Cortinas de humo
OAXACA, Oax., 5 de mayo de 2019.- Se ha escrito poco sobre el papel de las entidades federativas en las transformaciones históricas de México y ha sido relevante ya en su favor o en contra.
En el caso de Oaxaca, la evidencia disponible permite afirmar que fue protagonista y le favorecieron las primeras dos transformaciones, no le fue tan bien con la tercera y esperamos que juegue un papel clave y se beneficie mucho con la 4T.
En grandes trazos, veamos por qué.
En el tiempo de la Independencia, Oaxaca era una Intendencia de las 12 que integraban la Nueva España y alcanzaba el quinto lugar en la tabla del poder económico, político y cultural.
A ello ayudaron las materias primas, la grana cochinilla y el comercio, su condición de paso al Sur y Centroamérica, así como su actividad en las humanidades y las artes.
El papel de los oaxaqueños en la hechura de la Constitución de Morelos de 1814, la Constitución federal de 1824 y la propia y muy original de 1825, está fuera de duda.
No obstante el prolongado declive en la productividad del país en los decenios posteriores a la Independencia, Oaxaca –dada su abundante mano de obra y esquema de producción– no perdió tanto como otros estados.
Por el contrario, aumentó su poder cultural con la formación de líderes intelectuales y políticos a través del Instituto de Ciencias y Artes, una universidad de calidad que los reyes españoles impidieron desde un siglo atrás.
Además, sus clases dirigentes fueron muy hábiles para conseguir el equilibrio entre antiguo y nuevo orden político para ir acomodando las nuevas realidades a formas de gobierno renovadas.
En la 2T, es decir la Reforma, ese poder cultural y político fructificó en la generación liderada por Benito Juárez y Porfirio Díaz, quienes dominaron la política nacional durante más de medio siglo (1858-1911).
Los oaxaqueños incidimos en la elaboración del Acta de Reformas de 1847, la Constitución de 1857 y la propia de Oaxaca de este mismo año, todas con espíritu liberal.
Oaxaca captó de manera abundante los beneficios de ese episodio nacional puesto que el estado vivió medio siglo al amparo del poder juarista-porfiriano que contribuía a sostener.
Por el contrario, la 3T, la Revolución no parece haber generado iguales dividendos a los oaxaqueños, quienes primero incidieron al derribar el régimen de don Porfirio, luego se separaron de la Federación y no aceptaron sino hasta 1922 la Constitución federal de 1917.
En lo subsecuente Oaxaca –como hasta ahora– fue remitido al cabuz del desarrollo y el poder nacional.
Esto quiero subrayarlo: a diferencia de clases políticas locales como la de Veracruz (Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortines), la Ciudad de México (Luis Echeverría, José López Portillo y Carlos Salinas), Puebla (Manuel Ávila Camacho y Gustavo Díaz Ordaz) Michoacán (Lázaro Cárdenas y Felipe Calderón), el Estado de México (Adolfo López Mateos y Enrique Peña), o bien Colima (Miguel de la Madrid), Baja California (Ernesto Zedillo), Guanajuato (Vicente Fox) y Tabasco (Andrés Manuel López Obrador) los oaxaqueños pos-juaristas y pos-porfirianos en el siglo 20 y lo que va del 21 no hemos tenido el talento suficiente, la altura de miras, la visión de futuro para orientar la política del país.
Por ello, es que la 4T debe incentivar la conciencia, inteligencia y voluntad de poder de los oaxaqueños de hoy para incidir en la construcción de la nueva República.
Se requiere un ramillete de virtudes, capacidades y algo de fortuna para protagonizar de nueva cuenta una transformación histórica.
Desde mi perspectiva, es necesario concretar con el apoyo del gobierno federal los grandes proyectos de infraestructura interregionales (Istmo, Costa, Cuenca), pero eso no lo es todo.
Es indispensable forjar mejores recursos humanos y liderazgos sinérgicos, fortalecer el tejido social de pueblos y comunidades y avanzar en el desarrollo político, la misión empresarial con sentido social, las reivindicaciones populares y el destierro de fenómenos perniciosos como la inseguridad, el crimen, la corrupción y la impunidad.
Uno de los temas más sensibles aunque no lo parezca, no debería esperar: la construcción de un estado constitucional local.
A diferencia del pasado, no deberíamos esperar a que se expida una nueva Constitución federal para renovar o al menos reordenar el texto constitucional de los oaxaqueños.
Oaxaca debe salir fortalecido de la transformación histórica en marcha.
Será así no sólo porque apoye las iniciativas nacidas en otros ámbitos y reciba de ellos su impulso sino porque pondrá el ejemplo del modelo a seguir en la refundación institucional de la Patria que nos legaron gigantes como los que triunfaron en Puebla el 5 de mayo de 1862.