Cortinas de humo
CIUDAD DE MÉXICO, 17 de Marzo de 2020.- Contra lo que muchos suponen, en México, las principales víctima del Coronavirus –la mortal pandemia del siglo–, no son sólo los casi ochenta ciudadanos contagiados y tampoco los potenciales infectados que, día con día, aparecerán en todo el país.
No, la terca realidad dice que las mayores víctimas del Covid-19 son el presidente López Obrador y su gobierno. Y no, no es que el presidente haya sido infectado y tampoco que los integrantes del gabinete –de adultos mayores, los más propensos al contagio–, estén entre los posibles portadores del mortal virus.
Lo cierto es que la turbulencia de la pandemia no sólo pegó debajo de la línea de flotación del presidente y su gobierno, sino que el Covid-19 le quitó el control de la agenda y, sobre todo, mostró el tamaño descomunal y el grave peligro de la ingobernabilidad que ha provocado un gobierno fallido como el de López Obrador. Pero hay más.
El Covid-19 también exhibió el tamaño del descrédito presidencial y la caída sin freno en la popularidad de AMLO, quien hoy está por debajo del 50 por ciento de las preferencias. Por eso, en su desesperación por recuperar la clientela que día a día lo abandona, López Obrador regresó a lo único que sabe hacer –y que lo hace muy bien–, los “baños de pueblo” por todo el país.
También por eso, con todo el poder del Estado, AMLO camina por todo el país, detrás de una costosa avanzada de especialistas que siembran aquí y allá montajes multitudinarios, para hacer creer a los ingenuos que la gente lo aclama, a pesar de la grave crisis por la pandemia del siglo, a pesar de los riesgos de contagio.
Sin embargo, los irresponsables espectáculos masivos que encabeza Obrador –mientras el mundo cierra fronteras y cancela concentraciones de más de 20 personas–, acarrearon otra grave pérdida al presidente; la pérdida de confianza del mundo.
Y es que Obrador ha sido noticia en todo el mundo, no por su capacidad para combatir el Covid-19 y menos por dejar a salvo a los mexicanos; AMLO es noticia por su irresponsabilidad frente a la pandemia, al grado que es el hazmerreir del mundo.
Y si dudan, no hace falta más que asomarse a los medios internacionales –prensa, televisión y digitales–, para descubrir piezas periodísticas en las que –frente a la tragedia global–, se ridiculiza al presidente mexicano por las grotescas e irresponsables acciones frente al Coronavirus.
En esos reportajes se presentan imagen de la multitud en torno al presidente mexicano, mientras que el discurso del mandatario suele ser exhibido como la nota discordante ante la tragedia que se vive en todo el mundo, mientras que en México parece que nada ocurre, ya que su presidente sigue en campaña permanente, en actos multitudinarios; manoseando, besuqueando y chupeteando mujeres y niñas.
Peor aún, mientas que las autoridades federales llaman a la población a evitar el contacto directo; a olvidar el saludo de mano, del abrazo y de la participación en actos multitudinarios, el propio presidente incumple todos los básicos que recomienda su gobierno y asume un papel de iluminado.
De gira por Guerrero, por ejemplo, en la plaza pública pontificó, frente a una multitud, de la siguiente manera: “a nosotros no nos van a hacer nada los infortunios, las pan-de-mias, nada de eso”. Es decir, que cual dictador bananero, Obrador decretó que el Covid-19 no hará daño a los mexicanos. ¿Por qué? Porque él lo ordenó.
Luego, ante las críticas por su irresponsabilidad de intensificar los “baños de pueblo”, AMLO debió aceptar, de manera pública: “Si hace falta, me hago la prueba del Coronavirus… Haré lo que me indiquen los médicos”, respondió. Sin embargo, el mismo lunes 16 de marzo, al llegar a la “conferencia mañanera”, Obrador rechazó el “gel anti-bacterial” que le ofreció el equipo médico de Palacio a los asistentes, a pesar de que en esa misma conferencia el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, insistió en que lo mejor es lavarse las manos hasta 20 veces al día, si es necesario. Pero en el extremo de la estulticia oficial, el mismo López Gatell dijo que era responsabilidad oficial cuidar al jefe del Estado pero que los protocolos de salud “no son andar haciendo recomendaciones generales para que aterricen en el presidente”.
En el absurdo total, Gatell dijo que a pesar de su edad, el presidente “no es una persona de especial riesgo… y es que la fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio, entonces no tiene que ser la persona que ande contagiando a las masas, o al revés”.
Por todas esas irresponsabilidades y contradicciones, el presidente mexicano ya es la primera víctima del Coronavirus y es, al mismo tiempo, el hazmerreir del mundo.
Al tiempo.