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Consejo de la “caricatura”, Servil al Gobierno
MADRID, 12 de noviembre de 2016.- La envidia es un sentimiento natural e involuntario que todos hemos sentido en algún momento de nuestras vidas. Está presente en el trabajo, en las redes sociales e, incluso, en las relaciones de pareja y, si bien es una emoción que puede dañar de manera profunda nuestras relaciones personales y causarnos mucha infelicidad, también puede ser una ventaja si la comprendemos y sabemos encauzarla.
Aunque se identifica con una emoción tóxica, la envidia no es mala por naturaleza. La clave reside en cómo se enfoca el deseo vinculado a la envidia y los impulsos que éste genera. Existen dos tipos de envidia, una buena y otra mala, que provocan respuestas muy distintas en nosotros.
La envidia mala o patológica surge a partir de un odio hacia la persona que posee algo de lo que tú careces y quieres para ti. Es corrosiva e irracional y provoca reacciones negativas que pueden derivar en actos llenos de ira y crueldad, baja autoestima, aislamiento o depresión. Es tan destructiva para quien la sufre como para la persona objeto de la misma.
La envidia buena, por el contrario, es más parecida a la admiración y surge de una disonancia entre lo que posee otra persona, y que tú quieres para ti. No se odia a esa persona ni se le desea ningún mal, solo se desea lo que ella tiene.
Ambas comparten la misma raíz, pero en la envidia buena la persona ha conectado más con sus emociones y ha encontrado una base emocional de respeto y admiración por el otro. La persona identifica y reconoce su envidia, y de este modo, puede responder de una manera proactiva y constructiva que le empuja a superarse.
Que sintamos una envidia sana y productiva, en lugar de una tóxica y destructiva, no solo depende del signo de nuestra emoción, sino de cómo la gestionamos nosotros. La envidia es una emoción que conecta con nuestros deseos, anhelos y frustraciones más profundas. Por eso, debemos preguntarnos qué es exactamente lo que uno está envidiando. De esta manera podremos empezar a construir y a plantearnos objetivos concretos para conseguir lo que deseamos siendo conscientes de nuestros límites. En lugar de preguntarnos “¿Por qué?” y compararnos con los demás, tenemos que preguntarnos “¿Cómo?” y centrarnos en nuestras propias capacidades y logros.
Solo así podremos transformar “el monstruo verde” en nuestro aliado y en una ayuda para superar las adversidades y obstáculos y alcanzar nuestro máximo potencial.
(Artículo proporcionado por el Centro de Colaboraciones Solidarias)
Sara Mosleh Moreno
Periodista
Twitter: @SaraaMosleh