Pasarela presidencial frente al dinero

CIUDAD DE MÉXICO, 19 de octubre de 2017.- Los señores del dinero se comportaron con discreción, muy educados, muy correctos a pesar de que el evento comenzó, pasando esas vallas aterradoras del Estado Mayor Presidencial, a las 7.30 de la mañana.

Pasarela muy atrevida que organizó Manuel Arroyo, este empresario joven que parece tener una varita mágica en su mano, responsable del Financiero, junto con Carlos Hank, cada día más parecido a su padre, siempre en mi amoroso recuerdo.

Los dos juntaron, nada casual, a los cuatro precandidatos presidenciales oficiales. Los que nombró Emilio Gamboa, abajo de un helicóptero obviamente, y no han sido negados, antes, al contrario. Y en primera fila, esto sí paternidad de la malicia política de Arroyo, al “caballo negro”, el Plan B-C-D… El gobernador de Campeche, Alejandro Moreno.

Fue una jornada intensa. Con meseros que solamente repartían café en los lugares “VIP”, las primeras tres filas, con un viento frío en el Museo de Antropología, con un desfile de corbatas de seda y bolsas de diseñador.

Todo sucedió, mientras “Alito” Moreno tomaba nota y recibía abrazos, antes de la llegada del Presidente Peña Nieto, que merece nota aparte porque en persona es de no creerse, de quedar patidifuso mientras habla de las “Fake News” y los socavones y la corrupción y el fiscal carnal… En versión mejorada, pues.

Comenzó José Antonio Meade. Conocido por todos, recibido con aplausos, despeinado, incómodo, cuál alumno de excelencia que repite la lección de corrido, sin tiempo para tomar aire.

Imposible entenderlo. Menos todavía cuando lo malo que nos pasa es, según sus técnicas sumas, lo mejor que podía sucedernos. Y, además, en amplificadas estadísticas y tablas macroeconómicas.

De pronto un pequeño “chascarrillo”, relacionado con el fútbol. Lo demás fue una demostración extrema de sus grandes capacidades tecnócratas. Ningún discurso político, ninguna concesión.

Y vaya que no fue responsabilidad del sonido que probaron por más de una hora. Es que la voz de Meade está ahí para los que saben. Punto.

Su expresión es la de un niño bueno que va a misa. Está personificado, mitad tímido y otra mitad triunfador. Alguien, muchos alguienes le han hecho creer que es el elegido. Antes tuvimos que ver un anuncio del gobierno de Peña Nieto, promoviendo a los cuatro, lucrando con los terremotos.

Al inicio Meade, solamente un instante al principio de su intervención, hizo reír a la gente que comenzaba a despertar cuando dijo que un verano trabajó de “golondrino” en el diario El Financiero, donde su padre escribía una columna… no dijo sobre qué temas.

Casi la mitad de su tiempo fue hablar sobre Pemex con gráficas que sus ayudantes cambiaban a tiempo. Su voz es plana, sin matices, hasta cuando dijo que, a este país, o sea México, le falta mucho por caminar… Su deseo, a pregunta expresa, fue Tener Estado de Derecho.

O sea, absoluta admisión de lo que no tenemos. Y admira, primero en la lista, a Morelos.

Luego vino Aurelio Nuño. Genio y figura de Peña Nieto, pero sin memes, sin equivocarse, sin sumar al revés. Muy suelto ante el micrófono, muy en su tema de educación, pero siempre en el encuadre político. Mucho control de la escena, del micrófono, de la palabra.

¿Seductor? Para mí el tema es que se parece mucho a su jefe. Pero podría serlo. Estuvo suelto, confiado, seguro. Usa un extraño reloj de plástico rojo con una caratula negra, y una argolla matrimonial… El pelo largo peinado, como para pasar lista temprano. No utilizó tarjetas, ni cifras complicadas, ni gráficas, una exposición ante cuates con mucha seguridad.

Acepta que el proceso de cambiar la educación llevará, por lo menos, otros diez años porque “llegamos tarde”. Advierte, como todos, sobre las “fuerzas políticas” que se oponen… Con gran elegancia, política, aprovechó para saludar y felicitar al gobernador de Campeche… Y además de ponderar a Morelos, se fue con priistas, así dijo, como Ávila Camacho, López Bodet, el Presidente Lázaro Cárdenas…

Y volvió a agradecer “la generosidad de mucha gente”, comenzando por Enrique Jackson, mi querido Enrique, que le dio su primera chamba.

Un cambio extremo… Y faltarían otros dos, antes de Peña Nieto…

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