El episcopado ante el segundo piso de la 4T
El PRI de Alito hoy parece más apéndice de MORENA que partido de oposición y el trasvase de “distinguidos” priistas al partido de AMLO lo confirma
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), la fuerza política que dominó la vida pública de México durante más de siete décadas atraviesa el momento más difícil de su historia.
Tras sufrir una estrepitosa derrota en las elecciones presidenciales de 2018 y perder la mayoría de las gubernaturas y municipios en los comicios a partir de entonces, el PRI se enfrenta ahora a una profunda crisis interna que amenaza su supervivencia como partido.
El partidazo del siglo 20 se derrumba con la renuncia masiva de cientos de militantes, dirigentes regionales y nacionales, y figuras emblemáticas del priismo, que han expresado su descontento con la desastrosa y errática gestión del actual presidente del partido, Alito.
Entre los que han abandonado el barco en tiempos recientes se encuentran el exsecretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; la exdirigente nacional y senadora, Claudia Ruiz Massieu; el exgobernador del Estado de México, Eruviel Ávila; y el exlíder del Senado, Carlos Aceves del Olmo.
Hace apenas unos días Alejandro Murat, uno de los más cercanos a Alito, también renunció al PRI.
Todos, sin excepción, forman parte del círculo cercano a Peña Nieto, lo que coloca al expresidente como coordinador de la campaña de Claudia Sheinbaum.
Los renunciantes pretextan que Alito ejerce un liderazgo autoritario, excluyente y poco transparente, que ha debilitado al partido, pero con su salida no hacen más que confirmar el pacto de Peña con López Obrador que incluye la desaparición del PRI, uno más de los sueños de revancha de AMLO.
Alito, por su parte, minimiza en público las bajas y pregona que el PRI sigue siendo un partido fuerte, unido y con futuro.
Ha defendido su gestión al frente del partido y ha atribuido las renuncias a intereses personales y ambiciones políticas de los desertores.
Asimismo, ha rechazado cualquier alianza o acercamiento con MORENA, al que señala como el principal adversario del PRI, aunque los hechos digan lo contrario.
El PRI de Alito hoy parece más apéndice de MORENA que partido de oposición y el trasvase de “distinguidos” priistas al partido de AMLO lo confirma.
Estos casos muestran que el PRI no solo está sufriendo una crisis de identidad y de representación, sino también una crisis de lealtad y de cohesión.
El partido que alguna vez fue hegemónico y monolítico hoy se encuentra fragmentado y debilitado, sin un proyecto claro ni una propuesta atractiva para los electores.
La falta de liderazgo e identidad del PRI amenaza a la frágil alianza “opositora” que cada vez se desdibuja más, dejando a Xóchitl solo con el soporte de una parte del panismo, al tiempo que la propia candidata no se asume como oposición para enfrentar con todo a quien ha ensangrentado al país entregando la seguridad de los mexicanos al crimen organizado, destruido la economía y llenado de obras inservibles y ocurrencias como el reciente anuncio de invertir en trenes de pasajeros.
En vez de perderse en su discurso, Xóchitl debería señalar la destrucción del sistema de salud por el gobierno, ofrecer una política social distinta a la del PRI, del PAN y de AMLO que tiene a más de la mitad de los mexicanos en la pobreza, pensionando en el IMSS a los adultos mayores que así también tendrían servicio médico que hoy tienen que pagar y mandando el programa de becas a la SEP.
Debería proponer que se dejen de utilizar recursos públicos en elefantes blancos como el AIFA o el Tren Maya para comprometer en el siguiente presupuesto el apoyo de 300 mil millones para recuperar y relanzar Acapulco como un centro turístico de primer mundo
La irrupción largamente anunciada de Samuel García por Movimiento Ciudadano es el último clavo en el ataúd del Frente Amplio.
El imberbe jovenzuelo no es sino una mala copia de López Obrador, mentiroso, desdeñoso de la Ley en busca de perpetuarse en el poder en Nuevo León a través de un gobernador a modo a la vez que ayuda a descarrilar a la oposición para beneficiar a MORENA.
La verdadera oposición no está en los partidos, está en los ciudadanos que quieren que el país rectifique el rumbo, que anhelan la paz, la seguridad, el crecimiento con oportunidades para todos; que quieren una mejor educación, que demandan un México sin pobreza, un país con equidad.
Los ciudadanos que quieren un país mejor PARA TODOS son mayoría, pero no creen en Alito, Marko o Dante.
Solamente un candidato independiente, ajeno a los intereses de las dirigencias partidistas y lejano a los afanes de revancha y destrucción del gobierno puede convencer a la mayoría inconforme para que participe en el proceso y, con su voto, hacer posible que llegue un nuevo gobierno que termine con la inseguridad, la corrupción y la pobreza.
Un gobierno ciudadano que utilice los recursos públicos para construir la infraestructura que se requiere para el crecimiento y no los caprichos de un mesías.
No ha resultado sencillo vencer los obstáculos que las leyes imponen a quienes queremos competir desde una candidatura independiente por la presidencia de la República, pero no cederemos en el empeño por lograrlo.
Nos queda un mes y medio para llegar a la meta y desde esta columna hago un llamado a las mexicanas y los mexicanos a apoyar a los candidatos independientes con su firma.
Juntos habremos de cambiar la historia para dejarles un país con esperanza a las generaciones por venir.