Respuesta a la violencia e inseguridad
Los resultados electorales y hechos sincrónicos confirman la tesis que he venido sosteniendo en diversos espacios: México nunca ha sido ni puede ser «país de un solo hombre».
No lo fue en el tiempo del emperador azteca quien compartió el poder entre su clan, la nobleza y con otros poderes y pueblos aliados
No lo fue durante el virreinato de la Nueva España pues el rey, sin control absoluto del imperio, equilibraba al virrey mediante diversas fórmulas, incluida la Iglesia y la burocracia.
Tampoco y aún menos fue posible durante prácticamente todo el siglo 19 porque los congresos locales y el federal eran más poderosos que el Presidente, además de la influencia de otras fuerzas como el ejército, los grupos de interés o los Estados Unidos.
Ni siquiera durante el largo dominio del PRI clásico, entre 1940 y 1990, el presidente pudo ejercer realmente como «emperador sexenal», «presidente imperial’ o jefe de la «dictadura perfecta». Segun decía Foucault, se trataba tan solo de bien montados rituales de poder absoluto.
Es verdad que en ese último periodo el presidente alcanzó el mayor poder que cualquier homologo nacional del pasado, pero lo compartía con su partido y la federación de intereses que hacía funcionar el sistema.
Por el contrario, desde finales de los 90 hasta 2018 la presidencia giro hacia un hipo-poder que los gobernadores, el congreso y otras fuerzas informales e ilícitas pudieron desafiar de manera ingeniosa y eficaz.
El Pacto por México de 2012 fue el mejor ejemplo de que sólo forzando al sistema de partidos y al Congreso a aceptar la consolidación del modelo privatizador era posible orientar al país. La polarización resultante fue capitalizada por López Obrador y Morena.
Sus triunfos graduales entre 2015 y 2018 y la conquista de la Presidencia y los congresos en este último año –algo inesperado en la proporción que se dio– abrió la puerta al re-fortalecimiento del Ejecutivo que avanzó en su tarea de tomar.los hilos y reordenar la distribución y el ejercicio de los poderes.
Esta es, en mi opinión, la consecuencia más importante de las elecciones del pasado 6 de junio.
El Presidente, sin tenerlo todo, dispondrá de la influencia necesaria en el ámbito central y suficiente en los estados y regiones para continuar su indispensable labor de reorganización del poder relacional y estrategico.
Al mismo tiempo, seguirá siendo resistido por diversas fuerzas políticas, aun en su debilidad manifiesta, así como por los medios, las redes, laa mujeres, los agentes del mercado y los Estados Unidos. ¿País de un solo hombre?
El electorado, sabio, le ha renovado el mandato lo necesario y suficiente para que continue con su labor y espera, desde luego, mejores resultados.
Al mismo tiempo, inyectó pluralidad en dosis pertinente para mantener balances y obligar a la negociación de lo importante.
Además, el factor estructural, el vecino cercano, los Estados Unidos está de regreso y ya se ha hecho presente.
Si algún poder formal falta en esta nueva coyuntura de reactivar su papel garante del Estado Constitucional, es el judicial.
No solo el dia de mañana en la Suprema Corte con motivo del tema de la prórroga de 2 años al periodo de su titular, sino también en las semanas por venir, el sistema de justicia electoral, en particular el TEPJF, habrá de confirmar que siguen siendo la garantía jurisdiccional de la Constitución, la Democracia y los Derechos Humanos.
Reitero: México no ha sido, es o sera pais de un solo hombre.
Es el país de la pluralidad y la diversidad que requiere condiciones de gobernanza presidencial para ser conducido de manera efectiva.
No menos. Y no más.