Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
OAXACA, Oax., 15 de julio de 2018.- Es evidente que en el próximo sexenio tendremos un nuevo régimen político, su contorno, perfil, forma, algunos contenidos se han mostrado desde los libros de Andrés Manuel López Obrador, la plataforma electoral de Morena, los discursos de campaña del candidato presidencial, así como sus primeras decisiones como candidato electo a la Presidencia de la República.
Lo primero que se deduce de estos documentos es que se propone instaurar una República, es decir, un régimen político en que predomine la ley como primera condición, la fuerza del derecho para gobernar ha sido reiterativo por el candidato electo: “Nada por encima de la ley” ha sido la divisa.
La ausencia del imperio de la ley ha sido un déficit evidente del actual régimen político y los anteriores, aún más, la corrupción de la ley ha sido la norma, urgía la necesidad de la vigencia de la ley para tener la capacidad de conducción de la sociedad hacia su mejora.
De esta manera, gobernar con la ley en la mano es la primera condición de la República. La República es la negación de la monarquía, de la tradición y de la costumbre, los mexicanos nos hemos pervertido con estas realidades.
La segunda condición del régimen Republicano es la existencia del ciudadano, la República descansa en la centralidad del ciudadano, en sus derechos y deberes, de aquí que la referencia al pueblo por parte del candidato electo a la Presidencia es entendida como referencia al ciudadano y no a la masa.
El ciudadano Republicano se distingue por su nivel de participación en la cosa pública, en estar constantemente informado, en estar pendiente de sus gobernantes.
A mayor participación y deliberación del ciudadano, la República adquirirá el carácter de democrático, pues cabe la posibilidad de que la República se gobierne por comisión para enfrentar el problema fundamental de la Nación, en este caso la corrupción, por esta razón adquirirá el carácter de una dictadura.
AMLO ha sido también reiterativo de negar esta posibilidad. El régimen que pretende construir es la República Democrática, ojalá lo logre, los mexicanos deseamos vivir en este tipo de régimen, si creo interpretar nuestra historia.
Del régimen político que hemos descrito en sus aspectos más generales, AMLO recoge una tradición muy constante de nuestra historia política: el Presidencialismo.
La tradición política de México nos enseña de la necesidad del gobernante fuerte, del que se ubica por encima de las clases sociales y de los grupos de poder, del hombre que irradia toda la geografía de la Nación con su poder benévolo, con su poder protector hacia su pueblo, que a toda costa busca su bien, de su componente más necesitado del manto protector del Estado, se siente a gusto en un Estado de Bienestar más que de un Estado liberal.
Para el candidato electo la referencia es Guerrero, Valentín Gómez Farías, Juan Álvarez, Benito Juárez, Madero, Cárdenas, pero también podían ser Calles, Obregón.
Desde luego que no a Santa Anna, Comonfort, Porfirio Díaz, Carranza, Echeverría, López Portillo, Salinas, por su falta de vinculación con el pueblo y sus manejos poco transparentes del poder público, nos hace comprender del tipo de régimen que quiere construir. Desde luego, el pasado es sólo referencia para construir el México justo encabezado por un gobernante que quiere ser amado por su pueblo y temido por los corruptos y apátridas.
Desde luego, no faltarán los politólogos amantes del Estado ausente, limitado, subsidiario, de la más sociedad y menos gobierno, de los amantes de los privilegios del mercado y menos del bien público, quienes calificarán a este tipo de régimen como dictadura, autoritarismo, cesarismo, populismo y todos los ismos posibles, sin embargo, el presidencialismo ha sido una construcción de los mexicanos en la historia, es producto de nuestra cultura política, así nos sentimos a gusto, así lo queremos, por eso lo refrendamos en las urnas.
Los Presidentes débiles, entregados a los intereses económicos, a los poderosos, hijos del tío Sam, rebasados por los grupos extragubernamentales, como el crimen organizado, los tecnócratas faltos de sensibilidad, a los formados en el extranjero, son parte de la memoria de los mexicanos que quieren ya olvidar. No nos podemos imaginar a los mexicanos en un régimen parlamentario, en discusiones interminable y conformando un gobierno de cuotas y de cuates. Estos elementos del nuevo régimen político de México son tan solo los primeros indicios, como decía un famoso conductor de televisión: aún hay más.