Obispos de México: Un nuevo horizonte
OAXACA, Oax., 16 de junio de 2017.- Cuando Fukuyama escribió ‘El fin de la historia’, las ideologías se habían quedado sin fieles. Anunciaba el parto, junto con Alain Touraine y otros de un nuevo paradigma que sirviera para explicar la nueva realidad. El nuevo paradigma.
Un paradigma con muchas ideas, pero acomodadas en una Babel, donde todas, absolutamente se habían quedado vacías.
Servían para muchas cosas, menos para construir un nuevo edificio que sirviera como laboratorio de la ‘partícula de Dios’ que todos estaban buscando para explicar la historia. La definitiva.
De eso ya ha lustros y la premura por la supremacía, hizo del marxismo, socialismo, leninismo stalinismo o troskysmo hermanos separados que libraron su lucha aparte.
Por eso nunca fueron opción ni con la brillantez de los ‘neos’, Gramsci o Chomsky.
Las ideas tomaron rumbos diferentes y hoy, el materialismo histórico dialéctico sirve como sofisma para explicar, incluso misterios de lo que Wallerstein llamó ‘El sistema mundo capitalista’.
Cualquier cosa que haya sido entendida, por cada uno de los bandos, como historia (a pesar de que G.W.H Hegel, Croce, Emerson, Carlyle y otros) se las dejaron bien explicada, no sirvió ni sirve para explicar el mundo de hoy.
De modo tal que si lo circunscribimos a la poítica, mediocre y paradójicamente nos dejaron de tres: izquierda, derecha y centro. Y todo mundo lo acomodaba a su propia confusión, para no quedar en ridículo.
Hoy se supone que tenemos partidos de derecha, de centro y de izquierda. No había de otra, hasta que apareció Giddens y una cosa llamada socialdemocracia: ¡la panacea! La utopía de Moro; el Capital de Marx. Todo y la misma cosa a la vez; una generalidad que daba no solo explicación si el tan esperado nuevo paradigma a un mundo cada vez más afiebrado y violento intelectual, doctrinaria y socialmente.
No tardó la Europa occidental en serenarse partiendo de Inglaterra y de ahí, sin restar méritos al nuevo paradigma, encontró acomodo en todo el mundo occidental que comenzó a pacificarse y su constructor, el profeta hoy escribe sobre el medio ambiente.
La brillantez de Giddens que creo, no se ha reconocido como se debe, ‘pacificó’ al mundo político e intelectual con una tercera vía, llamada socialdemocracia y parece intentar ahora, a destiempo, un nuevo paradigma vital: la sustentabilidad.
Que El Progreso no se logre a costa de cualquier cosa.
Qué pase el filtro de una tabla de valores que en su centro tenga el respeto a la vida, sin detrimento del capital, ni del altermundismo, ni de lo antisistémico.
Hizo su contribución para que la violencia estructura pudiera quedarse en la medida de lo posible, solo en instrumentos diplomáticos y en las palabras.
La vida en el centro de todo: ¿biocentrismo?
Necesitamos algo mucho mas persuasivo y argumentado que la Bioética.
En México tenemos partidos de derecha, aunque sus militantes no se asuman como tales; los hay socialdemócratas, aunque ni sus dirigentes sepan qué es eso y los de izquierda, que portan orgullosos su estandarte y se sienten moralmente superiores a sus competidores.
Aunque la izquierda para mí no existe, monopoliza el discurso antisistema que crece exponencialmente; miles de ciudadanos simpatizan con esta falacia por una razón elemental que les hace caer en la trampa y los hace sentirse parte de los salvadores de México, aglutinados, al menos ‘ideológicamente’ en torno a un Juárez o un Hidalgo del siglo 21.
¿A quien no le gustaría asumirse intelectual calcinando ‘falsos argumentos’ en el Twitter o en las mesas de café?
¿A quien que no haya visto pasar sexenios y sexenios de autoritarismo no le gustaría hacer el papel de libertador, esgrimiendo gastados ‘argumentos’ como auténticos axiomas?
¿A quien no gustaría percibirse como portento de intelectualidad cuando no ha leído ‘Los cuadernos de la cárcel’? Hay un referente de la geometría política que, injusta e inmerecidamente está ganando algo que ni siquiera puede llamarse debate. Solo ellos, los superiores, hablan y convencen o hacen dudar de la tabla de creencias políticas de sus interlocutores.
Destruir es lo más fácil del mundo; construir es complejo. Construir, proyectar, proponer con fundamentos… lo manda la Constitución, pero como facultad del ciudadano no como obligación.
La base del discurso antisistema es la destrucción, la negación, la agresión y la antítesis.
Sobrevive y se reproduce atacando, gritando ‘verdades absolutas’ y aclamando a un caudillo aunque no haya llegado al 7 en sus notas universitarias. El mismo que forma parte de ‘la mafia en el poder’ y que no termina de irse a ‘La Chingada’, su rancho.
Regresa con su ‘voto por voto, casilla por casilla’ a seguirse enriqueciendo, negociando y sus huestes, inoculados por Laswell, repiten, a pie juntillas, todo lo que twittea o su séquito repite.
Negocia elecciones, vende candidaturas, ‘el partido soy yo’.
Morena y lo anuncia cada que puede, le sirve como un ‘partido atrapa todo’. No le importa qué piensen o si piensen. Para votar no hay que saber y las elecciones se ganan con votos.
A quien falla en sus delincuenciales operaciones financieras, lo niega. Él no roba ni miente. Sus chalanes, sí. Es el inmaculado.
No es que en sus lugares comunes tenga razón; No mentir, no robar, no traicionar exige a quienes quieran ostentar el noble título del ‘obradorismo’.
Como tantas otras cosas, el único que lo puede hacer es él.
Mucha gente está consciente de ello, pero su hartazgo y decepción le hacen preferir ser cómplice de quien les habla de un México que, pareciera, va a estar siempre en campaña.
De la campaña al gobierno hay años luz de distancia.
AMLO es un caudillo que quiere el poder, porque sabe como Juárez, como Díaz, a decir de Krauze que: “a quien rehúsa el poder, por un proceso fatal de reversión, el poder lo destruye”.
Todos sabemos que hay cosas que están mal… y no de hoy. Lo aceptamos. Pero vamos al debate.
El discurso antisistema está ganando simpatías porque en este país todos podemos mentir impunemente.
¿Se imagina usted a Obrador en la cárcel por mentir?
La política es un juego. Juéguelo sin miedo y patrióticamente.
Pídale usted, con toda calma, a su interlocutor izquierdista dos, solo dos soluciones a cada problema que le ponga sobre la mesa y lo va a tomar como provocación o como trampa. Va a redundar y se va a ir.
Reitero. Ya sabemos que algunas cosas van mal. Qué caso tiene repetirlas cuando no sabemos qué hacer para que dejen de estar mal.
De lo contrario estaremos en riesgo de tomar el rumbo de Venezuela, donde solo es uno el que puede robar, mentir y traicionar.
Sé que usted, probablemente no lo sabe, pero lo intuye. No es necesario pelear, enemistarse, exaltarse. Simplemente pedir respetuosamente: para cada problema, dos soluciones.
México, Oaxaca, nos necesitan a todos.
@MoisesMolina