Cortinas de humo
OAXACA, Oax., 4 de abril de 2021.- Por fortuna seguimos luchando por concretar la Constitución y no por liquidarla, en medio de la pugna por el poder de los cargos de gobierno.
En efecto, el proyecto de la 4T está ya en el texto luego de una larga batalla mientras que la oposición lucha por desacreditarla, pero dentro del propio estado constitucional.
La oposición de hoy, que en su momento fue gobierno, también colocó su estrategia de principios y políticas públicas en la Constitución.
Recordemos que esta última, con el propósito de reforzar el estado constitucional democratico con orientación liberal, logró elevar el parámetro de protección de los derechos al nivel de los compromisos con la comunidad internacional.
Para este último efecto introdujo contenidos específicos en el texto tanto en 2008 en justicia penal y en favor de las víctimas como en 2011 y 2014 para proteger los derechos fundamentales de las y los mexicanos y habitantes del país.
Asimismo, en 2014 y años subsecuentes los partidos firmantes del llamado Pacto por México pretendieron consolidar el difícil paso de cualquier sociedad hacia la economía de mercado sostenible, aunque sin conseguirlo.
La mayoría social y ciudadana sintieron las pérdidas, incertidumbres y riesgos característicos de ese tipo de procesos y respondieron en las urnas en 2018 al demandar una reconsideración más o menos radical de aquel proyecto de nación. Ante la intemperie, preferible volver a la protección estatal.
En esencia, el miedo a la libertad de mercado aumenta cuando un país dependiente de fuerzas que sobrepasan su garantía colectiva clásica, que es el Estado, queda atrapado y sometido por poderes irregulares que lo utilizan para sus propios fines y lo inutilizan para propiciar el bienestar general por vías regulares. La mayoría social queda expuesta ante los poderes de la selva.
En esta condición se facilita no solo la captura del estado sino también de la nación. La Constitución queda limitada a cumplir y tutelar derechos individuales de quienes más tienen, pero pierde su sentido social porque no puede inducir a que se otorguen bienes y servicios básicos o de calidad necesaria para la mayoría de la población.
La lucha por la Constitución mexicana se concentra ahora precisamente en recuperar y hacer cumplir sus objetivos sociales y culturales.
Para ello se requiere que el Estado reponga su estatura y vigor regulatorio, de penetración, extracción y distribución ante todos los actores, especialmente ante los más poderosos e informales. Para ello tiene que realinear y reconducir a poderes y actores. Lo tendría que hacer cualquier opción política, salvo que no le importara diluir nuestra historia, presente y futuro.
Por fortuna, la lucha por ese objetivo se está dando dentro y no fuera de la Constitución.
Desde luego, hay acciones en sus bordes y fronteras. Es la tensión propia de sociedades en conflicto. ¿Cuándo no ha sido así?
Por cierto, los procesos electorales en marcha tienen que ver con esta nueva batalla, igualmente cargada de incertidumbres, contingencias y correcciones ¿Acaso puede ser de otra manera?
Se observa que los árbitros y jueces son fuertemente interpelados y hasta descalificados por actores competitivos en un mega proceso electoral cuyo marco de referencia no es otro que la Constitución, la cual, pese a las usuales malas prácticas, finalmente prevalecerá.
En un estado democrático frágil, una sociedad desigual y varias crisis yuxtapuestas en curso ¿No es esa una experiencia que ya hemos registrado antes?
Con todas las fortalezas y debilidades conocidas, en el contexto de nuestra muy propia cultura social, política y jurídica, lo mismo que antier y ayer, una vez más la propia dialéctica de la lucha por la Constitución nos permitirá seguir adelante,