
Oaxaca, invitado de honor en la FIL de Palacio de Minería
En las sociedades existe una tensión entre las emociones tristes y las amables. Cada país tiende hacia un lado u otro de la balanza, y esto define su identidad cultural. A veces, ese balance se ha inclinado demasiado hacia los sentimientos llegando a producir discursos de odio y dogmáticos. Es el caso de España y América Latina en algunos momentos de su historia. |
«Una vez, hace muchos años, un europeo me preguntó si podía definir América Latina con una sola palabra. Me pareció un desafío interesante, y después de pensarlo unos segundos le dije esto: “contrastes”. Nuestra realidad está llena de antítesis: sociales, culturales, políticas, raciales y, desde luego, económicas. Quizás nuestra mayor dificultad consista en no poder encontrar síntesis, puntos medios o lugares de encuentro, treguas, entre tanta confrontación. Hielo y brasa conviven con toda naturalidad.» |
EL AUTOR MAURICIO GARCÍA VILLEGAS es doctor en Ciencia Política por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y doctor honoris causa por la Escuela Normal Superior de París-Saclay (Francia). Actualmente ejerce como profesor en la Universidad Nacional de Colombia y como investigador en la organización Dejusticia. Entre sus libros destacan Virtudes cercanas y El país de las emociones tristes. |
ALGUNOS EXTRACTOS DE LA OBRA: |
«Este libro no es para especialistas en América Latina. No soy uno de ellos y por eso no podría escribir lo que ellos escriben. Si alguna especialidad tengo es la del generalista, quizás la de alguien que intenta conectar cosas que dicen ellos, los latinoamericanistas, con cosas que vienen de otras disciplinas, incluso la de conectar todo eso con ideas que no vienen de ninguna disciplina. Esa es la ventaja (y el inconveniente) de un ensayo como este: no demuestra nada, pero sugiere nuevas maneras de ver, o por lo menos lo intenta.» «Tampoco es un libro sobre las emociones, en general, de los hispanoamericanos. Mi tema es más acotado y se refiere a las emociones que Baruch Spinoza llamaba tristes. No hablo de las otras, las plácidas o felices, ni siquiera digo que estas sean menos importantes. Solo sostengo que, en el continente, prevalece un tipo de arreglo emocional en el que estas emociones, las tristes, han tenido un peso excesivo, sobre todo en la cultura política. Por eso, más que un memorial de agravios contra América Latina, este libro es un esfuerzo por entender la trampa que a veces nos tienden esas emociones y nuestra relativa incapacidad para escapar de ella.» |
Pasiones y reglas: |
«La hipótesis de este libro es que, en América Latina, ese balance entre pasiones y reglas, sobre todo en el ámbito de la cultura política, ha funcionado mal, o por lo menos ha funcionado menos bien de lo esperado hace dos siglos, cuando España perdió su dominio sobre casi todo el continente. La causa remota de ese mal funcionamiento está, ya lo veremos, en la ausencia de Estados fuertes, en el sentido institucional y administrativo, no militar, o no solo militar, es decir, Estados con capacidad burocrática y judicial para imponerse como órdenes legítimos sobre sus competidores (legales e ilegales) y para regular los intereses económicos y sociales, en todo caso privados, a lo largo y ancho del territorio, todo lo cual creó un ambiente de competencia en el que las emociones tristes afloraron.» |
La madre patria: |
«Los latinoamericanos nos referimos a España como “la madre patria”, pero en esa expresión ponemos tan poco amor materno como sentimiento patriótico. Heredamos la lengua y la religión de los españoles, que no es poca cosa, pero vemos en ello una contingencia más que un legado. España es como una madre a la que se ha dejado de querer, y solo en algunos períodos de la historia, cuando la férula estadounidense golpea más fuerte de lo usual, como ocurrió a finales del siglo XIX, la nostalgia española reaparece. En la actualidad, con un imperialismo menos brutal, a España le dispensamos la indiferencia de los adolescentes que pasan de sus progenitores.» |
El brutal encuentro: |
