Trump ha impedido que una mujer sea presidenta, ¿lo hará de nuevo?
CIUDAD DE MÉXICO, 9 de diciembre de 2019.- Los días que corren siguen siendo pródigos en reflexiones sobre la difícil situación por la que atraviesa en particular el mundo occidental.
El primer debate es sobre la desigualdad y las fórmulas para reducirla porque se le observa como la variable causante de muchos males.
Cobra relevancia la obra del economista francés Thomas Piketty quien en Capitalismo e Ideología propone medidas redistributivas multinivel graduales para propiciar dentro del capitalismo mayores equilibrios sociales.
El autor es cauto al advertir que no se deben aplicar políticas radicales ya que estas podrían resultar contraproducentes dada la correlación de fuerzas y recursos prevalecientes en poder de unos y otros agentes de la economía mundial.
Sin embargo, mantiene el llamado a la indispensable y urgente progresión de acciones efectivas que modifiquen el patrón de la economía internacional y hacia adentro de los países en busca de moderar la opulencia y la pobreza.
El segundo debate es sobre la democracia liberal o representativa dado que se sigue documentando con preocupación su pérdida de vitalidad y apoyo social.
Entre otros, trasciende la obra de Steve Levitsky y Daniel Ziblatt, Como mueren las democracias, quienes identifican los principales males de este tipo de régimen en liderazgos populistas que desde dentro del propio esquema institucional lo debilitan y provocan su ruptura.
Mueren democracias jóvenes y viejas, pobres y ricas sin remedio aparente porque se les envenena desde su interior cuando sus liderazgos aprovechando el desencanto social se apropian de ella y terminan por convertirla en caricatura de si misma o novela de terror.
Se citan como evidencia una serie de casos conocidos en Europa, Asia y las Américas, incluido los Estados Unidos, en donde populistas de izquierda o derecha llevan más o menos avanzado aquel trabajo de demolición.
Con menos difusión hay un tercer núcleo de ideas que debería tenerse presente. Se trata de los diálogos en torno al papel del Derecho Constitucional y la política jurídica en la trama contemporánea.
Cito a Luigi Ferrajoli quien en su Manifiesto por la Igualdad reitera su denuncia ante la liquidación del estado social de Derecho y el constitucionalismo –de ámbito nacional–y la premura de reponerlo por otro.
Se trataría de un sistema de garantías multinivel que desde arriba fije nuevos vínculos y controles a los poderes públicos, privados y salvajes, y desde abajo se apoye en la movilización popular y la participación ciudadana para montar nuevos equilibrios.
Apenas así se podría encarar con cierto éxito los desafíos globales del siglo 21, desde la pobreza y el crimen hasta el cambio climático, que por ahora agudizan la crisis del goce igualitario de los derechos fundamentales que debe sustentar la promesa democrática.
Desde luego, tales debates se reconducen al caso mexicano, sobre todo con motivo del primer año de gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Sugiero adentrarse en as obras citadas y practicar un cuidadoso ejercicio contextualizado en la historia de largo y corto plazos del país, antes de pronunciar el veredicto y ensayar pronósticos sobre la 4T.