La Constitución de 1854 y la crisis de México
OAXACA, Oax., 3 de diciembre de 2017.- La importancia del primer año de gobierno no radica en la evaluación de lo realizado, de sus estrategias, de sus políticas, de la capacidad de los titulares de los poderes, del estilo personal de gobernar por parte del titular del Poder Ejecutivo, de las metas y objetivos de gobierno, ni siquiera de los buenos deseos de los gobernantes, después de todo ya todo es historia.
La verdadera importancia del primer año del gobierno radica en las perspectivas que se tiene del gobierno para los próximos cinco años, de sus tendencias marcadas de inicio, de su capacidad de cambio y de ajuste observados durante el primer año, de saber de lo que se puede esperar o no esperar en sus acciones.
Los gobiernos sientan tendencias desde el primer año, su naturaleza regularmente no se modifica, si son conservadores, progresistas, revolucionarios, o cualquier otra característica, regularmente se conservan en este ámbito.
No es lo mismo evaluarlos al final de su período, no habrá posibilidad alguna de modificar, de ajustar, sólo queda estar sujetos a la evaluación ciudadana en las urnas que se constituye el método más infalible. Después de todo será ya historia. Por eso es de suma importancia hacer el ejercicio de someter en perspectiva el gobierno de Alejandro Murat de cara a los próximos cinco años.
Para los optimistas, dadas las condiciones adversas de inicio del gobierno de Alejandro Murat se puede esperar una mejoría considerable dadas nuevas circunstancias más favorables. Para esta corriente de opinión es casi imposible estar de nuevo en las mismas condiciones del fatídico año del 2017.
Para mi gusto aceptar esta tesis es estar sujeto a los vaivenes de fuerzas no controladas como la sequía, los sismos, los estragos del clima y de las condiciones negativas entregadas de la antigua administración. Consideramos que apegarse a la suerte o a la buena fortuna es desde la política es ser irresponsable.
El buen gobierno sólo tiene la obligación de prever estas circunstancias más no sujetarse como la hoja al viento y no tener las fuerzas autónomas necesarias para forjar su propia dinámica.
Esto es precisamente lo que sucede con el gobierno de Murat, no demuestra una fuerza y dinámica en sí mismo, no tiene impulso, energía, no busca, no asume, no dirige, no arriesga, no tantea, no planea, no simula, no disimula.
Es un gobierno sujeto a las fuerzas del momento, de las circunstancias, es pluma que lo arrastra el viento de los momentos, de la correlación de las fuerzas, por tanto, no impone, no domina, sólo administra, en fin, carece de peso propio.
En este sentido qué se puede esperar para los próximos años, que Dios nos ayude, que las condiciones las haga favorables para poder mejorar las acciones gubernamentales. Solamente de esta manera los oaxaqueños tendremos un mejor gobierno.
Sin embargo, existen dos factores que pueden hacer mejorar al gobierno: existe el consenso de que el joven gobernador tiene la voluntad para empujar su gobierno hacia mejores estadios de eficacia y de eficiencia, sólo requiere de un cuerpo pensante de asesores que diseñen una nueva estrategia de gobierno, de un cuerpo más eficiente de cuadros administrativos, de mejores cálculos para la toma de decisiones, de comprender mejor en donde está parado y qué quiere lograr bajo el establecimiento de nuevas normas y de nuevos procedimientos de gobierno.
El segundo factor consiste que si no quiere cambiar lo obligarán a ello. Porque hoy en día, a pesar de las circunstancias naturales adversas se resiste al cambio y a la visión de gobierno.
A pesar de las fuerzas movilizadoras de la sociedad civil responde con la tontería de acotarla por medio de la coacción, el “torito de la movilización” es un mal chiste de política pública.
A pesar de las malas condiciones de entrega del gobierno anterior responde con lamentos y justificaciones de sus funcionarios.
Las detenciones de algunos funcionarios del gobierno anterior responden más al trabajo del nuevo fiscal del Estado y del fiscal anticorrupción que de una política general de combate a la corrupción.
Al gobernador le corresponde actuar para acelerar las pruebas necesarias para la detención de los verdaderos culpables del quebranto de las finanzas públicas en el sexenio anterior, que no es más que el gobernador y de diversos legisladores que no se atrevieron actuar ante la evidencia.
El gobernador ya no contará con la complicidad del Poder Legislativo pues esta, posiblemente, estará integrado por mayoría opositora. La vigilancia sobre su actuación, la rendición de cuentas estarán al orden del día. Bella oportunidad para cambiar e iniciar una nueva etapa de buen gobierno.
La pregunta es: ¿por qué no iniciar el cambio de rumbo de una vez y no esperar ser obligado a ello? Una sacudida, un golpe de timón a tiempo, hará del gobierno una institución más acorde con la voluntad mayoritaria de cambio.