El episcopado ante el segundo piso de la 4T
LA X EN LA FRENTE
El debate público se pudrió.
La reforma judicial sacó a relucir lo peor de nosotros.
La certeza de tener la razón dejó escapar la intolerancia que celosamente teníamos bajo buen resguardo.
De ambos lados tratamos de imponer el pensamiento único, que es el pensamiento propio y olvidamos a Voltaire cuando decía: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con la vida tu derecho a decirlo”.
El odio alcanzó incluso a quienes no dijeron nada, quienes no expresaron -por la razón que haya sido- públicamente su postura.
El México polarizado se fragmento aún más y como sucede en las revoluciones, “si no estas conmigo, estás contra mi”.
Por decreto está prohibido tener amigos en ambos bandos. Amigo solo puede ser quien piense como yo, y más allá, quien se reconozca pública y grandilocuentemente que piensa como yo.
Está claro que cada quien es libre de elegir a sus amistades y hasta a sus enemigos, pero no estoy seguro de que sea lo que México necesita.
El profesor Roberto Gargarella hizo, desde Argentina, un “humilde pedido” a sus “colegas mexicanos, abogados jueces, profesores y juristas que apoyan explícita o implícitamente la Reforma Judicial”.
Les mandó decir: “No me contacten más: no merecen el nombre de tales.
Avergüenzan a toda la región con su complicidad.
Viniendo del padre del Constitucionalismo Dialógico, es emblemático… y respetable.
Desde España, Jordi Ferrer, uno de los referentes del Razonamiento Probatorio en el mundo, le hizo eco, aunque hasta donde yo sé, no ha excomulgado a nadie y confío en que no lo haga.
Y Juan García Amado admiradísimo ius filósofo del positivismo jurídico organiza desde España la redacción de un manifiesto firmado por profesores de todo el mundo en contra de la reforma mexicana, aunque deja muy en claro: “desde la discrepancia, respeto la libertad del que opine diferente”.
En México me llamó mucho la atención lo que escribió Carlos Pelayo Moller: “Este es el pero momento para ser constitucionalista, pero a la vez es el mejor y el más necesario para serlo”.
El Dr. César Astudillo, reconocido profesor e investigador de la UNAM cree que “es tiempo de la resiliencia personal, institucional y nacional… nuestra democracia demanda altura de miras y enorme responsabilidad y compromiso”.
Y el Dr. José Ramón Narváez se declaró desde la UNAM, “con todo el buen ánimo para repensar nuestro constitucionalismo”.
La reforma será inminentemente publicada e iniciará vigencia.
Y así como hay quienes se mantienen en la negación, hay tantos otros preocupados por ver qué se puede mejorar desde la reglamentación y la puesta en marcha.
Y ello representa una oportunidad para abrir el diálogo jurídico y también político, pensando en lo que pueda ser mejor para México y en lo particular para nuestros jugadores que aman su función y quieren seguir desempeñándola con capacidad e integridad.
Poco se ha reparado en la responsabilidad de la oposición política que dejó de ser atractiva para los electores y que nos tienen, como nunca, en un sistema donde ya ni siquiera hay minorías.
La oposición quedó reducida a la nada, como escribe Jorge Volpi “diezmada y ciega ante su propio desprestigio”.
Y no existen oposición (por las razones que sean) ni para intentar acciones de inconstitucionalidad ni controversias constitucionales.
Leí con pesar el texto de José Ramón González Chávez, profesor constitucionalista y experto en Derecho Legislativo:
“Surgen preguntas cruciales sobre mi destino profesional como profesor, investigador, escritor, periodista jurídico y hasta como abogado. ¿Qué les voy a enseñar a mis estudiantes de posgrado de Teoría del Estado Constitucional? ¿Con qué cara voy a exponer qué es el Estado, qué es el Derecho, qué es la Constitución, qué son los poderes, los derechos fundamentales, para qué sirven, cómo operan, cómo interactúan? … cómo me dijo un alumno, “en lugar de pensar en abrir un buffet jurídico, mejor abriría uno gastronómico… No se extrañe pues si esta resulta la última de mis columnas”.
Justo terminé la clase “Medios Jurisdiccionales de Control de la Constitucionalidad” con mis alumnos de la Maestría en Juicio de Amparo.
Iniciamos la clase reflexionando sobre la utilidad de la materia en el inminente escenario.
La conclusión fue unánime: vamos a seguir estudiando el derecho constitucional y el procesal constitucional, vamos a seguir leyendo autores de todas las corrientes, vamos a continuar profundizando en lo que, independientemente de qué se quede, que desaparezca y qué se modifique, es y seguirá siendo nuestra pasión.
Aferrados a nuestros códigos de ética profesional y personal y buscando siempre lo mejor para el México en el que estemos, manteniendo viva la herencia de un buen derecho que cambiante como es puede volver sobre sus pasos.
Elegimos no ser fatalistas, no ser intolerantes, no tener filias ni fobias. Como cerró su más reciente columna Don Elisur Arteaga Nava, “Es hora de seguir luchando por las instituciones y la democracia en México”.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca