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El pacto y la coordinación fiscal
OAXACA, Oax., 3 de marzo de 2019.- Conforme avanza el ejercicio de gobierno del Presidente López Obrador y su apuesta por una transformación histórica emergen sus oposiciones –en sentido amplio– y posibles límites que examinar.
La lista es larga por lo que aquí haremos una reducción dentro del contexto sociocultural subjetivo y objetivo en la lógica de nuestro respetado profesor alemán Dieter Nohlen.
En el contexto subjetivo se observa una creciente competencia que debe incorporar un diálogo creativo y abierto entre enfoques “neo” para incidir en la realidad.
De un lado, el neoliberalismo y el neoinstitucionalismo económico y político se oponen al nuevo keynesianismo económico y populismo político más el comunitarismo que accedieron recién al poder.
Del otro, el formalismo jurídico y el neoconstitucionalismo de principios con su sesgo judicialista resisten al garantismo jurídico crítico de vocación integral y al constitucionalismo popular y populista o transformador que aquí, a diferencia de otros países, apenas comienza.
Vamos por partes.
Los neoliberalismos, neoinstitucionalismos y neoconstitucionalismos –con sus obvias diferencias y matices– han hecho bien en la medida de su impulso a los valores, principios y derechos de libertad y participación individuales, democracia representativa incipiente y más inclusiva, su apuesta por el mercado en busca de una sociedad de propietarios y comerciantes, así como un estado más o menos garante de todo ello.
Pero han hecho mal por su descuido de los derechos sociales, económicos, culturales y ambientales; por el abuso desatado del mercado sobre el estado, la sociedad y sus comunidades; en particular por su dogmatismo técnico y sistémico disfuncional para la vida diaria de la mayoría depauperada caídas en manos de fuerzas globales, la ilicitud y el crimen.
Tendrán que corregir si aspiran a oponerse en serio, como no lo están haciendo en Argentina, Brasil o Ecuador en donde han logrado regresar al poder gubernamental con Macri Bolsonaro y Moreno, respectivamente.
Motivados por aquellos efectos negativos, en México sus adversarios apenas asumieron el poder y ya ensayan antiguas y nuevas estrategias.
Fortalecer al estado y re-regular, intervenir, extraer y distribuir, reproducir y arraigar sus símbolos y prácticas, recuperar y apelar a pueblo(s) y comunidad(es) abriendo cauces a la participación popular, la solidaridad y la cooperación a todos los niveles.
Paradójicamente, a la luz de los espejos sudamericanos citados, podrían convertirse en su principal “auto-oposición” si radicalizan bipolarmente sus estrategias (Venezuela), se alejan de la sociedad y se transmutan en lo que criticaron (Brasil, Chile y Perú), abren frentes inagotables (Ecuador), yerran y no enmiendan (Argentina), alcanzan triunfos y se dividen en la disputa por la continuidad (Ecuador y Brasil), o bien si se corrompen (casi todos los casos citados) y no aprenden de las buenas prácticas como las de Uruguay y Bolivia.
Entre nosotros, la disputa seguirá especialmente intensa en sectores y fuentes sensibles de extracción y rentas, lo.mismo que en educación y medios de reproducción simbólica porque cambiar el régimen es cambiar el paradigma que lo justifica.
Otro tanto se mira en la competencia entre enfoques jurídicos, campo en el cual los formalistas y neo-constitucionalistas parecen inamovibles ante la tibia apelación de pro-populares y populistas que todavía continúan en la oposición.
Sobre el contexto objetivo, sólo cabe apuntar que los límites económicos y sociales estructurales del país no permiten anchos márgenes de maniobra al gobierno en turno.
Así, por ejemplo, las variables macroeconómicas son frágiles y el escenario internacional poco favorable.
La profunda desigualdad y pobreza muy graves y los remedios insuficientes mientras que la evolución demográfica y de las expectativas, violencia, crimen e impunidad es tendencialmente adversa.
En el escenario político el panorama parece halagüeño para Morena en 2019 (de Puebla a Baja California) pero sus opositores en sus dos flancos más importantes (PRI y PAN), además de coaliciones regionales variopintas en formación (Corral y asociados; MC; acaso el PRD y nuevos partidos) se preparan para 2021, antesala del nuevo super domingo de julio 2024 que se ve lejos pero está muy cerca.
Habrá que ver examinar cuánto penetra, regula y conduce de manera efectiva la propuesta de gobierno del Presidente López Obrador. Observar si avanza suficiente para cambiar las condiciones materiales y simbólicas que ya le cuestionan sus proto-opositores, por ejemplo, diversas organizaciones y líderes de la sociedad civil organizada.
A los opositores en ciernes, no obstante su debilidad de hoy, les ayudan las limitaciones estructurales de México que ayer ellos mismos contribuyeron a profundizar y que no será fácil dejar atrás siquiera en el mediano plazo.
De allí las prisas del Presidente con las que muchos de sus colaboradores no logran sincronizar.