
Votar o botar la elección
Dentro de las afirmaciones que se manejan en el grupo de poder actual en la administración del bien común están además de que tenemos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, que si ellos gobernaran el costo de la gasolina sería de diez pesos el litro, que los índices de asesinatos, ajusticiamiento y secuestros bajarían en los primeros seis meses de su gobierno, que se había acabado la corrupción exhibiendo lastimosamente un pañuelo blanco en sus conferencias diarias entre otros, se distingue también la especie de mantra de “prohibido prohibir” que entre otras ventajas para su causa les ha permitido realizar propaganda para que el electorado vaya a votar el primero del próximo junio de 2025 para elegir a las personas que ocuparán los puestos existentes en el poder judicial federal y de las entidades de la república sin la menor pena ni cuidado.
Ahora a raíz de los cada vez menos discretos o privados actos de glorificación y endiosamiento de los capos del crimen organizado por medio de los llamados corridos tumbados, se refleja también una vez más las posiciones encontradas entre el grupo que pareciera ser gobernado por el ex ejecutivo federal y el que encabeza la actual titular ya que si bien ella ha expresado que no se trata de prohibir sino de cambiar las letras y orientación de ellos mismos, el inefable demagogo que coordina el congreso federal ha anunciado que se encuentra para revisión y someter a votación general una iniciativa para prohibir la apología del delito en todas sus expresiones destacando los corridos en cuestión.
Parece que como en otros casos de importancia nacional para la coexistencia y la gobernabilidad, se siguen aplicando los conceptos del idealismo que sostiene al individuo como motor de la historia y de los hechos sociales trascendentales dejando peligrosa y equivocadamente de lado que es la sociedad en su conjunto la que de una u otra manera construye y aplica las normas, valores, costumbres y actividades cotidianas y de cada época que nos toca vivir. Así como ejemplos a la mano y posiblemente de mayor comprensión general, baste anotar que los primeros agentes de lo que se conoció hasta hace poco tiempo como judiciales, fueron hombres del norte de México que con su forma típica de vestir y exhibir joyas de oro ostentosas, le dieron una definición per se de tal manera que hoy aunque eufemísticamente llamados ministeriales, se enfundan en camisas a cuadros, botas vaqueras, pantalones ajustados, grandes cadenas de oro en sus cuellos, cinturones de pita además de la prepotencia, arrogancia y conductas francamente delincuenciales o al menos represoras.
Así también los corridos iniciales reflejaron al México rural que a pesar que apenas el 24% de la población todavía permanece en el medio algunos de las composiciones hacen referencia a los tiempos idos en que “no más tres tiros le dio” o “o no dejaba en el campo ninguna flor” en que las Rositas Alvirez y Juanes Charrasqueados eran vistos desde Ensenada a Yucatán y “el pilón como si nada”, los caciques y sus atroces prácticas de pernada con las mujeres e hijas de los peones, el robo abierto de las tierras y de los manantiales comunitarios, el asesinato de los campesinos que les estorbaban y las venganzas aunque tardías jamás olvidadas de los hijos de los agraviados, la pobreza, la sequía y la baja producción que fueron la inspiración de la realidad campesina y rural de esos primeros corridos. El arraigo y la preeminencia en los ochenta y noventa del siglo pasado el norte de la república con las migraciones crecientes que iniciaron propiamente en los cuarenta de manera significativa, fueron impregnando a la población rural migrante que volvía a honrar a sus muertos, creencias o cumplir los cargos que les asignaban obligatoriamente en sus comunidades con sus indumentarias a imagen y semejanza de esos lares en que de manera significativa y definitoria, el crimen organizado que primero se apropió del territorio rural para la siembra y cosecha de los estupefacientes y luego de los centros urbanos para el trasiego, secuestro, cobro de piso, ajusticiamientos y control de los poderes estatales y municipales trajo sus costumbres de ropas, joyas, animales exóticos, carros de lujo cubiertos de peluche, texanas, botas y por supuesto la música de banda hasta llegar a pagar y ajusticiar a los compositores y cantantes que se negaban o preferían componer o cantar a los capos contrarios.
Hoy que controlan más de tres cuartas partes del territorio nacional según las fuentes más significativas,han hecho territorio narco nacional con sus formas de vida, sus perfiles y propalando como el ideal de muchos desempoderados y en la miseria como la vía más a la mano para lograrlo y de allí el que lamentemos a los miles de desaparecidos y cantemos a sus asesinos en la más completa impunidad y en otra muestra lastimosa del síndrome de Estocolmo.
Gerardo Garfias Ruiz