Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 22 de julio de 2019.- La verdad es que ya hace tiempo, las alarmistas cabezas de portada de la revista Proceso no coinciden para nada en el contenido de los reportajes que las soportan. Las notas no traen contenidos que tengan el mismo nivel del dramatismo que anuncian.
Desde la fallida y premonitoria portada que Proceso cabeceó El fantasma del fracaso, con la foto de un López Obrador abatido y apesadumbrado, hasta las más recientes como la que anuncia: Carlos Urzúa, mis razones, donde solo repite lo que el ex funcionario habría dejado implícito en su texto de dimisión; hasta la más reciente donde acusa a Ricardo Salinas Pliego, me imagino por el delito del empresario de ser amigo del presidente López Obrador, de estar metido en el fraude de Pemex-Fertinal apoyado en sus repetidos esquemas de investigación que en realidad nada más le dan la vuelta a lo que ya la opinión pública conoce, sin aportar nada sustantivo a una especulación que ha quedado solo en eso.
Si en el ámbito de la política-política nada de lo ocurre que tiene impacto estructural es mera casualidad, tampoco lo es en el espacio de los medios que analizan el acontecer político.
Bajo esa premisa entonces no es una casualidad que Proceso insista cada vez que puede en atacar al presidente o en dinamitar sus amarres.
Decía François Mitterrand que es prácticamente imposible gobernar sin acuerdos con las fuerzas políticas o económicas de una nación.
Lo mismo repetía constantemente el recordado Adolfo Suárez, cuando gobernaba España al lado de un muy especial monarca como lo era el Rey Juan Carlos I.
López Obrador es un presidente que hace transparentes sus acuerdos y sus amarres.
Aunque su forma de hacer política no deja de tener un fuerte olor al viejo priísmo que sabía respetar los pactos, que en aquellos tiempos eran pactos de honor.
Si la intención de Proceso de debilitar, o dinamitar de plano, los pactos realizados por el presidente López Obrador en beneficio de la gobernabilidad perdida en este país, es puramente periodística, pues yo andaría buscando al pendejo que se los creyera.
La de Proceso una campaña contra el presidente, como hay otras plenamente identificadas, que por contraposición ideológica o sistémica se producen.
Pero pegar constantemente a los amigos del presidente, como en esta ocasión el elegido fue el exitoso Ricardo Salinas Pliego, es una estrategia de debilitamiento que tiene todas las señales de que hay un dueño del perro en este juego.
La investigación sobre la participación del amigo-empresario de AMLO que presenta Proceso no tiene ni objetivo periodístico preciso (es una denuncia inocua), y si en cambio posee una intención política clara.
La semana estuvo llena de notas, nacionales e internacionales, que ameritaban la mención en una cachucha cuando menos, de la portada de la que es considerada la principal revista de oposición en México.
Y no ocurrió ese ejercicio periodístico. Se fueron directo al golpe.
Pero resultó por demás obvio que el golpe se había preparado desde hacía tiempo y que solamente eventos como la renuncia de Urzúa o la detención de Juan Collado, detuvieron la publicación.
Será interesante ver el seguimiento que le da Proceso a su investigación o, si como como viene ocurriendo, el próximo domingo el ataque a Salinas Pliego ya no es tema para la mano que mece la cuna de los sabotajes a los amarres presidenciales y entonces buscaran otro asuntito.