Día mundial de la información para el desarrollo
OAXACA, Oax., 3 de diciembre de 2017.- Inicio con una anécdota, sigo con un análisis y concluyó con una reflexión.
La anécdota.
El PRI, Meade y el futuro de Oaxaca
Poco antes de las elecciones presidenciales del año 2000, en mi carácter de Coordinador de Asuntos Internacionales del TEPJF, participe en una reunión de trabajo en la Sala Superior.
En esa ocasión, los siete magistrados de la Sala Superior, su Secretario General y yo mismo tuvimos el honor de recibir y atender a la hija del líder sudafricano, Nelson Mandela, una mujer destacada que entonces lideraba el partido que llevó a su padre a ganar las elecciones.
Luego de que le explicamos los orígenes, diseño y funciones del tribunal electoral federal, un auténtico tribunal constitucional, emanado de la transición democrática pactada entre 1994 y 1996 por las diferentes fuerzas políticas nacionales, el PRI y el gobierno del presidente Zedillo, la señora Mandela soltó una expresión inolvidable:
“Me parece muy relevante que ustedes los mexicanos hayan creado esta institución judicial electoral tan grande y fuerte. En verdad los felicito. Más hay algo que me intriga de la historia de México y que no me queda claro, y que es tan o más importante: Díganme, por favor, cómo es que crearon el PRI, porque un PRI es lo que necesitamos en mi país”.
El análisis.
Hay países, como los Estados Unidos, Honduras o España, en los que su propia historia y las decisiones estratégicas en su momento dieron vida a sistemas políticos bipartidistas con la misión de alternarse tarde o temprano en el poder nacional.
En esos casos, en los que se dibuja la construcción de una potencia imperial, una potencia intermedia o una nación muy dependiente de un centro imperial, el sistema de dos partidos, uno conservador y otro liberal es común.
Pero en las naciones que comparten frontera con una potencia imperial agresiva y abarcante, ahí donde la historia es de ataque y defensa, en donde el nacionalismo ha tenido que defender la integridad territorial y la soberanía del pueblo.
Ahí donde la pluralidad y diversidad regional y poblacional es muy amplia, se trate de países grandes o pequeños, ahí se han formado partidos hegemónicos que durante mucho tiempo controlan el poder, imprimen estabilidad y rumbo colectivo, y hasta administran tácticamente las alternancias.
Desde luego que un poder así requiere incluir a su propia izquierda y derecha, y jugar con varias cartas hacia afuera y adentro de su propia organización y formación política. Requiere ser tan ideológico como pragmático para mantener los valores y fines, aún cuando cambie los medios.
De China a Rusia y de Polonia a Turquía, de Nepal a Paquistán y de Botswana a Camerún, o bien, de Argentina a Paraguay y de México a Canadá, construir y desarrollar un sistema político con partido único, hegemónico o al menos fuerte ha sido indispensable.
De ahí que el genio de Plutarco Elías Calles, fundador del PNR en 1929, sea reconocido dentro y fuera de México; que, como el PRI, según dicen los extranjeros, no haya habido otro; que 14 presidentes sexenales en línea y sin dictadura militar haya gobernado un país-subcontinente con 32 entidades federativas-país; y que este haya pasado de la casi nada al club de los 35 países más ricos con todo y sus más de 53 millones de pobres, y de allí que, con todas sus imperfecciones y rezagos, se prepare para un nuevo ciclo de renovación de poderes ante un contexto internacional –Donald Trump y otros factores– nada favorable.
De allí que un partido tan ideológico como pragmático, tan histórico como resiliente y adaptable, que defiende valores aunque ajuste principios y reglas,, se dé el lujo de nominar y ungir a un simpatizante como José Antonio Meade, cuya raigambre institucional es evidente.
En la ideología de uno y otro, partido y precandidato, parecen anidar la identidad con los valores y principios sustanciales que han motivado y estimulan sus acciones.
Esto es clave. Los partidos y candidatos opositores tendrán que remontar tal legado para diferenciarse y, en todo caso, plantear opciones viables para el futuro si quieren conservar o conquistar la preferencia ciudadana, ya Morena y AMLO, ya el Frente o PAN y PRD por separado, con Ricardo Anaya o Miguel Ángel Mancera, y acaso con el PANAL y Rafael Moreno Valle, más dos o tres independientes.
La reflexión.
Si el futuro de México es convertirse en potencia –según reitera Meade– el poder nacional no puede fragmentarse al grado de que quien gane la presidencia pierda el país, como ocurrió durante el periodo 2000-2012 con los dos gobiernos panistas y apenas pudo reconducir, al costo de media docena de gobernadores detenidos o procesados, el gobierno del Presidente Peña Nieto, sin alcanzar a detener y menos revertir el deterioro de instituciones y la vida pública y social frente a potentes amenazas y sus propias limitaciones.
Luego pues, si México va con rumbo a ser potencia, debe profundizar en gobierno democrático, en sectores productivos, en inclusión social -en género, jóvenes y viejos, indígenas y vulnerables-, en romper el círculo vicioso de la desigualdad y la pobreza, en fomentar y proyectar globalmente su riqueza pluricultural.
Si México va a ser potencia, entonces el Sur del país deberá resurgir como en el siglo XIX: De Oaxaca a Chiapas, Guerrero y Michoacán, de Puebla a Veracruz y de Tabasco a la Península. Deberá liderar desde aquí una nueva generación de vanguardia para forjar el futuro que ya es presente. Para ello, como siempre, como lo hizo Benito Juárez y Plutarco Elías Calles, quien se atreva a hacerlo tendrá que rodearse de lo mejor.
Esa es la respuesta que escuchó, en aquella ocasión, Zenani Mandela.