La posverdad judicial
Lecciones de la elección
OAXACA, Oax., 12 de junio de 2016.- En Oaxaca se celebraron una vez más elecciones para la renovación del titular del Poder Ejecutivo, de los integrantes del Congreso y de los Concejales de los ayuntamientos que se rigen por partidos políticos.
Una primera lección que se puede derivar de este ejercicio es que el gobierno llamado “del cambio” integrado por los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática, Movimiento Ciudadano y del Trabajo, siendo su gobernador Gabino Cué Monteagudo, no pasó el examen de las urnas, no pasó el examen de los ciudadanos. Los oaxaqueños reprobaron a este gobierno.
Ya no valieron excusas, justificaciones, maquillaje de cifras, el pronunciamiento de los ciudadanos fue contundente, cerca del 75% del electorado que asistió a las urnas no aprobó la gestión de Gabino Cué Monteagudo, lo condenó y poco quiso saber de los partidos que lo acompañaron durante su gobierno.
Las cifras las conocemos, los ciudadanos sintieron en carne propia las cifras de la incompetencia, de la corrupción, de las injusticias, de las impunidades, de la puesta en peligro del futuro de las nuevas generaciones de oaxaqueños.
La condena fue lapidaria, que se vayan a su casa los miembros de este gobierno de la primera alternancia, si quieren volver tendrá que ser bajo principios éticos y morales. Se puede sostener sin temor a equívocos, que el gobierno “del cambio” ha sido el peor gobierno de los últimos tiempos en Oaxaca.
Por lo anterior, el triunfo del joven Alejandro Murat se cimentó en el fracaso del gobierno gabinista, la pérdida de votos de la Alianza fue suficiente para que el PRI se alzara con el triunfo. Justo es reconocer que tampoco el PRI, cómplice del gobierno de Gabino Cué durante todo el sexenio, no podía dar no más de 400 mil votos, sin embargo, Alejandro Murat pudo arrastrar a su partido hasta a más de los 500 mil votos, claro está, cifra menor por lo logrado por este partido en el 2010.
A pesar de la división que surgió en el PRI por la designación de Alejandro Murat, por ser hijo de José Murat, antiguo gobernador del Estado tan sólo un poco más de un decenio, los priístas, castigados durante el sexenio de la alternancia, sacaron la casta y asistieron a las urnas para hacer ganar a su candidato, no importando los señalamientos negativos de los adversarios.
En resumen, el electorado oaxaqueño ya está en posibilidad de castigar o premiar a los malos o buenos gobiernos mediante el ejercicio del voto, su manipulación es cada vez más complicada, sin desconocer que existen franjas de la población sujetas al clientelismo, clientelismo que favoreció al PRI en ciertas regiones, en concreto, en la Sierra Juárez, por ejemplo.
Una segunda lección de esta lección fue el fracaso del sistema mixto, es decir, de hacer corresponsables de las elecciones al Instituto Nacional Electoral y al Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca.
Se suponía que este nuevo sistema podría garantizar que estas elecciones fuesen mucho más apegadas a los principios de legalidad, imparcialidad, autonomía, certeza, eficiencia y austeridad, sin embargo, todo, lo contrario, la autoridad electoral se vio sometida a los designios de los partidos y del gobierno, por ende, no tuvo autonomía en sus decisiones, fue ineficiente en casi todo el tramo del proceso electoral, los tribunales electorales, eso sí mucho más profesionales en sus actuaciones, le enmendaron la plana.
El burocratismo fue terrible, no otorgaron garantías para la buena marcha del proceso electoral, se equivocó esta autoridad electoral en la interpretación de las normas. Sólo fue garantistas y no fue democrático en sus decisiones. Fue rebasada por el calor de la competencia, en resumen un mal árbitro para unas elecciones intensas y competidas.
Este sistema mixto, a mi parecer, no tiene futuro. Una de dos, el INE se apropia del todo proceso electoral, con una sola ley electoral para la Nación o se devuelve a los Estados el manejo autónomo de sus elecciones, me pronuncio por la segunda opción, por ser un defensor del federalismo en nuestro país. El sistema descentralizado es más democrático que el sistema centralizado.
Una tercera lección de la elección es el papel preponderante que juega el dinero en el proceso electoral y sobre todo durante las campañas políticas. Este dinero, de procedencia ilícita, es decir que proviene de las arcas públicas, de personeros especiales, no contabilizado por la autoridad electoral, inclina, favorece al que lo utiliza sin medida ni clemencia.
Se llega a la terrible conclusión que el candidato que utiliza más dinero en las elecciones tiene amplias posibilidades de ganarla. Esto produce por consecuencia que sólo los poderosos o los que se escudan a la sombra de los poderosos pueden ganar una elección. Esto pervierte nuestro sistema de gobierno, pues los gobernantes no asumen responsabilidad alguna ante el electorado puesto que ya pagaron su elección y sólo responderán ante sus financiadores.
Esta es una de las causas de nuestra corrupción tan galopante de los últimos tiempos en nuestro Estado y en nuestro país. Habría que poner remedio a este problema para no llegar a la plena degradación de nuestro sistema de gobierno.
La compra y coacción del voto, la utilización de grandes maquinarias electorales, la utilización de una costosa campaña publicitaria, la asesoría de firmas muy costosas, imposibles de pagar por partidos y candidatos pobres, no genera más que gobernantes poderosos, corruptos y prepotentes, que nada le deben al electorado, puesto que ya la compraron.
Una cuarta lección de la elección consiste en que nuestras reglas electorales generan una desigualdad en la competencia entre los partidos y entre los candidatos, además de producir actos de ilegalidad en el proceso electoral.
La desigual asignación del financiamiento público, del acceso a los medios electrónicos, de la capacidad de los partidos para vigilar todo el proceso, de la ubicación de las casillas, de la formación de los cuadros partidistas,, de la propia marca del partido, denotan una desigual competencia entre los partidos y candidatos.
Todos los participantes, si se quiere ser democrática la cosa, debemos de partir de las mismas condiciones y de reglas iguales entre todos, en caso contrario se estará alimentando una oligarquía electoral que en nada beneficia a nuestro Estado, al contrario, reproduce un sistema de asalto al poder público para fines particulares y no necesariamente para el bienestar común.
No podemos llegar a un escenario en que la única opción que podría tener un ciudadano consista en elegir al personaje o al partido que le va a robar.
Ante el fracaso de las alternancias en nuestro país y en nuestro Estado, ante la des dibujo de los partidos políticos en lo ideológico, parece ser que en el futuro de nuestra vida política sólo se vislumbra una terrible separación más grande entre gobernantes y gobernados, en donde a los gobernados sólo nos queda la obediencia, como vasallos y no como ciudadanos.