Economía en sentido contrario: Banamex
Cipriano Flores Cruz
OAXACA, Oax., 18 de marzo de 2018.- La crisis de la clase política oaxaqueña es evidente, los papeles asignados en la lógica política ya no son correspondientes, el intercambio de posiciones no obedece a reglas sustentadas en las instituciones, se demuestra que nuestro Estado es demasiado débil en su nivel institucional.
Esto ocasiona que no existan reglas fijas en la competencia, en el ejercicio, en la práctica de la política. Todo se vuelve personal, afloran las pasiones no las razones. Las descalificaciones están en el orden del día, nadie se escapa.
Se desconoce el mérito, vale más la incondicionalidad, la confianza, incluso la complicidad vale más que todo. El arribo al poder se entiende como asalto no como proceso que se gana a pulso.
Las familias se agrupan como si fueran mafias, todos aspiran, todos quieren, sólo vale la gloria personal, está muy lejos el interés común, el bien común, sólo impera el bienestar personal.
La lucha política se asemeja una enorme selva en que predomina la ley del más fuerte, el pez grande se come al pez chico sin medida ni clemencia, la ética, la moral, las reglas democráticas brillan por su ausencia, en medio del desorden sólo puede haber ganancia de pescadores y de tiburones de la política.
Estamos ante una clase política envilecida, denigrada por sí misma, sin profesionalismo, sin preparación, sin valores, sin capacidad, lo peor sin proyecto para nuestro Estado. Esta clase vive en la contingencia, en el aquí y en el ahora, la ganancia personal se enseñorea en cada rincón del territorio.
El pueblo siente repulsa por ellos, los rechaza, incluso los ignora, sólo señala su incompetencia. No existe área del gobierno en que no surja el reclamo, la falta de responsabilidad, de honestidad, el servilismo es signo de su vileza.
Esta clase política busca el poder no la gloria que da el servir al pueblo, a los ciudadanos, claro está, existen casos particulares de buenos servidores públicos, pero se pierden en la inmundicia del sector público.
La falta de institucionalidad campea por el Ejecutivo, el Congreso, el poder Judicial, en los órganos autónomos, en algunos municipios, partidos políticos, sindicatos, en las universidades públicas, en las organizaciones sociales.
La política en Oaxaca es una verdadera tragedia, se expresa su negación en forma por demás grosera: la politiquería.
En Oaxaca no se hace política se hace politiquería, en el último rincón del Estado observamos este lamentable fenómeno. Se desconocen méritos, se exhibe en la opinión pública a algunos de sus miembros, con crudeza, sin miramientos, la expresión: “la bajaron de la candidatura”, “lo engañaron” “lo corrieron”, “la diputación plurinominal es para su novia, su chica, su querida”.
Desde hoy se desatan las pasiones por la candidatura a gobernador del año 2022, se imponen estrategias para eliminar de antemano a posibles competidores, el poder político del Estado es un bien patrimonial, familiar, tiene el sello y los aires de familia.
El monarca se siente con derecho de dejar heredero, el pueblo mediatizado y mantenido en la ignorancia votará por quien se le indique, la política asistencialista del régimen es garantía de ello.
El dinero público se usa para engrosar patrimonios familiares, el saqueo es dramático, la mejor expresión política de esta realidad son las constantes marchas de un pueblo hambriento que reclama justicia.
El engaño, la simulación, colorear lo deforme es signo de esta clase. Existen demasiadas pruebas de nuestros asertos, pero basta señalar que las pobres familias afectadas por el sismo de septiembre deambulan de oficina en oficina solicitando el cumplimiento de la palabra comprometida del Presidente de la República, del gobernador, de los secretarios del gabinete. Recordamos una frase del señor Enrique Peña Nieto dicho en septiembre del año 2017: “en tres meses tendrán reconstruidas sus casas”.
Lo más interesante es saber por qué y cómo llegamos a este estado de cosas, cuándo se jodió Oaxaca, cuándo inició la descomposición de esta clase política, cuándo dejó de ser homogénea.
La verdad no tenemos una respuesta inmediata, sólo podemos especular, muchos acordarán pero muchos no estarán de acuerdo, pero así se escribe la historia, con especulaciones que son o serán verificadas a través del tiempo.
Dadas las características sociales, económicas, políticas y culturales de nuestro Estado, requerimos de gobernadores fuertes, concentradores del poder, con pleno ejercicio del mando político, con verticalidad en sus decisiones, pero redistribuidores de los beneficios del poder, del que siempre se baña en regadera para salpicar a muchos.
Bueno este poder se comenzó a erosionar desde el 2006, la lucha de Ulises Ruiz por conservar el poder político cuestionado desde el centro de la República y por el exgobernador Murat fue dramático, se ahondó la crisis con Gabino Cué Monteagudo, gobernador débil por excelencia, se consolida la crisis del centro del poder hoy en día al dividirse entre la familia Murat.
Grave el asunto.