Conmemora DIF Oaxaca Día Mundial de la Alimentación
*Sería como institucionalizar “el día de la blanquitud” frente al movimiento pro derechos de los negros: investigadora de la UAM
*El problema no está en las diferencias sino en las desigualdades, en una cultura en la que construir para la diferencia significa construir para la desigualdad: Fernández Chagoya
Rodolfo Serafín Pérez Ruiz
El Día Internacional del Hombre es una ocurrencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el sentido de que este grupo social carece de demandas sociales propias que busquen un cambio estructural, afirmó la doctora Melissa Aime Fernández Chagoya, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Por tanto, “habrá que ser críticos ante esa fecha conmemorativa, pues sería tanto como institucionalizar el ‘día de la blanquitud´ a manera de respuesta ante el movimiento de los derechos civiles de los negros en Estados Unidos”, informó la UAM en un comunicado.
La fundadora de diversos grupos de estudio de género e igualdad abundó que el hombre es un grupo históricamente dominante y privilegiado, por lo que es bastante criticable la decisión del organismo internacional.
En el contexto mexicano el machismo es muy delicado y grave, “la propia ONU señala que se dan once feminicidios al día, pero lo que queda entre líneas es el dato que hay el mismo número de varones asesinando mujeres. Así, lo no dicho revela cómo opera una estructura que reproduce prácticas machistas, lo que no se ve son las prácticas patriarcales donde se sobredimensiona lo masculino y se subvalora lo femenino”.
La también profesora del Departamento de Antropología de la sede Iztapalapa sentenció que el machismo imperante “nos atraviesa a todos: hombres, mujeres, niñas y niños estamos desde ese lugar educadas y educados”.
Masculinidad machista hegemónica
En su ensayo Cuerpos que no importan: la indolente mirada masculinista desde donde se imparte la (in)justicia para las mujeres en México, señala que “en nuestra sociedad sigue prevaleciendo el ejercicio de la masculinidad hegemónica (tradicional o machista), que se entiende como el ideal cultural que sirve de referencia para el comportamiento social de muchos hombres y que tiene como propósito mantener los privilegios masculinos a cualquier costo”.
Por tanto, “es una visión impuesta mediante códigos y mandatos de género, los criterios desde los cuales debe organizarse todo y donde la constante es que la mayoría de los hombres asegura posiciones de dominio sobre las mujeres y otros grupos históricamente discriminados, ejercicio de poder que utiliza la violencia en su diversidad y modalidades”, plantea.
La especialista advierte que muchos hombres establecen, explícita o implícitamente, pactos patriarcales para conservar dichos privilegios, de manera que los diferentes poderes institucionales, colectivos y personales, se alinean para tratar de evitar cualquier disidencia o ataque al orden social de género anclado en el patriarcado.
En ese contexto, “no extraña que jueces varones, los ministerios públicos, abogados y médicos que defienden a los hombres que han ejercido violencia contra las mujeres coincidan en sus formas de pensar y minimicen, descalifiquen o desconozcan los asuntos planteados por ellas, e incluso lleguen a considerarlos como producto de problemas de salud mental”.
Por tanto, “se requiere de ejercicios de sensibilización y capacitación que promuevan empatía, dirigidos a distintos cuerpos profesionales responsables de procurar e impartir justicia y promover la salud pública”.
Reeducarnos, contra el machismo
En virtud de todo lo anterior propone cambiar varios aspectos en nuestra sociedad, partiendo de un proceso de reeducación, “desaprehender –con h intermedia– una lógica de género que subordina, que recrea divisiones sexuales de trabajo, pues nos enseñan a ser diferentes personas y, por lo tanto, a tener diferentes capacidades”.
En esa lógica el problema no está en las diferencias sino en las desigualdades, en una cultura en la que construir para la diferencia significa construir para la desigualdad.
“Nuestra labor –enfatizó la investigadora nacional nivel I– es desestructurar la diferencia que hemos concebido como natural y más bien pensarnos como personas equivalentes, pues esta lógica de género tradicional no nos ha dejado nada bueno, por mucho que queramos conservarla por su aspecto romántico, así que más bien apelaría por la desaprehensión de la cultura tradicional de género por una nueva aprehensión de ser sujetos y sujetas responsables, equitativas, pensarnos como iguales y desde un lugar mucho más humano”.
Las políticas públicas, en términos generales, “están basadas en lo que hemos asumido como una diferencia natural; pareciera que obvian que esa diferencia en el día a día, en nuestra praxis cotidiana se traduce en desigualdad y mientras las sigamos pensando desde una diferencia naturalizada vamos a apelar por las desigualdades”, comentó en entrevista.
Así que “nos toca repensarnos y reconstruirnos, suena radical, pero a estas alturas nos corresponde colocarnos en un punto de radicalidad, porque si no vamos a seguir haciendo lo mismo quizá con matices, y el Día internacional del hombre tiene que ver con esa simulación”, recalcó la doctora Fernández Chagoya.
“Se pretende que en el Día internacional de la mujer nos feliciten y porque es hermoso; por lo tanto, hay que felicitar también a los varones. Parece que hay una suerte de deshistorización porque se nos olvida que el origen del Día internacional de la mujer tiene que ver con el movimiento de las obreras de la ex Unión Soviética”.
En ese sentido, si van a proponer un día internacional del hombre “tendrán que decirnos cuál fue el acontecimiento que movilizó a ciertos varones como un grupo social con demandas propias”.
La tarea de las universidades
“En nuestro trabajo como docentes nos tocará historizar para no cometer los mismos errores y desaprehender la cultura tradicional de género. Las universidades no podemos hacer caso omiso a las demandas de los colectivos feministas, no minimizar sino escuchar atentamente lo que está pasando”.
De pronto la brecha generacional ya pesa, “entre las personas ya grandes naturalizamos muchas cosas que ahora la juventud las llama con nombre y apellido. Nos resulta inconcebible y una exageración, pero esas cosas siempre estuvieron ahí, sólo que ciertos personajes o personajas se están revelando como lo dijo Rosa Luxemburgo, marxista polaca, que el primer acto revolucionario es llamar las cosas por su nombre. De ahí como profesoras debemos seguir atendiendo esas demandas y actuar en consecuencia, pues la congruencia indica que tenemos que educar con el ejemplo”, precisó Fernández Chagoya.
“Por la lucha de las mujeres en la búsqueda de la igualdad de género nos encontramos en otra situación que hace 10 años, no apelo tanto al término avanzar ya que implica una historia lineal. La jurisprudencia ha tipificado el feminicidio, las violencias contra las mujeres y de género, eso implica que estamos en otro lugar donde es más fácil detectar, prevenir y atender la violencia, precisó.
“Pero ese otro lugar nos ha llevado al punitivismo extremo al suponer que sólo el castigo es la vía para erradicar la violencia, además de los castigos tendría que haber una serie de acciones en materia de prevención e identificación de violencia, y es por eso que insisto en la reeducación pues si cambiamos el chip, si vemos el mundo de otra forma nuestra praxis va a ser diferente”.
Si bien “creo que estamos en otro lugar, también considero que hay un uso y abuso del punitivismo, lo cual no significa que sea de la idea de que no hagamos nada y nos tomemos de las manos, cantemos y todo mundo bien”.
Por el contrario, “es preciso explorar otras posibilidades que no estén exclusivamente vinculadas con el castigo, sino que reeduquen, no sólo para las generaciones venideras, sino que incluyan a los mayores, pues estoy convencida de que podemos reeducarnos y cambiar nuestras prácticas”, concluyó.