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MORELIA, Mich., 25 de mayo, 2017.- Un personaje de la época ilustrada del periodismo en México, comentó en cierta ocasión a finales del siglo pasado, que el periodismo era la profesión más ingrata pero la más bella del mundo.
En el nuevo siglo, el quehacer informativo se ha convertido además en el oficio más peligroso, y en la mayoría de las veces, improductivo.
Somos defensores de injusticias y de abusos.
Pero la mayoría de los reporteros no cuentan con los derechos laborales más fundamentales.
Aunque se muevas en lugares peligrosos como Michoacán, no cuentan con Seguro Social; solo contratos o acuerdos de palabra, donde la empresa no tiene ningún compromiso con el periodista.
Los salarios son bajos, y como ocurre actualmente en algunos medios informativos, retrasan el pago hasta por meses.
Hace algunas décadas las empresas periodísticas pagaban sueldos de hambre, bajo una ley no escrita, que permitía al reportero obtener el resto del salario en las fuentes que le tocaban cubrir.
Actualmente se ha promovido mucho la honestidad, pero los salarios son los mismos.
Del profesionalismo podemos decir poco, muchos periodistas solo se les entregó una grabadora y aprendieron el oficio en la práctica.
Algunos se han convertido en verdaderos profesionales, otros no tanto.
También hay un buen número de egresados de universidades públicas y privadas.
Hay de todo.
Pero como ocurre en todo el país, hay quienes sobreviven, algunos viven dignamente y muy pocos se han convertido en empresarios o bien ocupan cargos importantes en empresas de comunicación, e incluso algunos como funcionarios de gobierno.
En ciudades importantes de Michoacán e incluso en municipios medianos y pequeños hay pequeños diarios impresos o páginas de internet que se han multiplicado por cientos, al convertirse en una forma de vida, muy respetable, pero con opciones limitadas en cuanto a financiamiento.
Cuando una nación entra en crisis, los medios informativos, sobre todo los impresos, también les cuesta trabajo sobrevivir.
En estados y municipios decrecen las partidas presupuestarias para prensa y propaganda de los gobiernos.
Solo algunos medios, sobre todo los electrónicos y que son parte de un monopolio, son quienes sacan provecho incluso cuando hay crisis.
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