«Se ha dicho que la Conquista ahondó la tristeza del indio y su sentido trágico de la vida, aunque son pocos los documentos que recogen ese sentimiento. Uno de ellos se encuentra en los llamados “cantos tristes”, que describen los últimos días del sitio de Tenochtitlán y la caída del pueblo mexícatl. Parece ser que los incas también eran fatalistas y tristes.» «En todo caso, del amasijo genético entre india y blanco nace nuestro temperamento de frontera, esquizofrénico e inseguro, que oscila entre los principios tutelares y las excepciones, entre la sumisión y la rebeldía, el abandono y el ardor, la indolencia y la piedad.» «A diferencia de los españoles, que imponen y pontifican con desparpajo (no creo que haya signo más elocuente de la arrogancia española que su expresión “pero, tío, si te lo digo yo…”), nuestra manera de hablar es modesta, apocada, como andando a tientas para no ofender, no molestar, no escandalizar.» |
Caudillos: |
«El caudillismo es, en buena medida, responsable del poco afecto que los latinoamericanos suelen tener por el Estado, sus instituciones y sus gobiernos, que, para la mayoría, son lo mismo: el Estado son los gobiernos y, más concretamente, los gobiernos despóticos.» «Mal contadas, hubo unas veinte dictaduras en el siglo XX, aunque en ellas hay de todo. Muchas tuvieron el propósito de acabar con lo que llamaban el “enemigo interno”, algo así como un tumor maligno que amenazaba de muerte a la sociedad entera. La mayoría de las veces ese tumor era el comunismo.» «Ser demócrata en la América Latina de los ochenta no era nada. A veces el enemigo interno es el capitalismo, el imperialismo o una versión difusa de ambas cosas,» |
Desiguales: |
«América Latina es la región más desigual del planeta. Parte del problema reside en que el sistema educativo no contribuye, como en otros países, a la igualdad social.» «Nuestra obsesión por el estatus y el reconocimiento es el resultado de un modelo de sociedad en el que la familia, la clase social, la religión y el honor están por encima del Estado, la igualdad ciudadana y los bienes públicos. Por eso el narcotráfico está mucho más conectado con la “sociedad de la gente de bien” de lo que casi siempre las élites están dispuestas a reconocer.» |
La ficción política latinoamericana: |
«Tenemos sociedades que no se pueden pensar con la metáfora de la casa, donde los cimientos representan la economía, las habitaciones la política y el techo la ideología. En la democracia, se supone que los partidos son voceros de los intereses económicos y sociales, y sus dirigentes defienden propuestas basadas en ideologías, acopladas directamente con esos intereses; es decir, el techo está conectado con los cimientos a través de los muros de las habitaciones. En América Latina, más que ideologías hay doctrinas, volátiles, armadas por intelectuales y poco conectadas con la realidad social. En los discursos de los políticos, el lirismo suele ser tan excesivo como escasa su profundidad.» «Las utopías miran hacia adelante, y siempre están de espaldas a algo o a alguien: a España, a los rojos, a los azules, a los negros, a los indios, a los blancos, a los civiles, a los creyentes, a los materialistas, a los poetas. Son proyectos sin fisuras, lo suyo es lo contundente, lo asertivo, lo igualador, y por eso cada una trae emparejado su dogmatismo, con sus sacerdotes, sus inquisidores y sus guerras. Los latinoamericanos hemos padecido más de intolerancia que de pobreza, catástrofes naturales, malaria, imperialismo o mala suerte, y los que se han metido en política son los más afectados. El dogmatismo, afirma Octavio Paz, es “esa enfermedad del espíritu que ha hecho más daño entre los intelectuales latinoamericanos que la viruela entre los indios del siglo XVI”.» |
La ilusión revolucionaria: |
«Un cambio revolucionario solo puede lograrse por medio de un régimen autoritario que someta a la mitad de la población que está en desacuerdo, pero es poco probable que tal cosa suceda y, en cambio, sí lo es que estalle una guerra civil o se inicie una diáspora, como ocurre en Venezuela.» «Esta manera de pensar no solo justifica la trampa y la ilegalidad (incluso la violencia), sino que hace inviables los gobiernos que solo conciben su tarea como un proyecto destinado a beneficiar a la parte de la población que eligió. De esta manera, han sido muy frecuentes los presidentes que gobiernan para la mitad de la población y no para la nación entera.» |
El nuevo contexto mundial: |
