
Participa Nino Morales en Consejo Nacional de Morena
Aunque fue calificado y asumido rápidamente por las autoridades israelíes como “un terrible y lamentable error”, el bombardeo del ejército de Israel contra la única parroquia católica en Gaza ha motivado las más fuertes declaraciones del papa León XIV sobre la guerra desatada en esos disputados territorios y obliga a un replanteamiento sobre los argumentos diplomáticos que hablan de 'defensa' cuando en los hechos hay un desprecio por los pueblos.
El pontífice ha definido como “barbarie” todo el entuerto bélico y odio cultural que ha ido masacrado a inmensas poblaciones bajo el juego de intereses de ejércitos y terroristas ultramodernos; pero, a pesar de todo lo ocurrido, sigue manifestando con mucha cautela la reivindicación del pueblo palestino en sus mensajes pontificios. Por supuesto, a través de los medios de comunicación del Vaticano se habla de Palestina y los palestinos como sujetos de interés diplomático, pero el Papa norteamericano no suele mencionarles bajo la misma categoría que sus predecesores.
Antes del siglo XX, los pontífices hablaban de Palestina en clave geográfica y religiosa. Por ejemplo, Benedicto XIV en tres encíclicas entre 1751 y 1753 habla que, en el contexto del Jubileo del Año Santo, se exigía a los católicos “a viajar a Palestina para luchar y liberar esa región del yugo de los infieles”; que se reconvino a los cristianos de Palestina por “verter agua tibia en la Sangre divina después de la Consagración” y que ante la escasez del “verdadero bálsamo” (hecho de arbustos del Valle de Jericó en Palestina) debido a la invasión turca en la región, se autorizó utilizar bálsamo del Nuevo Mundo a los obispos europeos para elaborar el Santo Crisma.
A inicios del siglo pasado, sin embargo, Palestina se convirtió en una categoría histórica y territorial para los pontífices; Benedicto XV, por ejemplo, en 1920 relata los viajes de san Jerónimo (el heróico Padre de la Iglesia que tradujo la Biblia del hebreo y el griego al latín) por Palestina pues “más claramenteá la Escritura el que haya entendido contemplado con sus ojos la Judea y conozca los restos de las ciudades antiguas”.
Fue durante el pontificado de Paulo VI que Palestina tomaría una dimensión místico-política en los discursos del Papa, evidentemente motivado por el primer viaje pontificio a Tierra Santa en 1964 donde recordaron las palabras de Tertuliano: “Porque fue primero en Palestina donde los apóstoles establecieron la fe e instalaron sus Iglesias. Luego, partieron a través del mundo y anunciaron la misma doctrina y la misma fe”; pero también conmovido por la guerra de 1967 en la región: “Seguramente no hay otro lugar en el mundo en el que se haga más injuria a Dios qué en esta tierra bendita de Palestina, donde se hallan reunidos los recuerdos y los santuarios, con razón valiosas para los tres grandes grupos religiosos que profesan la creencia en Dios único y misericordioso”, escribió el pontífice al rey de Marruecos, Hassan II Ben Mohammed en la víspera de la Conferencia de jefes de Estados musulmanes.
Más tarde, al inicio de su largo pontificado, Juan Pablo II distinguió con claridad entre Palestina y el pueblo palestino. Lo primero, como aquel territorio bíblico histórico donde creció la fe cristiana; y lo segundo, como una población circunstancial. Sin embargo, tras su viaje apostólico a Tierra Santa en el 2000 (y los eventos terroristas en Nueva York del 2001), Juan Pablo II comenzó a homologar la categoría mítico-política del pueblo israelí a la del pueblo palestino, quizás porque el terrorismo y la guerra ya habían adquirido una dimensión autófaga. Ante su cuerpo diplomático el Papa dijo con claridad en el 2002: "Nadie puede permanecer insensible ante la injusticia de la que es víctima el pueblo palestino desde hace más de cincuenta años... Nadie puede negar el derecho del pueblo israelí a vivir con seguridad. Pero nadie puede olvidar tampoco a las víctimas inocentes que, de una parte y de otra, caen todos los días bajo los golpes y los tiros... Unos contra otros, los Israelíes y los Palestinos no ganarán la guerra. Los unos con los otros, pueden ganar la paz”.
Benedicto XVI mantuvo esa fórmula: “El Estado de Israel tiene que poder subsistir pacíficamente de acuerdo con las normas del derecho internacional; en ella, por igual, el Pueblo Palestino ha de poder desarrollar serenamente las propias instituciones democráticas por un futuro libre y próspero”; y Francisco puso aún más énfasis en las personas pero con la misma definición ulterior de 'pueblo': “Pienso también en los palestinos e israelíes de buena voluntad que, entre lágrimas y sufrimientos, no dejan de aguardar con esperanza la llegada de un día nuevo y se esfuerzan por anticipar el alba de un mundo pacífico en el que todos los pueblos”.
El papa Francisco también agregaría que la palabra 'pueblo' no se puede explicar sólo desde una categoría lógica (quiénes lo conforman, en qué territorio y bajo qué estructuras) sino esencialmente bajo una categoría mítica que busca entender ese inasible y lento proceso transgeneracional de cultura hacia un proyecto común: “El pueblo es un ser de existencia mítica”, diría Romano Guardini.
En sus escasos meses de pontificado y bajo una de las crisis recurrentes de beligerancia en Tierra Santa, León XIV ha mencionado de propia voz sólo una ocasión a Palestina: en el ángelus del 22 de junio donde la nombra como territorio indefinido “de emergencia” junto a Medio Oriente, Gaza, Irán, Israel; y sólo ha llamado “palestino” a Aziz Sarah, cuyo hermano fue asesinado por el ejército israelí, en el “valiente abrazo” con Maoz Inon, israelí de padres asesinados por Hamás.
León XIV ha preferido hablar de la gente que sufre en Gaza. De hecho, ha orado por Gaza con persistencia en su rezo del Regina Coeli, el Ángelus, catequesis y audiencias generales. Incluso después del proyecto sobre la parroquia de la Sagrada Familia, los reportes de su oficina de prensa sobre las sendas llamadas con Netanyahu y Abbás (respectivos representantes de los estados de Israel y Palestina) se refieren que el Papa habla de ambas realidades desde la perspectiva diplomático-institucional eludiendo de forma muy concreta toda interpretación mítica, política, histórica o religiosa de los “pueblos” en conflicto. Como se ha dicho en otros espacios, el Papa Prévost confía en las estructuras y las instituciones, en la dimensión organizativa y funcional de las mismas, en sus formas, sus medios y sus tiempos. Por ello ha rehabilitado el Palacio Apostólico en el Vaticano y la estancia veraniega de Castel Gandolfo, porque las instancias dan sentido al proceder de las personas. Estamos frente a un cambio muy significativo de la 'teología del pueblo' de Bergoglio a la 'teología de las instituciones' de Prévost, veremos cómo impacta esto dentro y fuera de la Iglesia católica.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe