Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de julio de 2020.- Impacta ver el mapa de México en rojo, salvo cinco entidades, que ilustra el avance del Cártel Jalisco Nueva Generación que ha tomado el control del hampa en 27 estados.
Enfrente está el gobierno federal, sin estrategia para reducirlos y evitar que se apropien del país. Ninguna.
Ante los ojos del gobierno está el mapa de los estados pintados de rojo (Reforma del viernes, primera plana), en los que manda el CJNG.
Una maquinaria implacable, con muchas alianzas pero mando único, que dirige el crimen organizado en prácticamente todo el territorio.
Cuando sea ineludible enfrentar a ese cártel, ahí sí habrá guerra a escala nacional y la victoria del Estado no es segura.
El baño de sangre será inevitable.
Lo que tanto se cuidó en los dos sexenios anteriores, con todo y errores, se vino abajo: atomizar a los cárteles más poderosos para que no tuvieran la fuerza suficiente para desafiar al Estado.
No hay estrategia. México está indefenso.
Hace una semana quisieron matar al jefe de la policía de la Ciudad de México con un atentado de características que nunca habíamos visto.
Lo quisieron matar porque Omar García Harfuch, formado en la extinta Policía Federal, sabe el peligro que representa el CJNG como jefe de grupos criminales en la capital. Los combate y sigue les la pista por todo el país.
Del presidente López Obrador no hubo una sola palabra de condena al cártel y sus sicarios después del atentado.
La energía presidencial y la maquinaria del estado se centra en combatir a sus adversarios políticos y obsesiones ideológicas: la empresa privada, los gobiernos anteriores y los periodistas que lo critican.
El CJNG mató hace dos semanas a un juez federal y su esposa, luego vino por García Harfuch y ahora quiere asesinar al gobernador de Jalisco.
¿Y el gobierno? No existe para esas tareas que le son propias.
El presidente elude enfrentar el problema y se asume como «guardián de las elecciones», que no es de su competencia, sino del INE.
Su tarea básica es proteger la vida de los ciudadanos y se niega a hacerlo. El CJNG va a matar a quien le estorbe, en las policías, en la política o en los medios de comunicación.
AMLO prefiere pelearse con las empresas españolas: «que se oiga bien y que se oiga lejos, México no es tierra de conquista, no van a venir a saquearnos, se acabó eso».
El problema no son las empresas que se vienen a establecer al país. Ellas son parte de la solución.
A quien hay que decir que México no es tierra de conquista es a un cártel que controla el crimen en todo el territorio, salvo en Sinaloa (base del cártel del Pacífico), Durango, Coahuila, Nuevo León y Yucatán. Y actuar en consecuencia. (Por cierto, ninguna de esas entidades es gobernada por Morena).
Pero no hay estrategia de seguridad ni de justicia.
Insiste el presidente que la estrategia anticrimen «seguirá siendo social». Muy bien, pero en su sexenio, por ineptitud y debido a las circunstancias, habrá más nuevos pobres y desempleados que nunca.
El grupo criminal que opera en una parte de Guanajuato, liderado por un bandido al que llaman El Marro, tiene en jaque al gobierno federal.
No lo pueden apresar porque las instancias federales son renuentes a coordinarse con un gobierno estatal de distinto signo ideológico. Lo atacan.
Aprehendieron a los familiares del jefe del cártel y salieron libres, todos, porque no hay una estrategia de justicia. No saben qué hacer con un detenido.
Luego de la liberación de sus parientes, El Marro mandó matar a tres policías municipales de Irapuato que osaron detener una caravana para ver si iba la mamá del criminal.
Dos días después esa misma pandilla asesinó a 26 jóvenes en un centro de rehabilitación para adictos. Son muchachos de familias pobres, que se encierran ahí para escucharse, darse ánimos para dejar las drogas.
Apenas comen lo que les llevan sus familiares: un kilo de arroz, unas tortillas. A dos de ellos, hermanos, un tercer hermano que ya se había rehabilitado, fue a llevarles una botella de refresco cuando cayeron los criminales. Esa tarde la señora Rosalba Santoyo perdió a sus tres hijos, albañiles todos. Se los mataron.
Al gobierno no le duele eso, o es la impresión que da porque en lugar de coordinarse con las autoridades estatales prefiere culparlas, son panistas.
Y el presidente le da vuelta a la página. En la conferencia mañanera carga contra los periodistas que lo critican pues, según él, han hecho un lucrativo modus vivendi al «atacarme».
Ataque el que sufrieron esos muchachos que fueron masacrados en Irapuato.
Ataque es el que hubo contra García Harfuch, hacia quien no ha tenido una sola palabra de aliento y de respaldo.
Ataque es el que sufre México de parte de un cártel, que ya tiene la fuerza bélica y presencia territorial para enfrentar al Estado.
El presidente está abocado a la grilla, no a su tarea de dar seguridad personal y patrimonial a los ciudadanos.
No contamos con él, que no tiene estrategia de seguridad ni de justicia.
Mientras se distrae en pleitos, un cártel ya tiene el mando del crimen organizado en 80 por ciento del territorio nacional.