¿A quién corresponde defender?
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de julio de 2019.- Con la pena, pero los datos que se conozcan a partir de ahora sobre el comportamiento de la pobreza en México y sus pasos en la conquista de la felicidad en la 4T, quedarán a merced de los vaivenes del debate político.
El costo de las presiones que con el pretexto de la austeridad republicana han golpeado a los órganos públicos dedicados a la medición de los datos económicos y sociales del país, el Coneval y el Inegi, no es otro que la pérdida de confiabilidad en los datos de sus mediciones.
Es inevitable eliminar la sensación de que en la premura de conseguir datos que muestren que el nuevo gobierno está logrando el cambio prometido -abatir la pobreza, logrando el desarrollo de la gente aunque no se traduzca en crecimiento económico-, se estaría buscando a toda costa armar indicadores a modo. Pobres pero contentos. Concertada o no, la salida de Gonzalo Hernández Licona fue la gota que derramó el vaso en lo que se aprecia como la toma del control de los cargos directivos del Coneval, pero sobre todo el dominio en la orientación de la información.
La mano negra, pues. Como todos sabemos el próximo 5 de agosto el Coneval actualizará su información sobre la pobreza en México, información que bajo la óptica de los especialistas en este tema, servirá para mostrar que las políticas del anterior gobierno en poco o nada cambiaron nuestro estatus de seguir siendo un país lacerado por la pobreza.
Pero también será el referente para medir los avances del nuevo gobierno contra la pobreza y la ruta hacia la felicidad (ahora que se puso de moda el debate subjetivo entre crecimiento y desarrollo). En la perspectiva de consultores como Rogelio Gómez Hermosillo (¿Aumentó la pobreza? / El Universal 23-07-19), se espera que la actualización de los datos sobre la pobreza para el periodo 2016-2018 muestre un crecimiento en el número de mexicanos en situación de pobreza, punto de partida para medir los logros del nuevo gobierno.
El problema será de credibilidad si se pretende manipular los datos para hacer ver a el nuevo gobierno como portador del milagro del cambio y lo más riesgoso, caer en la tentación de desaparecer el número de pobres para confirmar que vamos requetébien. Eso implicará mezclar peras con manzanas, como se pretendió hacer con los datos del empleo en el IMSS.
Al gobierno de la 4T la situación se le complica por el efecto de la desaceleración económica a nivel internacional y la que prevé de crecimiento del PIB en México casi nulo en este arranque de sexenio. Otro punto es que la felicidad tal y como la mide la ONU -ocupamos el lugar 23 en el concierto mundial- toma en cuenta la generosidad, el apoyo social y la libertad pero además el crecimiento del PIB y la corrupción, lo que nos coloca muy lejos todavía de Finlandia, Dinamarca, Noruega, Islandia, Holanda y Suiza que son los países más felices del mundo (Venezuela está en el lugar 108, por si querían saber).
Los datos duros son difíciles de borrar. Ahí está el estudio que publicó recientemente la Universidad Iberoamericana en el que concluye que México sigue siendo un país de pobres. Y agregamos, también de clases medias pero empobrecidas. Los desaparecidos Los críticos del gobierno siempre han existido, aquí le damos un ejemplo, de cuando desaparecieron de las cuentas nacionales 2 millones de pobres.
El dato más reciente sobre la pobreza del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) es el de 2016: 53.4 millones de mexicanos en situación de pobreza, equivalente al 43.6 por ciento de la población total. Adicionalmente el Coneval registró ese mismo año que 9.4 millones de personas vivían en condición de pobreza extrema, es decir 7.6 por ciento de todos los mexicanos.
Todo mundo recuerda el choque entre Coneval y el Inegi en julio de 2016, detonado por los cambios que hizo el Inegi, por la libre, en los indicadores que le servían para medir la pobreza. Aunque se sentaron los técnicos para dirimir diferencias, el dato final quedó como para Ripley.
Los críticos de aquellos tiempos (y que siempre han existido en la historia de nuestro país) destacaron la desaparición casi mágica de 2 millones de pobres de las cuentas nacionales. Vea usted. De acuerdo con los registros de Coneval, 53.3 millones de mexicanos en condiciones de pobreza aparecen como dato en el 2012, año de arranque de la administración de @EPN.
Dos años después, en 2014 la cifra aumentó a los 55.3 millones, pero aquí viene lo bueno. En el año de 2016, en el cuarto año de este sexenio, el gobierno de Enrique Peña Nieto presumió que el número de pobres se había reducido a 53.4 millones, aunque usted no lo crea. Las notas periodísticas de la época se dieron vuelo con la sospecha de que los pobres desaparecieron como por arte de magia y que el mago fue @EPN. Pobres pero felices Las presiones a que han sometido tanto al Coneval como al Inegi alimentan las sospechas de que alguien podría tratar de embellecer las cifras para que parezca que se hizo la luz en este sexenio. Vamos por partes.
El salario mínimo general aumentó en este 2019 hasta los 102.68 pesos por día, aumentazo equivalente a 16.21 por ciento comparado con los 88.36 pesos con los que cerró el salario mínimo general de Enrique Peña Nieto. En la frontera norte fue otro cantar pues el mínimo llegó a los 176.72 pesos diarios. El punto es que el salario mínimo mensual de 3 mil 111.20 pesos, todavía está lejos de lo que se considera como necesario para vivir más allá de la línea de la pobreza.
En el año 2017 se estimaba que para cubrir las necesidades básicas de una familia de cuatro integrantes era necesario contar con ingresos del orden de los 11 mil 146 pesos (hoy debe ser mucho más considerando la inflación) lo que significa que se requieren 3.5 salarios mensuales a precios actuales. Hace dos años se necesitaban 4.62 salarios mínimos, así que la diferencia no es mucha.
Haga usted las cuentas, El Coneval consideraba que una canasta básica alimentaria que permitía estar en la línea mínima de bienestar costaba mil 37.66 pesos mensuales, mientras que la canasta no alimentaria era de mil 414.79 pesos. Con esas cifras ya la hicimos, dirían los optimistas. Pero el hecho es que la pobreza en México no ha disminuido, que nadie dude que habrá quien afirme que en este 2019 los pobres están dejando de serlo.
Pero ante tales razonamientos escépticos no faltará quien diga que hay que reconocer los recursos directos aportados en los programas sociales que incluyen las becas a los emprendedores (antes ninis); apoyos directos a los trabajadores del campo; los recursos a las madres que tienen sus hijos en Estancias Infantiles y otros rubros.
Al final todo puede convertirse en un espejismo. ¿Y cuando se agoten los recursos que hoy se reparten a manos llenas? Pobreza y clases medias La clase media no es un asunto aparte, pues forma parte de la foto de la desigualdad. Este segmento se ve cada día más flaco y sin ilusiones.
La investigación de Graciela Tornel, Miguel Reyes, Enrique Minor y Miguel López, de la UIA, publicada en Trimestre Económico (número 339, de julio-septiembre 2018), plantea que México sigue siendo un país de pobres y no de clases medias. En sus conclusiones el estudio señala que “la sustentabilidad de las clases medias depende de políticas públicas efectivas y eficientes de combate a la pobreza, como de políticas dirigidas a las clases medias, lo cual en México y en América Latina, no existe.”
Coincidimos con Gómez Hermosillo en que “las mediciones de la pobreza y las evaluaciones de los nuevos programas tienen un valor político, no sólo técnico o académico”. De ahí que por la manera en que se ha aporreado al Coneval y al Inegi, esto abre la puerta una crisis de credibilidad y expone los datos de la pobreza a los vaivenes del debate político.
Esperemos no estar cambiando sólo de mago.