Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
OAXACA, Oax., 6 de septiembre de 2020.- Cada cambio de época o ciclo histórico supone cambios en el modo de producción y de dominación que impacta al conjunto de las relaciones e instituciones sociales.
Se alteran la concepción y roles de la persona en sí misma y la familia, asociaciones, escuelas, partidos, empresas y gobiernos. Se modifica la posición y el papel de las clases y de los géneros. Las estrategias de sobrevivencia, adaptación y posicionamiento se vuelven cruciales.
Así ocurrió en la sucesión del mundo medieval a la época moderna caracterizada por sociedades industriales, democráticas y reguladas por leyes codificadas en las que la burguesía desplazó a las antiguas clases aristocráticas.
En México ese recambio lo consumó la Reforma liberal juarista y consolidó la Revolución.
Sus marcas quedaron registradas en el solitario artículo 13 de la Constitución, que a la fecha prohíbe el reconocimiento estatal a los títulos nobiliarios, y mantiene la laicidad del estado y los derechos sociales-populares colocados –no sin férrea oposición y ataques recurrentes– en los artículos 130, 3, 27 y 123 de la Constitución de 1917.
Empero, en ese nuevo ciclo histórico –la modernidad– el género masculino y la sociedad mayoritaria reforzaron su posición dominante.
Impusieron valores y prácticas patriarcales y hegemónicas que subordinan, discriminan y excluyen a las mujeres y otros grupos considerados débiles, en particular a pueblos y comunidades indígenas y afrodescendientes.
Ante la falta de factores clave para incidir en la sociedad, el mercado y el estado, la igualdad de las mujeres ante la ley devino ineficaz.
En el caso de las mujeres indígenas, desde la perspectiva externa a pueblos y comunidades, la desventaja es aún peor.
Y es que el contrato social y constitucional que rige a los estados modernos reconoció derechos iguales para todos, solo que desconoce las diferencias reales entre los dos géneros y en relación con pueblos y comunidades cuya asimilación al pueblo dominante se esperaba que fuera inexorable.
Ha sido con el agotamiento de la racionalidad moderna a finales del siglo 20, la 4a revolución industrial en curso y la transición tecnológica y digital a otra etapa de la civilización que el movimiento social internacional de las mujeres las está impulsando hacia su emancipación histórica. Y otro tanto está ocurriendo con los pueblos y comunidades indígenas.
El advenimiento de una nueva estructura social ya está prefigurada en los artículos 2o (indígenas y afrodescendientes), 4o (mujeres) y 1o (no discriminacion a ningún género) de nuestra Constitución, y desde luego en los tratados internacionales.
Por una parte, a lo largo y ancho del planeta, aun en países o sistemas políticos y culturales en donde las condiciones parecían hacerlo imposible hace una o dos décadas (de Bielorusia a la India o de Bolivia a México) el escenario presenta a las mujeres comprometidas en luchas reivindicatorias de su autonomía y empoderamiento en diferentes esferas de acción.
Están en profunda y convulsa crisis y revisa las mentalidades y prácticas tradicionales pues se pretende revertir la desigualdad histórica y estructural que impide la igualdad real o sustantiva entre mujeres y hombres.
Por la otra, es un hecho probado que esa desventaja generalizada es más grave en mujeres indígenas, niñas y ancianas, afrodescendientes, y más todavía si sufren alguna discapacidad. En esta esfera las batallas por venir serán intensas.
En el actual cambio de época, las nuevas tecnologías ciertamente habrán de incidir en la revolución política y jurídica de las mujeres, pero la igualdad sustantiva no se consumará y menos será sostenible si no se abaten los factores que reproducen la desproporción.
Me atrevo a visualizarlos con 10 Cs, no limitativos pero sí determinantes.
Las mujeres, todas y en particular las más desaventajadas, requieren más Capacidades pertinentes, Casas solidarias, Calles seguras, Capitales múltiples, Cooperación solidaria, Conciencias trascendentes, Coaliciones con integridad, Culturas híbridas, Calidad de vida y Constituciones con principios y derechos de género bien asegurados.
Sin eso, de que les sirve a las mujeres ser iguales ante la ley. De qué sirve a las mujeres indígenas que se les recuerde cada año.
Seguramente que las conmemoraciones continuarán siendo relevantes para no olvidar y para persistir.
Sin embargo, habrá que continuar en la brega cotidiana, social e institucional para afianzar las condiciones en las que enraice y crezca la igualdad real.
Es uno de los principales retos de nuestro siglo.
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