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TZINTZUNTZAN, Mich., 2 de noviembre de 2016.- La capital del imperio Purépecha se pintó de amarillo, como cada año, y fue invadido por ese olor característico de la flor de cempasúchil, alumbrado con veladoras que le hacen relucir desde kilómetros.
Esta la Noche de Muertos, una de las celebraciones más importantes de Michoacán. Cientos de indígenas, vestidos con sus trajes típicos de la región, se dieron cita a pesar del intenso frío que se vive en la zona, para recordar a los difuntos y recibirlos como si estuvieran entre nosotros, en esta tradicional ceremonia de la Noche de Muertos, que se remonta hasta la época prehispánica.
Los habitantes inician los rezos únicamente alumbrados por las veladoras y por la luna, una experiencia totalmente mística. Caña de azúcar, inciensos, adornos en papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, pollo con mole, tequila, mezcal, charanda, barajas de cartas, fichas de dominó, pétalos de flor de cempasúchil y veladoras adornan los altares, colocados sobre los cuerpos de los difuntos. No cabe duda, después de ser testigo de la celebración, de por qué la etiqueta de Pueblo Mágico para Tzintzuntzan.
Y es que, se respira magia, la magia de ver a familias purépecha reunirse con sus seres queridos, de una tradición de cientos de años, de las almas que siguen los caminos hechos con veladoras, la magia de Tzintzuntzan. La Noche de Muertos es considerada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Atrae turistas de todo el mundo, quienes se reúnen para ser partícipes de esta celebración a los que ya no están entre nosotros.
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