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México, trato de adversario y no de aliado ni vecino
OAXACA, Oax., 15 de octubre de 2017.- Cada vez es más evidente la crisis de nuestro sistema de representación política, en el imaginario social o en la conciencia colectiva prevalece la idea que los partidos políticos, los senadores, los diputados y los regidores, así como los presidentes municipales, gobernadores y el presidente de la República, no tienen nada que ver con sus intereses, los vínculos con ellos está roto, no se identifican con los habitantes de carne y hueso, que son y han sido incapaces de ampliar, mejorar, lograr, imponer, satisfacer, determinar, la cosa en común o el bien común.
Los habitantes de nuestra nación, los “representados” se sienten cada vez menos protegidos en sus vidas y en sus bienes materiales, mucho menos tienen la posibilidad de que su vida en asociación sea buena o satisfactoria por estos personajes.
La soledad, el miedo, la angustia, la desesperanza, acompañan al hombre desde que nace hasta que muere, después de la muerte nadie velará por su eterno descanso.
La orfandad del hombre de a pie es dramática, la ausencia del poder público para establecer el orden, el Estado de derecho, ofrecer los servicios públicos es cosa cotidiana, seguridad y protección están ausentes.
Hoy más que nunca existe una amplia separación entre el poder público y la sociedad civil.
El poder público mismo está sujeto a las decisiones de los centros imperiales, como los Estados Unidos; de la misma manera es criatura de los señores del dinero y del poder económico; está sujetado a los designios del crimen organizado y del narcotráfico; lo que es más dramático, este poder está hasta el cuello de los actos de corrupción, donde quiera que usted le quiera apretar sale pus, apesta.
Por el otro lado, la sociedad está compuesta por personas conformistas, indolentes, enajenadas por el consumo, ignorantes, sin interés de la cosa pública, pasivas en exceso. Sólo esperan que el Espíritu Santo acuda a su auxilio sin poner un ápice de voluntad en ello, se han convertido en religiosas por conveniencia sin un gramo de espiritualidad. Los revolucionarios de ayer son cosas del pasado, los rebeldes, los inconformes sólo son materia de novelas y de reflexiones académicas.
Las instituciones de mediación entre el hombre privado y el hombre público, entre el Estado y la sociedad están sufriendo una crisis terrible, si el Estado está siendo minimizado y la sociedad es indolente, necesariamente repercute en la legitimidad y en la buena salud de nuestro régimen representativo.
La falta de interés de las personas sobre el desempeño de nuestros gobernantes, de su conformismo por los asuntos públicos, por su vocación para sobrevivir en el momento, otorga a los “representantes” y gobernantes manga ancha para disponer de los recursos públicos y para tomar decisiones fuera de los intereses del colectivo.
Lo más increíble sucede el día de la elección de nuestros “representantes” y gobernantes, sólo asistimos la mitad de las mujeres y hombres con capacidad jurídica para hacerlo; la otra mitad no manifiesta interés por la conformación de los poderes públicos, a estos los griegos les llamaban idiotas; la mitad que elige, pero lo hace bajo condiciones de mediatización por el dinero, por la propaganda, por costumbre, por enajenación, desinformadas, por inercia, pocos con plena libertad.
El resultado es la “elección” de personas, salvo excepciones, de muy baja calidad moral, con poca capacidad, experiencia, conocimientos, con personalidad muy cuestionada por las ciencias psicológicas, enfermas de poder y de dominio, en resumidas cuentas, un desastre por decir lo menos.
Lo más desastroso es que seguimos de manera inercial con este modelo de representación, nadie se atreve a cuestiónalo severamente, desde luego, a “los idiotas”(los que no participan) no les interesa, los enajenados (los que participan) son impotentes para transformarlo, los “representantes”(los inútiles) evitan a toda costa su transformación porque no les conviene, el suicidio es antinatural. Bonito escenario para nuestro teatro político, estos personajes de esta trama, sólo se puede calificar como tragedia, otros podrán decir que es una comedia, para la gran mayoría de la sociedad: “qué le hacemos, así son las cosas”.
Creo que lo primero que tenemos que hacer como sociedad, para transformar esta realidad, es formar el hombre cívico desde la escuela inicial y secundaria, no formar a los mexicanos como sirvientes de los capitalistas como es el modelo educativo prevaleciente. Sólo reconocer como ciudadano al hombre activo, al participativo, que desde luego tendrá prerrogativas especiales por parte del Estado, motivar y reconocer al hombre cívico mejorará nuestra vida colectiva.
Cambiar las reglas para acceder al poder público y para evaluar el desempeño de representantes y gobernantes, entre las cuales cabe mencionar la terminación anticipada del ejercicio público que otorgó la ciudadanía, no debemos de soportar a un regidor, a un presidente municipal, a un diputado, a un senador, a un presidente de la República, que está desempeñando mal sus responsabilidades.
Tenemos que tener un sistema más deliberativo, más de asociación de ciudadanos. Cambiar la naturaleza burocrática de los partidos políticos por una asociación de ciudadanos, incluso desde el nivel municipal.
Estas son tan sólo unas sugerencias muy iniciales, lo que es cierto, que el próximo año volveremos a dar vida el modelo de representación que tanto daño está haciendo a nuestra nación y a nuestro Estado. Parece ser un destino manifiesto.