto en su persona que no corresponda a su pensamiento, a su ser primero y primario.
Por eso no importa que el Zócalo de la CDMX se haya llenado esta mañana de domingo, sino el ánimo de los ahí presentes. Y de todos los que escucharon, con atención su discurso conmemorativo del año de gobierno que lleva. Esos cambios, que ya conocen, que escucharon les son entrañables a los asistentes, a los que están dispuestos a permanecer horas de pie, bajo el sol más inclemente en su espera.
Son sus seguidores. Son sus fieles seguidores.
Y vaya que son muchos. Pero, aunque fuesen pocos, la pasión que sienten por su Presidente, por aquel a quien sienten suyo, a quien le aceptan una profunda pertenencia, serían capaces de muchos.
En más de 40 años de seguir el acontecer político del país, de presenciar discursos de todo tipo, dichos por todo tipo de mandatarios, nunca había constatado esta relación de la gente con el Presidente de la República.
A esta realidad se atiene, también se alimenta, el político que vive en Palacio Nacional. A ellos responde, protege, atiende. Son su gente.
Cerca hubo una manifestación. Igual a muchas. En protesta como otras. Una marcha más. ¿Fueron muchos? ¿Fueron pocos?
El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo, lleno de polvo, asoleado, en los terrenos donde se construye el nuevo aeropuerto General Felipe Ángeles, que siempre han existido en nuestro país “liberales y conservadores”. También negó que tuviese enemigos.
Quienes marcharon en Reforma lo hicieron con total libertad. Se oponen, eso sí, no al primer mandatario sino a toda la gente que acudió al Zócalo, a quienes veneran (esa es la palabra exacta) a López Obrador en el país. ¿Sirvió de algo su marcha? Además de probar su existencia.
La realidad estuvo en el Zócalo de la CDMX. En una plataforma donde habló, como suele hacerlo más de una hora, un mandatario que quiere, que ha iniciado un cambio profundo. Que ha colapsado estructuras de poder que parecían intocables. Que ha tocado intereses que para muchos eran sagrados. Que, definitivo, ha cambiado la forma en que millones de mexicanos entienden el poder y la política.
¿Qué sigue? ¿Hacía dónde vamos? ¿Cuál es el puerto seguro que nos aguarda? Para mucho no existen, no todavía respuestas. Al tiempo vendrán. Lo cierto es la voz, el sentimiento de quienes estuvieron en el Zócalo porque sí, porque creen en él…
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