Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 30 de septiembre de 2018.- Una de las vertientes del movimiento estudiantil mexicano de 1968 –del 22 de julio al 4 de diciembre– fue el papel de los intelectuales. Hasta ese año, los intelectuales maduros formaban parte de la base cultural del PRI y su sistema dominante, en tanto que los intelectuales jóvenes estaban sido sacudidos y distraídos por la ruptura cultural de los sesenta como contracultura.
Las dos únicas revistas en los sesenta que ocupaban el espacio de la cultura política eran Política, crítica pero articulada al cardenismo como corriente progresista y de izquierda dentro del PRI, y el suplemento La Cultura en México de la revista Siempre, dirigida por Fernando Benítez. La primera se dedicaba más al debate político y la segunda merodeaba la política desde la cultura. Las dos carecían de autonomía política porque se movían en los espacios ideológicos del PRI progresista conocidos como “nacionalismo revolucionario”.
Octavio Paz era en 1968 el intelectual y poeta más respetado, pero se movía con enorme autonomía de grupos. Había participado en el cardenismo posrevolucionario, apoyado activamente a la república española y firmado un inusitado llamado público de varios intelectuales contra el gobierno por la represión sindical en 1958. Desde 1945 Paz se había incorporado al servicio diplomático, igual que buena parte de los intelectuales reconocidos. En 1967, con el apoyo institucional de la presidencia de la república, ingresó al Colegio Nacional, el espacio intelectual por excelencia.
En septiembre de 1968, Paz era embajador de México en la India. Y hasta ahí llegó la petición del canciller Antonio Carrillo Flores para que escribiera un reporte no público sobre la percepción de Paz sobre los movimientos estudiantiles. Ese documento, común en las embajadas, sería entregado al presidente Gustavo Díaz Ordaz. Paz redactó una larga carta –verdadero ensayo político no diplomático– para sintetizar su percepción: los sistemas políticos se habían petrificado, el PRI ya no respondía a las necesidades de los jóvenes y las protestas estudiantiles eran expresiones de rebeliones sin propuestas concretas. Paz señalaba que el PRI debía abrirse a la democracia o quedarse en medio de mayores protestas que llevarían a endurecimientos oficiales como respuesta. Curiosamente, Paz llegó a usar la primera persona del plural –“nosotros”– para referirse al PRI y al sistema.
El principal problema de México era de inquietudes juveniles. De 1951 a 1967 habían estallado cuando menos cinco crisis en centros de educación. Superior que provocaron la intervención de la policía y del ejército. Pero en aquellos años, los jóvenes se incorporaban al PRI para hacer política, aunque en la realidad sólo podían votar a partir de los 21 años o desde los 18 si estaban casados por lo civil.
Los acontecimientos se precipitaron en México en 1968, el gobierno de Díaz Ordaz endureció su respuesta autoritaria y llegó el 2 de octubre en Tlatelolco: enfrentamiento a balazos entre estudiantes armados y el ejército. Basado en un cable de una agencia de noticias que hablaba de 500 muertos –fueron menos–, Paz redactó su renuncia al cargo de embajador –pasó a retiro, era el concepto burocrático– como protesta. El gobierno de Díaz Ordaz enfureció por la mala publicidad y las hordas periodísticas del Estado se lanzaron a triturar a Paz. Sabedor de esas reglas, Paz deambuló por Europa, pasó a los Estados Unidos y terminó su auto exilio en Austin, Texas, a finales de 1969.
En octubre de 1969 participó en un ciclo de conferencias en la Universidad de Texas en Austin con el texto México: la última década(texto íntegro en https://buff.ly/2zrL3zN), en el que retomaba su análisis de septiembre de 1968 como reporte a la cancillería. En veintinueve páginas se lee a un Paz politólogo, con el más lúcido análisis sistémico de la crisis del sistema político priísta. Ahí resumió su tesis del subdesarrollo desigual, su enfoque comparado del sistema PRI con el sistema soviético y sobre las petrificaciones de los gobiernos ante las realidades.
Las cartas a la cancillería, su renuncia y el texto de Austin fueron la base del ensayo Posdata publicado en febrero de 1970, todavía con el autoritario Díaz Ordaz en la presidencia. La tesis central de Paz denunció el desvío del rumbo ideológico de la Revolución Mexicana hacia la construcción de una burocracia del poder dominada por la ambición, la corrupción y la apropiación de las estructuras del poder. El PRI derivó en una burocracia de clase domesticadas y por tanto proclive al uso del autoritarismo para mantener el poder.
El enfoque de Paz sobre el sistema político priísta fue sistémico, aunque sin ofrecer datos de lecturas teóricas sobre los sistemas políticos; eso sí, Paz demostró en esos textos sus lecturas profundas sobre Marx (ya muy críticas en Corriente Alterna, de mediados de 1967), de Platón, Aristóteles, el barón de Montesquieu, Rousseau y sobre todo su admiración por el vizconde de Tocqueville. En este sentido, la academia politológica mexicana le debe a Paz un reconocimiento porque su conferencia en Austin y su ensayo Posdata abrieron nuevos caminos al análisis científico de la política. Sin embargo, la academia y el mundo intelectual ha sido históricamente mezquinos con Paz.
La conclusión de Paz sobre el 68 mexicano fue sencilla: el PRI, el Estado y el sistema político priísta ya no respondían a la nueva conformación social de las clases en México y el dilema fue sencillo de explicar; democracia o dictadura.
Hoy que se recuerdan los 50 años del 68 mexicano, nadie aún le reconoce a Octavio Paz su aportación analítica. En cambio, otros protagonistas menores y hasta críticos de los estudiantes y hoy progresistas acaparan los homenajes. En el 2014 el PRI y el PRD negaron poner el nombre de Paz en el muro de la Cámara de Diputados, pero hoy Morena inscribirá la frase “Al Movimiento Estudiantil de 1968” en ese muro.
Sin embargo, la única protesta severa contra Díaz Ordaz en octubre de 1968 fue la renuncia de Paz a la embajada y sus ensayos analíticos de 1969 y 1970. Y es la hora que el sistema político se niega a reconocer ese acto cívico e intelectual de valor de Paz y la academia no se ha atrevido a incorporar los ensayos de Paz a la historia de la ciencia política. A pesar de ello, el recuerdo del 68 mexicano pasa inevitablemente por Octavio Paz, lo quieran o no.