Diferencias entre un estúpido y un idiota
Para Francisco Toledo
OAXACA, Oax., 7 de septiembre de 2019.- En una preciosa jícara
hay flores y agua
la jícara no deja de moverse.
La madrugada se ha derrumbado: la oscuridad, las estrellas, los luceros, cayeron sobre nosotros.
El río de leche se borró del cielo, desapareció, se fue al mar o quien sabe a dónde se fue. De pronto todo fue oscuridad.
De niño tuve un sueño: la oscuridad era una canción que me arrullaba. Mi hamaca era una caja de madera con mecate en el fondo. Se meneaba suavemente, luego más fuerte pero me arrullaba. Una vez le oí decir a mi madrinita, que los sueños que tenemos de niños pueden llegar un día y hacernos felices, o también pueden llegar y ser nuestra pesadilla.
La cruz del sur está rota como rota está mi vida.
Unas señoras hablan quedito: el patrón San Vicente está llorando, dicen.
Los niños están espantados, todos estamos espantados: un poco muertos.
De nada sirve que venga el día si la oscuridad se quedó a vivir entre nosotros.
Son los cangrejos los cangrejos
mueven la jícara
quieren robarse las flores
trepar
no les importa nada,
total: son inmortales.
La madrugada siguiente mi abuelo retornó, hace diez años que estaba muerto, retornó borracho.
Estamos reunidos bajo un palito de mango, es de madrugada y estamos despiertos; llega como un relámpago, como un trueno; retumba su voz para reclamarme: ¿Qué le pasó a mi casa? ¿Dónde está mi corredor? ¿Y el horno, dónde está mi horno de pan que no lo hallo?
Me quedo callado, pensativo; no tengo nada que decirle. Así penaré como ahora están penando los abuelos muertos.
En el otro mundo
los cangrejos bailan
los hombres son pescados
ahí no hay flores
los cangrejos borrachos se las comen.
Miro alrededor: mi vida es escombros; mi vida es piedra, adobe, pedazos de ladrillo, polvo, el pueblo está lleno de escombros.
Jamás imaginé que los recuerdos se ventearán, se rompieran como se rompe una olla, que los sueños de los muertos se torcieran, que mis sueños fueran a parar a una barranca.
Me habían dicho que un día nos convertiríamos en polvo y llovió polvo toda la madrugada.
La brisa del mar del sur sabe a polvo: la tortilla, el café… La iguana, triste, que apareció como un milagro, para alegrarnos la mañana no nos alegra nada: la iguana sabe a polvo.
No hay queso, ni bupu. No hay totopo, flor ni pescado.
De niño cantaba una canción, risueño la cantaba también en zapoteco, “Murió la flor”, se llamaba la canción.
Pareciera que hoy murió mi flor.
En una preciosa jícara
hay flores y agua
la jícara no deja de moverse.
Llueve
llueven hombres langostas
eso somos, hombres langostas.