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OAXACA, Oax., 10 de febrero de 2020.- El pragmatismo es la filosofía para la vida y la ciencia creada por los estadounidenses en el siglo 19, renovada como neopragmatismo a finales del siglo 20 y extendida por el planeta, cada vez más entre los mexicanos.
En breve, propone que el conocimiento y la vida misma deben ser evaluados por sus resultados y consecuencias concretas en el bienestar y conforme con la percepción libre y justificada de los actores relevantes involucrados en un contexto social y cultural democrático.
En palabras coloquiales: si algo es útil y genera bienestar avalado por el consenso en una sociedad pluralista, entonces hay que preservarlo e incentivarlo.
De no ser así, se tratara de corregirlo o desecharlo sin detenerse a considerar justificaciones éticas sobre su originalidad o su pretendida esencia. Algo mas lo podra sustituir para bien y se reflejara en sus efectos y respectivas percepciones.
Las constituciones son normas jurídicas escritas o no que denotan principios, reglas, instituciones y prácticas que gozan de consenso para regular el acceso, ejercicio, distribución y control del poder público a efecto de garantizar los derechos y hacer gobernable a la sociedad.
La Constitución mexicana de 1917, lo mismo que la oaxaqueña de 1922, se han mantenido vigentes porque esas normas continúan siendo útiles para la gobernabilidad y gozan de un aval mayoritario en la percepción social del auditorio o actores relevantes, aunque, de manera paradójica, sus contenidos sean escasamente conocidos.
A sus recién cumplidos 103 años, la Constitución federal mexicana ha recibido una inyección de vitalidad dado que prevalece el consenso mayoritario sobre su permanencia y cambio sin que se proceda a refundar mediante un congreso constituyente.
A esa percepción renovada, que se debilitó en varios momentos durante los últimos 25 años dado que creció la opinión favorable a su reemplazo, sin duda coadyuva el que 30 millones de ciudadanos hayan votado en 2018 en favor de un proyecto de gobierno que planteó recuperar el sentido social que animó desde sus orígenes a la Constitución de 1917.
Las centenas de reformas que se le han introducido en más de 100 años a su texto y las que se le están incorporando desde 2019 van a fortalecerla más todavía.
Sin embargo, desde una perspectiva pragmatista, será obligado y coherente evaluar de manera rigurosa las consecuencias concretas del nuevo giro social y popular del liberalismo constitucional mexicano, en el contexto de la Cuarta Transformación de la vida pública del país, antes de celebrarlo.
Si pragmáticamente se preserva y cambia la Constitución para orientar ese nuevo proceso histórico, bajo esa misma filosofía habrá que evaluarlo.
Mediante mejores instrumentos de control del poder, incluida la revocación del.mandato, el auditorio relevante deberá objetivar conforme al método democrático, libre y autenticamente, sus correspondientes percepciones.
Si mañana o pasado el consenso cambia debido a posibles consecuencias inútiles o adversas de las reformas de hoy, entonces los contenidos tendrán que cambiar posiblemente junto con sus operadores.
Esa es la lógica de la democracia constitucional que debemos arraigar y practicar por.el bien de todos.