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Consejo de la “caricatura”, Servil al Gobierno
La X en la frente
Estamos ante la elección más grande de la historia de México. El número de cargos que se eligen ha sido el parámetro para calificarla así.
Desde otros parámetros las elecciones en nuestro país han dejado de ser importantes.
Lo que debía ser un ejercicio de la razón, se ha convertido en un ensayo de las pasiones.
Hace tiempo que el voto -si alguna vez lo fue- ha dejado de ser racional y hoy los propios estrategas y mercadólogos electorales dicen que las elecciones son prácticamente asuntos del corazón (y del hígado), más que del cerebro.
Importa lo que pase el día de las votaciones (quién gane y quienes pierdan), y no lo que suceda después.
Por eso el voto se ha convertido en asunto de nuestro estado de ánimo y no del país en el que queremos vivir.
En el fondo, los electores que definen las elecciones entregan algo parecido a un voto de lástima y se lo otorgan a una persona y no a un proyecto.
Ya no le importa qué pase después de la elección, porque está amarga o resignadamente seguro de que nada cambiará independientemente de quien gane.
Hace años escribí que las relación votantes-políticos era una espiral de desprecio.
Los funcionarios electos desprecian tanto o más a quienes los eligen que estos a aquellos.
Esta y no otra es nuestra mayor desgracia colectiva: la apatía, el desinterés, el desánimo, la resignación.
Pero nuestra obligación moral es persistir en creer que las cosas pueden algún día ser diferentes y actuar en consecuencia.
Aunque el marinero se sepa condenado al naufragio, la estrella polar seguirá ahí. Hoy, como nunca, las elecciones se han convertido en asunto de odio, de intolerancia y de violencia.
Se nos ha olvidado que la política es una guerra sin sangre y los bandos en disputa se matan con cada vez más frecuencia, ligereza e indolencia.
La primera cosa que a este país le urge es la reconciliación.
Porque lo problemas siguen siendo los de siempre, pero ahora hay nuevos desafíos que ponen en peligro nuestra superviviencia como especie. Nada podrá salvarnos del cambio climático sin concordia, sin solidaridad, sin la conciencia de que vamos todos en el mismo barco y nuestro mar se está secando.
Rojos, blancos, azules,guindas, rosas, verdes, amarillos. Todos sentimos la misma sed y sufrimos los mismos calores.
Y la llamada debe venir -aunque se escuche extraño, antidemocrático y contramayoritario- desde arriba.
La primer tarea de la nueva o el nuevo presidente debe ser la reconciliación.
No en las cámaras, ni en los partidos, donde el disenso, la discusión y la diferencia son necesarios, sino en los millones de mexicanos que con pasión insana defendemos causas que no son las nuestras.
Ese es mi único deseo. Que el primer mensaje de quien gane la elección presidencial sea como Jefe o Jefa de Estado, y ya después podrá venir sobre cimientos sólidos lo que nos deba decir cono jefa o jefe del gobierno.
*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca