Economía en sentido contrario: Banamex
CIUDAD DE MÉXICO, 19 de febrero de 2018.- El marco era perfecto.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) programó la toma simbólica de la Ciudad de México, hecho evasivo desde 1997, cuando el Partido de la Revolución Democrática (PRD) sentó reales en la capital.
Un autódromo donde, decían los organizadores, cabían 25 mil espectadores debidamente sentados en gradas y una cifra superior -digamos 35 mil- en las partes bajas.
O sea, 60 mil.
Imagen y mensaje de poder a favor de José Antonio Meade, un hombre bueno adherido a la fuerza política con más negativos pero también con la mejor estructura en el país
Y ahí llegaban -“imagen del nuevo PRI”, decía el animador- los representantes de todos los sectores y de todas las organizaciones del partido predestinados a convertir a un externo en Presidente de la República.
Pero el autódromo no se llenaba, acaso no por falta de asistentes interesados, sino por el exceso de control con guardias de radio y mentes cerradas para abrir puertas para un espectáculo ajeno a ellos.
Todos reclaman la salida de Ochoa
Porras aquí, tamboras por allá.
Llegó el candidato con su esposa la carismática Juana y tardó en llegar al estrado y, tras mensaje de Enrique Ochoa, protestó a las 10:30 y habló vagamente de su proyecto porque la ley le prohíbe ser preciso.
Pero sí contrastó propósitos con quien pretende liberar a delincuentes y perdonarlos porque su simple aura mesiánica los purificará como ha sucedido con quienes tránsfugas de la ley ahora son parte de su imperio moreno.
Meade no: a ellos les quitará las armas, el dinero y los bienes para disminuir la violencia y reivindicará a las Fuerzas Armadas como “grandeza de México” en estos tiempos aciagos.
Eso decía mientras en el ambiente giraban preocupaciones.
La principal: ¿cómo enderezar la campaña para remontar y ser contendiente con quien, voz del propio Meade, pretende regresar la historia de México?
Eso dominó el acto del autódromo:
-¿Se va Enrique Ochoa?
Rubén Moreira se paseaba como imagen de opción, pero en el ánimo general había otros y abrían la baraja:
-Es mejor y más cercano a Enrique Peña el ex gobernador Eruviel Ávila.
-No, José Calzada tiene más tablas por su hoja impecable: gobernador sin cuestionamientos, priísta a toda costa y secretario de Agricultura con honores.
-No, si se trata de mandar un mensaje de unidad debe ser Miguel Ángel Osorio Chong, ex secretario de Gobernación.
Pero Osorio Chong no fue visto acaso porque no fue invitado y apareció el nombre de mayor consenso entre los entrevistados y entonces surgió el consenso:
-Necesitamos alguien como Alito -Alejandro Moreno, gobernador de Campeche- porque es el único de lucha y tiene comunicación con todas las fuerzas políticas, vitalidad, discurso… ¡todo!
-¿Y si no es Alito? -pregunto a un candidato de primera fórmula al Senado.
-Pues entonces luchemos contra la marcha PRI.
Traición de Ricardo Anaya a Luis Serna
1.- Aquí lo advertimos el mes pasado:
Ricardo Anaya había prometido muchos primeros lugares para el Senado y solo había uno.
Bueno, pues ahora le vienen las cuentas y anote usted en primer lugar a su padre putativo el chihuahuense Gustavo Madero.
Vienen tiempos oscuros para ese traidor de promesas.
Y 2.- si de traiciones se habla, aquí va otra:
Luis Serna, secretario particular de Miguel Mancera, tenía apalabrada la candidatura para diputado federal.
Pero no salió y ¿a quien se debe el incumplimiento?