«En las últimas décadas, el péndulo se ha desplazado hacia el extremo emocional. El ascenso al poder de Trump en Estados Unidos, de Chávez en Venezuela y de Bolsonaro en Brasil son solo algunos de los casos en los que el populismo, alentado por las pasiones políticas, captura o absorbe las instituciones.» «Cuando la incertidumbre del presente me aviva el pesimismo, tengo ideas como esta: América Latina no está avanzando hacia el logro de sociedades más igualitarias, más moderadas y más justas, como en Europa, sino que, por el contrario, las sociedades que llamamos desarrolladas (no me gusta el apelativo) están avanzando hacia América Latina, copiando sus problemas, como el de la incapacidad del Estado para controlar la sociedad, el de la desigualdad social, el de los ricos capturando el Estado y, sobre todo, el del desborde de las emociones políticas con su abrevadero populista. Pero el pesimismo es una emoción demasiado atractiva para ser fiable. La verdad es que mi escenario pesimista está distorsionado, entre otras cosas, porque no existe tal imitación. Europa y Estados Unidos no están copiando nuestro modelo, sino que en esos lugares están sucediendo cosas que deterioran, o por lo menos ponen en peligro, algunos de los logros de la modernidad.» |
España moderna y América barroca: |
«Los latinoamericanos de principios del siglo XIX se independizaron de España con la idea de liberarse del pasado, en el preciso momento en el que España quería hacer lo mismo. En esto, seguimos su ejemplo. La Constitución de Cádiz es el grito de independencia de los españoles con respecto a su propio pasado, de la misma manera que las constituciones americanas adoptaron los anhelos criollos de liberarse del pasado colonial.» «La superación del pasado fue esquiva en ambas partes: los españoles tuvieron que esperar casi cien años más, hasta finales del siglo XX, para conseguir la modernidad que buscaban con las leyes de Cádiz, es decir, para independizarse del modelo tradicional de la época del Imperio. No me atrevo a decir cuáles son las causas de ese éxito, que por tardío no deja de ser sorprendente, pero imagino que la influencia de Europa, los horrores de la guerra civil y la larga dictadura franquista ayudaron a aplacar los ánimos, con lo cual la modernidad fue haciendo su curso.» «Para los latinoamericanos, en cambio, la modernidad sigue siendo una promesa incumplida, por lo menos en amplios sectores de la sociedad y del Estado. Y esto se agrava con el hecho de que buena parte de los progresistas actuales en América Latina ya no creen en la modernidad ni en la Ilustración, ni siquiera en la ciencia, y los conservadores, por su lado, sin creer tampoco en todo esto, se niegan a abandonar la sociedad tradicional, con su sistema de repartos, privilegios y olvidos. Por eso pienso que seguimos, en buena medida, anclados, en lo espiritual y en lo material, en el Barroco español.» |
En busca de soluciones: |
«En América Latina tenemos que crear tres antídotos para enfrentar las emociones tristes. Uno: sociedades más igualitarias, menos desgarradas por las diferencias entre clases sociales, lo cual nos permitiría luchar contra la desconfianza, el resentimiento y la envidia que suele brotar en sociedades injustas y con autoridades poco legítimas. Dos: Estados capaces de pacificar las sociedades, con reglas claras y efectivas que disuadan a la población de hacer trampas, violar la ley o aprovecharse impunemente de los recursos públicos o de sus congéneres, todo eso para desterrar los miedos, los odios y las venganzas que se desatan en sociedades con instituciones débiles. Y tres: una cultura contra el dogmatismo y la intolerancia, basada en la educación, y sobre todo en la educación sentimental, para luchar contra el delirio político y sus dogmatismos. A estas tres cosas añadiría el fortalecimiento de las instituciones regionales y de la cooperación entre los países.» |
Brindis por el americanismo: |
«Los latinoamericanos solemos definirnos por oposición a otros: a los españoles, a los ingleses o a los estadounidenses, a los capitalistas de la mundialización a los pobretones del Tercer Mundo. Siempre en una relación de contraste, como si fuésemos algo sólido y homogéneo, como si los mayores contrastes no estuviesen vivos entre nosotros, como si los males viniesen de afuera y no de adentro.» |