El episcopado ante el segundo piso de la 4T
Un reclamo constante que encuentro en mi caminar por el país es el de la inseguridad. Quien más, quien menos, todos compartimos una sensación de temor ante tantos sucesos que se transforman en estadísticas aterradoras: en este gobierno a la fecha ya son 155 mil homicidios dolosos en el país y más de 100 mil desaparecidos, la mayor parte de ellos asociados al crimen organizado, pero un número considerable de víctimas colaterales de la interminable lucha por el control de plazas entre las bandas criminales.
México se ha convertido en el país con el mayor mercado criminal del mundo según el Índice Global de Crimen Organizado 2021, entre 193 naciones en donde se cometen graves delitos como trata y tráfico de personas, tráfico de armas, de flora y fauna, así como un país con un gran comercio de drogas que van desde el fentanilo hasta la cannabis.
El crimen organizado ha tejido infinitas redes de extorsión a la pequeña y mediana economía que ahogan a la agricultura, el comercio y llegan hasta las viviendas, donde el ciudadano se siente cada día más desconcertado sobre el destino final de su dinero
El fracaso del gobierno es apabullante. La Guardia Nacional militarizada no ha sido un freno a la violencia y si, en cambio, ha provocado varias muertes de civiles inocentes en sus manos sin ninguna justificación.
Por eso yo estoy proponiendo que el próximo gobierno disponga la creación inmediata de un cuerpo policiaco dedicado exclusivamente al combate de la narco delincuencia, a semejanza de la DEA norteamericana, que combata eficazmente al cáncer en que se ha convertido este delito. Desde luego habrá que desaparecer a la Guardia Nacional, esa la del escudo nacional creado por AMLO. Las fuerzas armadas, en virtud de que el país fue entregado a la delincuencia organizada por López Obrador, se dedicará 24 horas al día a su combate hasta rescatar la soberanía de la nación.
El gobierno federal deberá también conformar una nueva policía nacional de carácter civil para atender a la ciudadanía que atienda la seguridad pública en todo el país, sobre todo en apoyo a las policías locales.
La Policía Nacional y la Policía especializada en el combate a la narco delincuencia deberán contar con una preparación, equipamiento y armamento adecuados a sus respectivas funciones. No se puede seguir consintiendo que los cárteles de la droga dominen amplias regiones del país tanto por la política de los abrazos sin balazos, como por la evidente superior capacidad de fuego que estos grupos han adquirido.
Es urgente también que se legisle en materia de narcoterrorismo para permitir penas más elevadas que inhiban los ataques a la población inerme, llamando a las cosas por su nombre. Esos actos son terrorismo y quienes los cometen deben ser juzgados como terroristas. Así de simple.
Desde el gobierno vamos a promover ampliamente la cooperación multilateral con Estados Unidos, Canadá y los países de Centro y Sudamérica para el combate a la delincuencia organizada. El que el gobierno de los Estados Unidos tenga información detallada de las actividades de los cárteles mexicanos no debería alarmarnos, pero que esta no se comparta oportunamente con nuestro gobierno solo pone de manifiesto la escasa colaboración entre ambos países y las manifestaciones de enojo y reclamo de López Obrador parecen más de encubrimiento que de sorpresa.
Dos asuntos más que deberán tomarse en cuenta para combatir eficazmente la inseguridad pasan por el combate real a la corrupción y el mejoramiento del sistema de justicia penal, que son dos de los factores que más influyen en el estado de cosas imperante en México. Vamos a meter a la cárcel a los gobernadores y servidores públicos que están ligados a la delincuencia organizada. Hay que empezar por limpiar la casa para luego limpiar al país.
Nada de ello será posible con Morena o con los partidos de siempre, plagados de políticos corruptos e infiltrados por la delincuencia organizada. Yo me propongo encabezar el primer gobierno independiente de México, independiente de los grupos de poder, de los compromisos políticos, de las historias de corrupción y de los cárteles de las drogas.
Junto con muchos otros hombre y mujeres que queremos un México en paz, con seguridad, con empleo, con justicia y sin pobreza, vamos a dar la pelea en el 2024 contra López Obrador y su secta y contra los partidos que quieren hacer a un lado a los ciudadanos para seguir conservando las veinte o treinta diputaciones federales plurinominales y las pocas senadurías que su voto inercial les permiten todavía. Vamos a ganar porque somos más los que dejamos de creer en el PRI o el PAN y los que estamos hasta el gorro de López, sus ocurrencias y sus corcholatas.