Respuesta a la violencia e inseguridad
CIUDAD DE MÉXICO, 14 de febrero de 2020.- Ante los ojos de todos y frente a la apatía general –acentuada por la inexistencia de opositores reales–, el presidente López Obrador destruye a su antojo los equilibrios institucionales y los contrapesos fundamentales del andamiaje democrático.
Incluso, no es exagerado decir que hoy no existe división de poderes y que el presidente tiene en un puño no sólo al Poder Ejecutivo, sino también a los poderes Legislativo y Judicial.
Y si nos descuidamos –como sociedad–, en cualquier momento López Obrador puede apoderarse del INE, a través de alguna de las chicanadas políticas y las estrategias leguleyas que ha empleado para hacerse del poder absoluto.
Y es que hasta hoy el último de los poderes que no está en manos de Obrador, es el poder electoral; el INE, institución contra la que el presidente ha lanzado lo que parece la última intentona para colonizarlo.
¿Lograrán apoderarse del INE el presidente y su partido?
Sin una oposición real, sin contrapesos y sin órganos autónomos, sólo queda la fuerza ciudadana –en su vertiente de opinión pública–; institución que ve hacer y ve pasar, sin reaccionar como muchos esperaban.
¿Lo dudan?
Como saben, López Obrador consiguió el control de la Cámara de Diputados a través de una avalancha impensable de votos. Aún así, de manera tramposa, Morena configuró una mayoría aplastante, pero ilegal, en esa cámara. Y nadie dijo nada.
Obrador también logró el control de la Cámara de Senadores mediante el chantaje a senadores opositores, a los que dobló con la amenaza de la persecución. Aquel que se oponía a las iniciativas de Morena era sometido con un expediente de supuesta corrupción. Y hoy nadie habla del tema.
La misma fórmula la utilizó López Obrador para apoderarse del control de la Suprema Corte. Y es que mediante una ilegal persecución fue echado del máximo tribunal el ministro Eduardo Medina Mora, al que le inventaron supuestas transferencias millonaria de dinero que no justificaba su salario.
A nadie le importó que el propio presidente Obrador violentara la Constitución.
Una variante de esa fórmula fue empleada por AMLO para apoderarse de la Comisión Reguladora de Energía, la CRE, que hoy es un mero membrete. Y nadie hizo nada.
Una fórmula distinta, pero igual de eficaz e igual de tramposa fue empleada por Obrador para apoderarse de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en donde colocó como presidenta, de manera ilegal, a una incondicional, la señora Rosario Ibarra.
Durante meses, a los consejeros del INE les han buscado supuestos actos de corrupción, los han amenazado, calumniado y difamado sin lograr que, como institución, se doblen.
Sólo consiguieron que uno de ellos rompiera la unidad y que, de manera abierta, se declarara lopezobradorista.
¿Qué es lo que viene?
Como ya saben los mexicanos, López Obrador es un político que no da marcha atrás a sus objetivos. Y hoy el presidente tiene el objetivo de colonizar al INE a costa de lo que sea.
¿Y para qué quiere el control del árbitro electoral?
Porque Obrador sabe que en la elección de julio del 2021 Morena puede derrumbarse y con ello perdería la mayoría en la Cámara de Diputados,
Y, de perder esa mayoría de Morena, crecen las posibilidades de que la debacle se produzca en la contienda del 2024.
¿Y para qué quiere el presidente el control del INE?
La respuesta es elemental; pretende el control del INE para controlar las elecciones. Y eso significaría el fin de la democracia mexicana.
¿Lo vamos a permitir los ciudadanos?
Por eso, todos estamos obligados a exigir de manera enérgica:¡presidente, saque las manos del INE!
Al tiempo.