Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax., 5 de marzo de 2017.- Toda nuestra vida social, económica y política depende de una mísera cuestión: las reglas electorales, claro está, parafraseando al filósofo español José Ortega y Gasset. Esta frase, que para usted puede parecer una exageración, contiene una gran verdad. Si no veamos.
Si le dijera que sobre el mundo pesa una gran amenaza por un hombre que perdió las elecciones por más de tres millones de votos, el magnate Donald Trump, pero que se desempeña como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica por ese mísero detalle técnico que hace que no sea el voto popular lo que decida de quién gobierne en esta nación sino el voto indirecto, seguramente usted no podrá entender esta lógica o por lo menos le causará una interrogación profunda. Bueno así es y así fue.
Como este hecho, en nuestro querida Oaxaca existen cosas por el estilo que por ser tan cotidianos como por ser habituales no alcanzamos a cuestionar. Pongamos varios ejemplos de nuestro Estado que nos pueden sorprender por su falta de coherencia y lógica.
En primer lugar, qué pensaría usted de un sistema electoral en donde dos millones de electores no tienen representación en la Cámara de Diputados, esto es, los pueblos y comunidades indígenas; en donde una mujeres diputadas que ingresaron al Poder Legislativo por esa condición de ser mujeres, no las representan o más dramático, que votan leyes que lesionan a su género; o que nuestro Estado es beneficiado por las remesas de dólares de los migrantes pero que les negamos asientos en la Cámara, o que existen cerca de cien mil afromexicanos que se les niega todo derecho de representación y de formar gobierno autónomo. Bueno existe este régimen electoral y lo consentimos.
En la elección del gobernador del Estado se ha perdido su legitimidad representativa de acuerdo a la naturaleza de su población, cada proceso electoral representa menos y por tanto, es menos legítimo, es decir, vamos en sentido contrario a las ruedas de la historia.
En el siglo 19, cada asamblea municipal, es decir, el pueblo reunido, elegía a un elector; estos electores, se reunían en la cabecera distrital; como ahora, el territorio se dividía en distritos electorales o como se llamaron en aquél tiempo círculos electorales, para mediante ternas elegían al diputado del distrito, entre los presentes o entre otros propuestos. Véase que no había campañas electorales ni dinero en estas elecciones, tampoco partidos políticos que manipularan a los electores, ni radio y televisión que transformaran la realidad mediante trucos publicitarios.
Los diputados así electos se reunían en colegio electoral para elegir al gobernador del Estado. Así, este gobernador tenía el reconocimiento de todas las asambleas y representantes de las mismas, asimismo, el gobernador estaba sujeto a los diputados, verdaderos representantes de las regiones, y no al revés como sucede hoy. No bastando este control directo del Congreso hacia el gobernador, la Cámara nombraba al Secretario General de Gobierno con poder de refrendo ante las decisiones del titular del Poder Ejecutivo, es decir, la orden del gobernador no era obedecida sin la firma del Secretario General de Gobierno. Por si esto no bastó para someter al gobernador a los designios de la ley y al Congreso, éste nombraba un Consejo de Gobierno entre los ciudadanos oaxaqueños más probos y honestos para avalar también las acciones del gobernador.
Para cuidarle más las manos al gobernador, el Congreso designaba a los gobernadores de cada región para la buena marcha del gobierno y coadyuvaba a la buena gestión municipal y comunitaria. Como se puede observar, el gobernador tenía poco margen de acción, la representación del pueblo, es decir, el Congreso era el que gobernaba.
Este régimen estorbó a los futuros gobernadores, mediante reformas a las leyes fueron suprimiendo estos controles hasta convertirse en amos y señores del gobierno y declararse en monarcas sexenales sin frenos y contrapesos, además electos por menos de la quinta parte de los electores.
Además de que pueden vaciar las arcas públicas con total impunidad ante unos diputados serviles y sin autonomía, que pueden nombrar o despedir a su gusto al Secretario General de Gobierno, además de que este se comporta como el más servil de los funcionarios de gobierno ¿No parece una cuestión de locura colectiva, de inconciencia, una barbaridad histórica? ¿Podríamos dar una explicación lógica de tan tremenda monstruosidad?
Si el Congreso fue una institución digna y honorable, precisamente por su forma de elección, puesto que representaba auténticamente a las asambleas de cada uno de los pueblos de cada distrito, además era electo de frente y de carne y hueso ante sus electores, el resultado fue la elección de excelentes representantes del pueblo; sin la magia del marketing, hoy que abundan los defensores del voto universal manipulado, mediatizado, comprado y sobornado, y que este voto, disque democrático elige a los diputados, necesariamente arriban a la Cámara no los más idóneos para representar a un supuesto pueblo, que en algunos casos fueron electos por sólo por el 10% de los electores del distrito. Como la diputación no se la deben a sus electores y si a sus partidos, al exceso de dinero, a la compra de votos, a sus padrinos, al gobernador en turno, pues resulta que integran poderes legislativos, corruptos, improductivos, ignorantes, lo peor, es que el ciudadano no tiene más remedio que seguir el juego de una supuesta democracia. ¿No es de locos?
¿Qué se puede decir de las autoridades electorales que responden a los intereses de los partidos políticos, que sus decisiones tienen un tufo de olor partidista o gubernamental? O de ciudadanos temerosos, manipulados, tratados como masas, todo tienen los ciudadanos menos ser libres. ¿O que se puede decir de unas elecciones en donde la mentira, el disimulo, la simulación, la violación de la ley es la normalidad? En donde los candidatos de los partidos mayoritarios rebasan los topes de campaña con total impunidad, utilizan dinero ilegal o en donde los dirigentes se guardan para sí los dineros públicos destinado a las campañas, en donde compran a toda la casilla electoral sin pudor alguno. En donde basta obtener el 3% de la votación para que una familia, un grupo de amigos o un empresario electoral gocen de los dineros de los contribuyentes sin transparencia y sin rendir cuentas claras.
Qué pensará usted de una elección de autoridades municipales quien el único que realiza campaña y se deja conocer es el primer concejal y que los demás concejales, integrantes de una supuesta planilla, que no los conoce el votante pero que tomarán importantes decisiones para los ciudadanos del municipio. No sería más democrático que cada uno de los concejales fuese votado en lo particular y que el ciudadano eligiera su síndico o su regidor de hacienda por honrado y honesto. ¿O qué pensar de los regidores que exigen espacios administrativos para sus incondicionales reduciendo a la acción del presidente municipal a su mínima expresión? Bueno, estos son tan solo unas muestras de nuestro singular régimen electoral que nos tocó vivir.