Economía en sentido contrario: Banamex
OAXACA, Oax., 11 de diciembre de 2017.- Menudean interpretaciones sobre los comicios 2018, la competencia, sus actores y resultados posibles, sobre todo en relación con la presidencia de la República.
Entre las novedades más recientes, destaca la formalización de la coalición partidaria parcial entre el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano; la inminente suma del Partido Encuentro Social con Morena y Partido del Trabajo; y, desde luego, la que está a punto entre el PRI, PVEM y Nueva Alianza.
Notorio que ‘El Bronco’ esté tan avanzado en la concreción del 1 por ciento del padrón nacional en firmas de apoyo para obtener la candidatura independiente. Apreciable el esfuerzo de Margarita Zavala y Marichu. Y decepcionante que otros aspirantes no logran repuntar.
Hay varios ángulos que iluminar sobre la situación política en curso.
Del lado del PRI y sus aliados, que un simpatizante, no militante de ese partido, José Antonio Meade vaya a convertirse en su candidato para 2018, solo se explica en la lógica de su menor número de vetos en comparación con otros aspirantes y entre los principales actores priistas y pro-priistas; su sobresaliente desempeño profesional e institucional y la expectativa de que unidad partidista y campaña bien ejecutadas redunden en triunfo.
Se entiende también por los compromisos forjados, grupo político y proyectos de los que forma parte, y a la vez por el margen de autonomía y proyección con la sociedad civil que le pueden beneficiar.
Sus retos están en el hilado y tejido con la militancia priista, la suma efectiva de aliados estratégicos, pero, sobre todo, en transitar de funcionario a candidato y del discurso neoliberal a un nuevo progresismo social a partir de un estado fuerte, íntegro, democrático y eficaz, más abierto a la sociedad.
En la acera del Frente, la precandidatura de Ricardo Anaya del PAN debe ponderarse en sus méritos.
Dejar atrás a sus promotores panistas; bloquear al “calderonismo” y a Margarita Zavala; imponerse a Moreno Valle y Miguel Mancera (sin demérito de su declinación realista y táctica) de la mano de Dante Delgado; soportar las presiones externas, en modo alguno es menor.
Los costos de sus negociaciones en espacios políticos para sus aliados y las reacciones de sus correligionarios más conservadores, sobre todo locales, serán dos de sus grandes retos. Su calidad como candidato está por verse pero puede sorprender.
Del lado de Morena y aliados, es de considerar sus positivos en términos del enorme número de mexicanos insatisfechos y críticos con el sistema político controlado durante tres décadas por el PRI y el PAN bajo una agenda pro liberal en una época neoliberal.
Positiva la persistencia y resistencia doceañera de Andrés Manuel López Obrador, por momentos el opositor más leal de aquel sistema y sus manejadores. Al final, según dijo el clásico: “lo que resiste, apoya”. Sin él, quizás el tejido social estaría peor y hasta podría haberse roto sin remedio.
En su contra, su excesivo personalismo, sus ideas fijas y repetitivas, un ideario unidimensional (anticorrupción), propuesta polémica en seguridad y un partido insuficiente para casi todo, salvo para el sacrificio. Habrá que ver si junto con el PT y, si se logra, con el PES pueda completar su operación territorial.
Tiene Andrés Manuel todo a favor y todo en contra. De nuevo, la crisis y coletazos de la Gran Recesión de 2009 en adelante, el malestar social y la no maduración de las reformas estructurales, e incluso a Trump. Sin embargo, otra vez, le pesan sus increíbles desatinos y una cauda de seguidores, muchos de ellos muy ambiciosos y poco disciplinados.
Entre los independientes; poco que decir hasta ahora, salvo que dos o tres podrían, si se convierten en candidatos, captar más votos que la diferencia entre el primero y segundo lugar en la contienda presidencial. Para saberlo, más vale esperar a febrero.
Pero lo que es de subrayar es que la presidencia se achica si no cuenta con el apoyo de congresos, gubernaturas y alcaldías suficientes o poderosas.
Acaso la buena noticia dentro de un año sea que quien ganó la Presidencia habrá tenido que forjar una coalición electoral y un gobierno de coalición para poder conducir al país-subcontinente con sus 32 entidades-país en mejores condiciones económicas y de seguridad para mejorar los índices de desarrollo humano y social.
Y, por tanto, que la construcción de la democracia constitucional mexicana se recupere y siga adelante. Que no dé pasos hacia atrás. Que se detenga y revierta la degradación institucional y la anomia cada vez más desafiantes.