Llora, el país amado…
CIUDAD DE MÉXICO, 24 de febrero de 2020.- Apenas comenzado el gobierno del presidente De la Madrid, su secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, se reunió con el expresidente José López Portillo para entregarle un mensaje: se iba a organizar una persecución contra corruptos de su gobierno.
–No vamos a lanzarnos contra usted –le dijo Salinas, ya exfuncionario de la presidencia lopezportillista–, pero los demás agárrense todos.
Y así fue…, aunque al final sólo encarcelaron a Jorge Díaz Serrano, director de Pemex, pero no por corrupto sino por la disputa por la candidatura presidencial en 1982.
Lo que quedó claro con el caso de López Portillo y otros expresidentes es que el cargo de presidente de la república y de expresidente es una pieza clave de la estabilidad política del sistema/régimen/Estado, aún cuando haya circunstancias utilizables para encarcelar a alguno de ellos por corrupción.
La única forma de proceder contra presidentes y expresidentes sería un cambio radical de régimen político. Sin embargo, pese a las oscilaciones pendulares dentro del ciclo priísta y las alternancias partidistas en 2000 y 2018, el sistema/régimen/Estado es el mismo y sobre todo se trata de la misma clase política. Y hasta ahora el sistema/régimen/Estado y la clase política es la misma que ha dominado el espectro nacional desde 1920.
El diputado carrancista Luis Cabrera acusó a los eliascallistas de corruptos en la Cámara de Diputados, pero ahí dijo que los acusaba de corruptos, no de tarugos porque en los hechos se carecían de elementos judiciales probatorios para procesarlos. Adolfo Ruiz Cortines fue el primer presidente en amenazar a su antecesor Miguel Alemán con expedientes de la corrupción, pero al final todo quedó en discursos hirientes sin ningún procesamiento.
La corrupción ha sido la complicidad transexenal, pero con hechos reales que sólo servían para rupturas y no para limpieza de los establos del régimen. Las batallas en el terreno de la corrupción con De la Madrid en contra de funcionarios de López Portillo. Salinas le perdonó a De la Madrid algunos casos, aunque los expedientes le sirvieron para ajustar cuentas con adversarios en la lucha por la candidatura de 1988.
La regla la rompió Zedillo al indiciar a Raúl Salinas de Gortari por el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, pero el fondo fue un caso de emergencia institucional: el asesinato de Luis Donaldo Colosio había generado un clima que responsabilizaba a Salinas y Zedillo de ese magnicidio y éste estaba urgido de romper con Salinas para evitar esa complicidad shakesperiana de la sangre (Ricardo V: quien se manche las manos de sangre conmigo será mi hermano).
Durante un par de años Zedillo persiguió al expresidente Salinas, pero no para enjuiciarlo sino para arrinconarlo. Información de inteligencia le advirtió a Zedillo que habría una ruptura en el régimen si se iniciaba un proceso formal de encarcelamiento.
El propio Zedillo se vio envuelto en acusaciones transexenales de crimen político por Acteal en el Tribunal de La Haya, pero Fox y Calderón lo protegieron con el argumento de que habría luchas desestabilizadoras al interior del sistema. Fox prometió encarcelar peces gordos de la corrupción como efecto de la alternancia en la presidencia, pero llegó solo a charalitos.
Calderón y Peña Nieto se olvidaron de sus antecesores, porque necesitaban a sus seguidores en las agendas de seguridad pública y de reformas estructurales.
La corrupción no es un conjunto de mecanismos para apropiarse de los recursos públicos, sino un método de cohesión sistémica y de un fruto del Estado patrimonialista. En 1985 Alan Riding, corresponsal del The New York Times en México, reveló en su libro Vecinos distantes que la corrupción era una amalgama de complicidad no sólo en el sistema, sino de los políticos.
El problema no radica en la negativa de un gobierno entrante para enviar a la cárcel a corruptos, sino en dos obstáculos: la corrupción que no deja pruebas y la desestabilización que provocarían los grupos afectados.
En todo caso, el aireamiento mediático de señalamientos de corrupción conduce a tribunales mediáticos que destruyen imágenes de políticos en el modelo de María Félix en La Cucaracha cuando a sus tropas se le habían terminado las municiones: “pues miéntenles la madre que también duele”.
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Política para dummies: La política es el reino de los compromisos.
@carlosramirezh