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De nada le valió al arquitecto Ambrosio Guzmán que su llegada a la Dirección del Centro INAH Puebla hubiese sido respaldada por Beatriz Gutiérrez Müller, su colega universitaria. Las denuncias que hizo por conductas indebidas, deshonestas, presuntos actos de corrupción y anomalías varias en la restauración de inmuebles históricos dañados por los sismos de 2017 no tuvieron ningún eco.
El estado con más inmuebles dañados por los terremotos, Puebla es un espejo de lo que ocurrió en otros lugares del país: una terrible burocracia, malas decisiones, procedimientos equivocados, improvisaciones, obras sin proyectos de intervención y asignación discrecional de contratos a empresas.
La normatividad se hizo a un lado y se “forzó” a los peritos a actuar como una especie de contratistas y se asignaron obras a empresas con vínculos a exfuncionarios y servidores del propio INAH. Ante ello, el entusiasmo con que Ambrosio Guzmán llegó para “cambiar lo que está mal” se desvaneció. Hoy, años después, confiesa: “Esperaba que se hiciera algo”. No fue así.
Una investigación de Carmen García Bermejo y Thelma Gómez Durán
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