Día mundial de la información para el desarrollo
OAXACA, Oax., 30 de noviembre de 2020.- La Covid 19 nos ha cambiado años de vida en unos cuantos meses y la infodemia tiende a confundirnos la mente a toda hora.
Pero hay una pandemia peor que esos fenómenos y resulta igual o más dañina y perniciosa:
Se trata de la violencia, en general, y en particular de la violencia política, especialmente en contra de las mujeres.
Está en la naturaleza histórica del ser humano conseguir por la fuerza sus deseos e imponer su voluntad a otros seres vivos. Así ha procedido desde épocas antiguas.
Por ello es que en el mundo moderno los “sapiens sapiens” hemos construido el portentoso edificio del Estado de Derecho que pretende garantizar los derechos y la paz entre todos.
La sociedad política y jurídicamente organizada tiene como misión principal erradicar la violencia y suplirla con respeto, diálogo, acuerdo, compromiso y acción coherentes.
En rigor, se trata de proteger la esencia de la humanidad que es la dignidad y su integridad recíproca con la cultura y la naturaleza mediante el ejercicio de la libertad responsable en condiciones de igualdad sustantiva.
En primera y última instancia, para concretar en los hechos tal objetivo es que sostenemos gobiernos y organizaciones de todo tipo. Sin estos, la vida social y la cooperación serían simples sueños.
De allí que resulte muy relevante el que ante el incremento en cantidad e intensidad de actos de violencia de todo tipo –simbólica o física– se redoblen esfuerzos específicos para prevenirla y erradicarla.
El inicio de numerosos procesos electorales en un contexto de inseguridad sanitaria, interpersonal y socioeconómica agudiza los impulsos violentos entre competidores y victimiza a los más débiles.
La violencia política en contra de cualquier ciudadano disminuye o priva el derecho fundamental a la participación para intentar resolver problemas públicos que nos interesan a todos.
Es imperativo que la ciudadanía y los actores políticos renueven pactos y prácticas de civilidad para reducir y eliminar los vectores violentos y propiciar contextos más favorables para recrear la democracia.
Ante la flagrante evidencia cotidiana que discrimina y violenta a las mujeres y otros grupos vulnerables de la sociedad, más divulgación, educación, sensibilización y operación de las garantías jurídicas y electorales para su defensa y reivindicación son urgentes.
Nadie debería en ningún ámbito, público o privado, evadir su responsabilidad con la vigencia del Estado de Derecho que se juega la vida en cada palabra, acto u omision del “sapiens sapiens”.
Ninguna pandemia deberá carcomer los cimientos de la democracia constitucional.
Esto depende no solo del otro sino de nosotros mismos.